Cambió la imagen desteñida del jueves, jugó por momentos bien, con solvencia y lo minimizó a Canadá. Julián Álvarez, uno de los mejores y Messi, los autores de un 2 a 0 indiscutible. El domingo, esta selección que naturaliza lo que a otros les cuesta horrores, jugará la final en Miami.
Con solvencia y sin estridencias. También sin apuros ni momentos de zozobra. Para Argentina, ganarle a Canadá se convirtió en un trámite. Incluso, el partido tuvo menos dificultades que el primero, el de la apertura de la Copa. Ganó bien, por momentos jugó bien y lo liquidó al comienzo del segundo tiempo (no es la primera vez que llega al gol en ese instante del partido) y luego lo manejó sin problemas. Exento de brillantez, al equipo no le faltan atributos suficientes desde la solidez y la jerarquía, para seguir dándole nafta a esa máquina de ganar en la que se ha convertido. Es finalista otra vez, en un proceso que sigue dando que hablar y que suma hitos para la historia.
Fotos: Reuters
El gol de Julián Alvarez (pase estupendo de De Paul para el “9” que estaba en el lugar que debía estar y definió con caño incluido al arquero) fue el golpe duro que Canadá no logró asimilar. Hasta allí, el partido tenía cierta paridad dentro de dos estilos bastante diferentes. Argentina hacía posesión de pelota en su propio campo, esperando que Canadá saliera. Y Canadá intentaba ser más punzante, más vertical, con Shaffelburg y Laryea bucando desbordar por afuera, sobre todo este último, que se volcaba por el sector de Tagliafico.
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Scaloni pensó el partido en función de atacar con pelotas largas por afuera. Julián Alvarez, de gran despliegue en el primer tiempo y ocasión de gol aprovechada, picó una y otra vez por el costado izquierdo del ataque argentino. Y cuando no lo hizo, apareció Tagliafico en soledad por allí. Del otro lado, Di María jugó como un wing derecho y obligó a Alphonse Davies a quedarse a controlarlo y no subir tanto por ese sector. Di María aprovechó también ese lateral y por allí se generaron dos o tres buenas jugadas de ataque y un remate suyo de emboquillada que se fue muy cerca del travesaño.
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A todo esto, Messi empezó a aparecer cuando promediaba el primer tiempo. Al principio estuvo controlado y adoleció de movilidad. Después, se metió más en el juego, se mostró y lo encontraron sus compañeros. Así, metió dos remates desde afuera que se fueron cerca, uno de ellos con pie derecho luego de acomodar la pelota con su zurda.
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Argentina empezó el partido con algunas vacilaciones defensivas no aprovechadas por el rival. Se afirmó luego a partir de un muy buen trabajo del Cuti Romero, firme, sólido y brindando una seguridad que se transmitió a sus compañeros. Y en el medio, Scaloni confió en la vuelta de Enzo Fernández a la posición de volante central, corriendo a MacAllister –que hizo un buen trabajo por el medio ante Ecuador- al puesto de volante por izquierda. Junto con De Paul, se armó una trilogía en el mediocampo que en ese primer tiempo funcionó, haciendo que la pelota llegue con prolijidad a los tres de arriba. El gol de Julián Alvarez le dio a la selección una ventaja parcial que, al margen de tranquilizar al equipo, puso el resultado en el lugar de los merecimientos. Argentina era más que Canadá y la ventaja parcial estaba justificada.
Como ya había ocurrido, incluso ante este mismo rival, en otros partidos, Argentina pegó de arranque en el segundo tiempo. Otra vez De Paul participando de la jugada, llegando hasta el fondo y metiendo un centro atrás que se “ensució” un poco pero le llegó a Enzo Fernández, quien remató al arco y en el camino la desvió Messi para que llegue al fondo del arco. Un 2 a 0 que le daba más aire a la selección y que empezaba a mermar la resistencia de los canadienses que ya se veían resignados desde bastante antes del final del partido. Y si tuvieron alguna aproximación, demoraron el remate final o no le dieron limpieza a la jugada.
Faltando quince minutos, había que mover el banco. Lautaro Martínez, Nicolás González, Molina y Ezequiel Palacios a la cancha. Los tres cambios no modificaron nada desde lo táctico, porque salieron Julián Alvarez, MacAllister, Montiel y Di María. No había razones para cambiar nada de la estructura, pero sí la intención de Scaloni de poner gente más fresca para que alguna tibia reacción de Canadá –que se insinuó- no acabe por frustrar lo que se había conseguido. Y si, por las dudas, esto pasaba, allí estaba el Dibu para meter una de sus atajadas infaltables, que esta vez se dio en el final con un remate a manera de “ejecución” de Oluwaseyi, que había entrado en el segundo tiempo en una Canadá que se animó sin suerte en el final.
Sin ser una actuación brillante ni mucho menos, lo de Argentina fue compacto. Buen partido de Julián Alvarez justificando en plenitud la decisión del técnico de ponerlo desde el arranque; mejorado Enzo Fernández, más comprometido con el juego y mejor ubicado como volante central, muy bueno como casi siempre lo del Cuti Romero (un caudillo en el fondo) y De Paul recuperando protagonismo en el equipo y convertido en otro de los jugadores para rescatar, al igual que Di María, quien también se sacrificó, corrió y jugó.
Argentina ganó con autoridad. ¿Y Messi?, mejor que el jueves, más activo aunque con intermitencias, pero sin esa cuota de desequilibrio del que es capaz. Estuvo cerca del gol, se lo vio más participativo y se recostó mucho por el sector de Di María, con el que intentaron reflotar aquella sociedad y esos encuentros que supieron distinguirlos y convertirlos en compadres futboleros.
La selección ha jugado ya cinco partidos. Quizás el nivel futbolístico del equipo sea algo más de lo que ha mostrado, pero mantiene vigente esa voracidad ganadora que lo ha convertido en una verdadera “máquina de ganar”. Fue un triunfo sencillo, sin estridencias pero también sin riesgos. Con solvencia. Algo que le sobra a este proceso tan virtuoso.