(Enviado Especial a Salvador de Bahía, Brasil)
Nos inclinaron el resultado cuando mejor jugábamos, pero la realidad es que el primer tiempo fue muy malo y que el entrenador dio muestras de que el puesto le está quedando lógicamente grande. Habrá que ganarle a Paraguay y retemplarse. ¿Se podrá?
(Enviado Especial a Salvador de Bahía, Brasil)
Se espera más del que realmente tiene. Y esta selección, desde hace mucho tiempo, tiene a Messi y poco más. Eso, por más que se trate del mejor de todos, es poco en un juego colectivo en el que no hay salvadores si no se tiene un planteo colectivo que respalde. Y Argentina adolece ya desde hace mucho tiempo de una idea de juego, de un funcionamiento, de una identidad. Por eso, cuando algo anda mal, cuando la cabeza no funciona, cuando se pone a un entrenador sin experiencia y que no está, al menos hoy, a la altura de las circunstancias, ocurre esto. En realidad, pasa lo que tiene que pasar. Y lo que tiene que pasar es que Argentina se quede afuera en octavos de final del Mundial y que haya perdido con una de las dos o tres selecciones –como mínimo-que hoy están por encima nuestro en esta parte del mundo.
No todo pasa por Scaloni. La culpa no es de él en forma exclusiva, es de los que lo pusieron y que mostraron su impericia, su incapacidad para hacer bien las cosas y para provocar el cambio rotundo que se debía dar. Confiaron en un novato que sólo ha tenido algo de experiencia adentro de la cancha, donde es sólo un engranaje de un gran motor. Estando afuera, el técnico es el que tiene que ponerlo en marcha, el que tiene que “ablandarlo” y el que tiene que hacer que marche afinado y rápido. La confiabilidad en alguien que jamás dirigió un equipo y se encontró con este “regalito del cielo” de dirigir a una selección que se presume potencia y que tiene jugadores consagrados, mucho más para hacer la tan mentada renovación, es nula.
Entonces, lo que pasó en el Arena Fonte Nova no puede sorprender. No debe sorprender. Vimos a una selección sin ambiciones, sin protagonismo, totalmente precaria de funcionamiento en el primer tiempo; y después, justo cuando el equipo empezaba a dar algunas muestras de reacción, llegaron los dos goles colombianos con respuestas contundentes que Queiroz, el entrenador colombiano, encontró en el banco con Roger Martínez y Duvan Zapata, algo que Scaloni sólo pudo encontrar con De Paul, pero no con Pizarro y Matías Suárez, dos cambios que cuesta digerir y encontrarle explicaciones.
¿Cómo puede ser que Scaloni haya sacado al “9” en un partido que se perdía?, esa respuesta no la tiene nadie, sólo Scaloni. El cambio de De Paul por Di María fue sensato y eficaz, porque a la improductividad total de Di María en el primer tiempo, se la reemplazó con un jugador que entró con ganas y dispuesto al desequilibrio. Además, en el segundo tiempo empezó a desaparecer Juan Cuadrado, que en el primer tiempo había sido incontrolable jugando por derecha y aprovechando las espaldas y la falta de marca de Di María. Pero después, ¿qué podía solucionar Pizarro entrando por Guido Rodríguez?, ¿por qué se lo sacó a Agüero si el partido se estaba perdiendo?. Argentina terminó casi sin un “9”, sin un referencia, sin un jugador que por el medio lleve algo de complicación o de temores a una defensa que casi siempre se la vio bien parada o con la respuesta muy segura y eficaz de Ospina, uno de los baluartes indispensables que tiene Queiroz.
Entonces, sin juego, esperando alguna genialidad de Messi o de alguien que frote una lámpara con pocas chances de magia, sin variantes y sin un centrodelantero, las posibilidades de llegada a Ospina se desvanecían en gran parte por limitaciones propias y en un porcentaje más chico porque enfrente había un equipo que sin grandes luces pero con más argumentos colectivos, marcaba diferencias en el juego y en el resultado.
Cuando Argentina había despertado de un letargo insoportable que fueron esos primeros 45 minutos y en el mejor momento del equipo, llegaron los goles de Colombia. Este es el único aspecto en el que se puede inferir que la suerte o el destino estuvo más del lado de ellos que del nuestro. Pero el fútbol es otra cosa, no se puede dejar todo librado a cuestiones azarosas, hay que cimentar ambiciones y esperanzas con juego. Y esto, el juego, es lo que a Argentina le está faltando desde hace mucho tiempo y que no se modifica con el cambio de caras y con esa tan mentada y reclamada renovación.
Los errores en fútbol se pagan caros. Particularmente, me produce una sensación muy negativa y hasta triste el hecho de dilapidar la vigencia que lentamente se va a ir desgastando y extinguiendo de un jugador al que cualquier técnico o selección del mundo quisiera tener. La historia del fútbol mundial le tendrá guardado un lugar principalísimo a Lionel Messi, contarán sus hazañas, sus títulos, sus golazos y sus logros. Argentina no. Al menos, así se va perfilando este presente que no dista demasiado de esa montaña de penurias que nos tocó escalar hace un año en Rusia.
¿Se podrá cambiar la historia?, quién sabe. Un tropezón al principio nunca es caída, pero avisa. Y la realidad es que no nos podemos rasgar las vestiduras pensando o suponiendo que somos los mejores de América, porque esa misma realidad nos está poniendo frente a una evidencia: la de un grupo de jugadores que no pueden plasmar una idea futbolística porque no están enmarcados en un proceso serio, con gente ducha y capacitada para provocar ese cambio tan deseado. Tenemos, como mínimo, dos o tres selecciones que nos superan, que tienen más que nosotros y que atraviesan un proceso serio que nosotros no hemos tenido en los últimos tiempos. Eso se nota y se palpa desde afuera y se demuestra adentro de la cancha. Los resultados están a la vista con esta Colombia que ha llegado con una linda herencia que dejó Pekerman, frente a una selección que, en lugar de bienes, sólo heredó y sigue generando deudas.
BAJO LA LUPA
ARMANI (4).- La tendencia a querer salir jugando con los pies hizo que se desnudaran limitaciones. En los goles poco pudo hacer.
SARAVIA (4).- Uno de los más flojos del equipo. Complicado en la marca, desbordado en los goles y sin la jerarquía que se necesita para una exigencia de este tipo.
PEZZELA (5).- Trató de guardar un poco de orden, pero entró rápidamente en la confusión y la falta de solidez del resto.
OTAMENDI (4).- Quiso imponer personalidad y jugar con el oficio, pero cometió errores tanto para marcar como en la salida con el balón los pies.
TAGLIAFICO (4).- La falta de marca de Di María en el primer tiempo lo complicó bastante con Cuadrado y el socio que se tirara por allí para generar juego.
LO CELSO (5).- Fue de mayor a menor. En el peor momento del equipo fue el que se destacó porque intentó; luego, en el segundo tiempo, siguió acompañando pero sin mucha participación.
GUIDO RODRÍGUEZ (4).- Flojo partido, perdido y sin darle marca y presencia al mediocampo. Un jugador que tiene que crecer todavía y que la camiseta de la selección se convirtió en una mochila bastante pesada.
PAREDES (5).- Algunos remates de media y corta distancia que no hicieron más que ratificar sus virtudes en la pegada. Momentos buenos y otros no tanto.
DI MARÍA (3).- Realmente cuesta mucho verlo en un nivel tan bajo. Fue espeluznante su actuación en los 45 minutos que jugó. Mal en todo.
MESSI (5).- Que Messi juegue para ese puntaje es llamativo y casi inexplicable. Es un jugador que sólo por peso propio tiene que alcanzar una buena calificación como mínimo. Pasó varios minutos seguidos sin tocar la pelota. Y eso es peligroso.
AGÜERO (4).- Es cierto que estaba jugando mal, pero no se lo debió sacar cuando el partido ya era favorable a Colombia. No hizo nada bien.
DE PAUL (6).- Entrando en el segundo tiempo se convirtió en la figura del equipo. Se paró por izquierda al principio y luego se tiró un poco más al medio. Muchas chances de ser titular el miércoles.
SUÁREZ.- Pocos minutos y pocas posibilidades de demostrar. Se nota que a Scaloni le gusta, pero esta vez no le cumplió.