Martes 29.6.2021
/Última actualización 11:58
El clima se había tornado insoportable. Adentro y afuera. La clasificación para el Mundial llegó de manera agónica, con una "corajeada" de Passarella en la cancha de River, que Gareca alcanzó a empujar en la puerta del arco para darnos el empate ante Perú y el pasaporte para el Mundial de México. La arremetida de Rodolfo O'Reilly, por entonces secretario de deportes de la Nación, para provocarle un "golpe de estado" a Bilardo no tuvo eco en Julio Grondona, que lo defendió a capa y espada. Esa selección, duramente criticada, casi podría decirse que vapuleada desde todos los sectores, se fue en una soledad absoluta desde Ezeiza. Un triste y lamentable empate en Barranquilla, ante el Junior, hizo que se suspendieran otros amistosos que se habían programado. Hubo una charla muy dura -y famosa- en el hotel Dan de la ciudad colombiana. Y después, varias más en la concentración del América cuando el plantel fue el primero de todas las selecciones en arribar a tierras aztecas. Las discusiones dividían al plantel en dos bandos: los que estaban con Passarella y los que estaban con Maradona. Había que solucionar primero el clima interno que había nacido desde aquella decisión de Bilardo de darle la cinta de capitán a Diego y de advertir que el único que tenía el lugar asegurado, era él.
"Del enfrentamiento se formó un grupo fuerte y unido. Terminaron generando una mística creciente. Y acordaron 'para la prensa' mostrarse empáticos, optimistas y hasta amigos", escribió Ernesto Cherquis Bialo al hablar de aquélla disputa Maradona-Passarella. De la división, se pasó a una unión indisoluble. Después, a Passarella le pasó lo que le pasó. Iba a ser el líbero titular, de eso no quedaba ninguna duda. Un virus lo dejó afuera de la competencia, no se pudo recuperar en todo el proceso que duró la puesta a punta y el Mundial propiamente dicho. Dicen que Passarella se iba a llorar al medio de la cancha, todas las noches, porque no podía estar. Y de la nada apareció el "Tata" Brown, por entonces sin equipo, convertido en un inesperado protagonista de la historia.
El equipo fue armándose de a poco. El partido con los ingleses fue la bisagra. Ese día, Bilardo cambió el esquema y lo puso al Negro Enrique en el mediocampo. Cucciufo y el Vasco Olarticoechea también se ganaron el lugar. Tres en el fondo (Cucciufo, Brown y Ruggeri), dos marcadores volantes por los costados (Giusti y Olarticoechea), dos volantes de quite y juego en el medio (Enrique y Batista), un todo-terreno con llegada (Burruchaga), un "colaboracionista" dispuesto a atacar y defender (Valdano) y un genio (Maradona), obviamente con la seguridad de Nery Pumpido en el arco. Ese fue el equipo que ante Inglaterra y Bélgica demostró que aquél camino de espinas y obstáculos podía convertirse en uno de rosas a la gloria.
Era 2 a 0 ante los alemanes con el cabezazo del Tata Brown y la corrida de Valdano; se convirtió en 2 a 2 con los goles de Rummenigge y Vöeller a diez minutos del final y, en medio de la incertidumbre, llegó la escapada inolvidable de Burruchaga y su definición estupenda para darnos una alegría mayúscula e inolvidable. Hoy, hace 35 años, el viejo y querido fútbol argentino gritaba ¡campeón! en México.