Miércoles 26.6.2024
/Última actualización 4:59
Costó. Un poco fue por lo que dejó de hacer Argentina y otro poco por lo que hizo Chile. Gareca planteó un partido inteligente y le creó dificultades a la selección de Scaloni. En los primeros 30 minutos, Argentina no encontró el partido. Después, inclinó el trámite sobre el cierre del primer tiempo y tuvo situaciones mucho más claras en el complemento. Los dos arqueros se convirtieron en figuras. Bravo atajando más, pero el Dibu Martínez apareció en escena cuando el equipo más lo necesitaba. Gareca pensó en un partido “largo” que le estaba dando resultado. Pero sobre el cierre, esta furia goleadora de los “9” volvió a beneficiar al equipo. Lautaro Martínez, que venía peleado con el arco en estos últimos tiempos de selección, fue el encargado de marcar el tanto de la victoria y la justicia.
Las intenciones chilenas de plantear un partido equilibrado, tuvieron éxito. Posicionalmente, Dávila y Vargas permanecieron cerca de los centrales argentinos, mientras que Alexis Sánchez intentó ser un nexo entre ellos. A todo esto, Scaloni puso a Enzo Fernández al lado de MacAllister, se abrió De Paul por derecha y Nicolás González por izquierda, pero al equipo le faltaron frescura y sorpresa. Pareció un equipo aburrido, anodino, con mucho toqueteo intrascendente buscando algún hueco. El único que lo encontró fue Messi, con un remate desde afuera del área que pasó rozando el poste izquierdo de un Claudio Bravo que estaba vencido.
Las ventajas, a su favor, Argentina las consiguió en el juego sobre el cierre del primer tiempo. Algunos remates desde afuera del área con poca dirección y un dominio territorial y de posesión de la pelota que lo llevó a inclinar la cancha hacia el arco de Bravo.
La resistencia en cuanto a paridad le duró media hora a los chilenos. Argentina lo dejó. Y cuando lo decidió, empujó a Chile contra su propio terreno y le generó algún momento de zozobra que, sin embargo, no le alcanzó para abrir un partido en el que no sufría, pero tampoco lastimaba.
Así, entre anodino y apenas sobresaltado en la parte final, se consumió un primer tiempo en el que la producción ofensiva chilena fue nula; y Argentina se despertó en el final, pero le faltó generar más espacios y desequilibrio. Fue más que Chile, insisto, por lo que hizo en esos quince minutos finales de la etapa inicial, pero generando muy poco: el remate de Messi y un centro atrás de Nicolás González en uno de los pocos desbordes por izquierda y una mala definición de Julián Alvarez, en una jugada muy típica de este equipo, que no juega por arriba cuando desborda sino que mete el centro atrás para sorprender mal parada y en retroceso a la defensa rival.
Las chances más claras, Argentina las tuvo en el arranque del segundo tiempo. Una se dio cuando aguantó bien Julián Alvarez una pelota que continuó en Messi y terminó en la habilitación para la subida de Nahuel Molina, que remató y encontró bien ubicado a Bravo, que desvió al córner. Era, con ese arranque, una continuidad de lo que había pasado en el cierre de la parte inicial. Pero no podía mover el 0 a 0 que le quedaba mucho mejor a Chile, ordenado, pero jugando a esperar. Y la otra fue en un tiro libre que Messi metió con precisión y MacAllister no pudo conectar con firmeza para descolocar a un Bravo que respiró cuando pudo controlar la pelota. Y por último, un remate de Nicolás González, violento, que Bravo (ya era figura) alcanzó a desviar para luego encontrar el poste derecho como aliado. Todo eso, en quince minutos iniciales de un segundo tiempo en el que Argentina mandaba.
Dibu Martínez apareció en escena cuando el equipo más lo necesitaba. Crédito: Reuters/Agustin MarcarianScaloni puso a Lo Celso por Enzo Fernández. Y en una de las primeras pelotas que tocó, le metió un pase fenomenal a Messi, que el “10”, en posición prohibida, cacheteó por encima del travesaño. Argentina no era muy contínuo y a veces se demoraba y hacía lenta la salida. Pero jugaba mejor. Y obligaba a que los chilenos cada vez se replieguen más en el terreno.
Con Di María por Nicolás González y Lautaro Martínez por Julián Alvarez, Scaloni buscó aportar desde el banco aquella profundidad que al equipo le costaba tener. Impensadamente, Chile apareció en escena con dos remates desde afuera del área que el Dibu Martínez salvó con dos atajadas magníficas. Igual que ante Canadá, el arquero argentino se encargaba de mantener el cero en el arco, debía trabajar en una cuestión de minutos por todo lo que no estuvo obligado a hacerlo y construía otra noche en la que el reparto de méritos lo tenía como uno de los favoritos.
El cambio de los marcadores de punta (Montiel y Acuña por Molina y Tagliafico) no parecía agregar demasiado. Hasta que llegaron los córner de Messi. El partido se consumía y a la selección le costaba cada vez más. Ese planteo de Gareca, no muy ambicioso pero ordenado y apostando a un partido largo en el que logre ser favorecido por la desesperación del rival, había tenido su justificación con las dos o tres atajadas del Dibu Martínez (la del remate de Bolados fue la mejor). Pero, como se dijo, llegaron los córner de Messi. Uno de ellos no fue olímpico “de casualidad”. En el otro, hubo una chilena, un rechazo y Lautaro Martínez estaba ahí, para empujarla al fondo del arco y conseguir una victoria justa, que podría haber sido más amplia en la jugada del final, cuando una contra de Di María terminó con el pase al medio, para Lautaro que acompañaba y Bravo –decididamente figura de Chile- silenció lo que parecía un grito de gol seguro.
Victoria inobjetable, sin jugar bien, generando más y mejores ocasiones en el segundo tiempo ante una Chile que nunca perdió el orden, que ideó un partido largo, planteó dificultades y al final fue víctima de una Argentina que es una verdadera máquina de ganar. Jugando bien o no tan bien, Argentina siempre gana. Y en esta clase de torneos, no es poco.