Faltaron los mejores "músicos", pero la orquesta sonó afinada
La selección jugó a lo campeón, con un segundo tiempo estupendo, de un gran nivel y contundencia. La gente se fue “chocha” y el 3 a 0 reflejó la gran superioridad sobre los chilenos.
Emiliano Martinez sostiene la Copa. Fotos: Reuters.
Faltaron Messi y Di María (despedido como un grande), que es como decir que la orquesta no tenía a sus dos principales músicos. Sin embargo, sonó afinada, con acordes lujosos y terminó en milonga, haciendo que la gente se canse de aplaudir, de saltar y de gritar. Este equipo está allá arriba, en ganador, juega con una confianza casi desmesurada y es capaz de protagonizar un segundo tiempo brillante, arrollador y con un nivel futbolístico notable. Aún sin contar con sus dos jugadores más desequilibrantes, Argentina se floreó y jugó como un gran campeón, pasando por encima a una selección de Chile desbordada y sometida durante los 90 minutos.
Bien al descubierto quedó la intención de Argentina de presionar desde el arranque del partido, con MacAllister jugando bien adelantado y tapando a Marcelino Nuñez, un dinámico volante que arrancaba desde bien atrás pero enseguida se desdoblaba para salir de su zona defensiva, pasando rápidamente a convertirse en un volante ofensivo. El partido, como era de imaginarse, se planteó en el terreno chileno a pesar del esfuerzo que hacía el rival por impedir que el equipo de Scaloni se le metiera peligrosamente en su campo.
¿Y qué hizo Chile?, trató de contestar de la misma manera. Adelantó sus líneas, con Osorio y Vargas apretando sobre la salida de los centrales argentinos. Salieron del fondo los chilenos, no optaron por el retroceso forzado sino que, si debieron ubicarse cerca de Arias, fue porque Argentina lo obligó, pero no por elección.
Lo mejor de Argentina se originaba por derecha. La sociedad De Paul-Molina funcionaba, a ellos se sumaba Lautaro Martínez y era el sector elegido para lastimar a Chile, algo que se lograba y que complicaba a Arias, obligado a intervenir seguido ante la pasividad y tranquilidad absoluta de su colega argentino, porque Chile no llegaba.
Fotos: Reuters.
Faltaba un poco más de precisión en el pase filtrado, más confianza para el remate al arco o imponerse en el juego aéreo, porque De Paul –de buen primer tiempo- se cansó de tirar centros que parecieron peligrosos pero que no llegaron a serlo en la definición porque Argentina no tuvo cabeceadores efectivos que pudieran aprovechar ese tipo de jugadas, que se repitieron en el primer tiempo.
Ya Argentina había decidido atacar por derecha, máxime cuando Nicolás González –el único en condiciones de desbordar por afuera cuando se ubicó en la izquierda- se cruzó de sector y se sumó al buen trabajo de Molina y De Paul por el otro costado.
Sin embargo, Chile tuvo una y el palo salvó a Argentina. Era ya el tiempo adicionado al reglamentario cuando fue Catalán a buscar el centro pasado desde la derecha y su cabezazo se estrelló en el palo izquierdo del Dibu Martínez. Argentina hizo el gasto, pero no le alcanzó para sacar una ventaja que merecía en ese primer tiempo más allá de ese susto en el final.
Y había que insistir por ahí, por la derecha. Apenas un par de minutos del segundo tiempo para que Argentina llegue al gol con una fórmula conocida: el centro atrás por bajo de Julián Alvarez, Lautaro Martínez abre las piernas y la llegada de un volante (Alexis MacAllister) para rematar de primera y marcar en el resultado la superioridad que había ejercido en el trámite.
Scaloni entendió que era el momento de cambiar. Apenas se habían jugado un puñadito de minutos, pero Argentina ganaba y mandó a la cancha a Lo Celso, un volante con juego, en reemplazo de Nicolás González. Y el fútbol empezó a fluir, bajando el “ole…” de las tribunas. Con otro mediocampista de juego y de toque, Argentina se hizo más dueño del partido.
Fotos: Reuters.
El aspecto distintivo fue el de siempre: la confianza para manejar la pelota, a veces con un exceso bien entendido en el sentido de que es tanta la seguridad que tiene este equipo –y que se contagia- que todos asumen riesgos. Y Scaloni no se resignó a la búsqueda permanente del arco contrario.
Sacó a Lautaro Martínez y a MacAllister para poner a Dybala (muy aplaudido) y a Garnacho, en tanto que le dio respiro a Lisandro Martínez (de correcta labor por el lateral izquierdo) para ubicar allí al Huevo Acuña, un jugador más acostumbrado a desempeñarse en esa función de marcador de punta, aunque Lisandro no la desconozca. La idea, claramente, fue la de correr a Lo Celso un poco más al centro de la cancha y que tanto Dybala como Garnacho arranquen por afuera, sin variar en absoluto la estructura y la idea.
El golazo de Julián Alvarez –de zurda- fue lo que le faltaba para asegurar un partido que ya Argentina lo tenía en el bolsillo, aunque lo escueto del resultado generaba un lógico “peligro” por si Chile –de marcada menor jerarquía que Argentina- embocaba alguna jugada salvadora. El zurdazo de Dybala en el final, metiendo la pelota junto al palo derecho de Arias, le dio aún más brillo a la victoria y a un segundo tiempo excepcional. Argentina jugó a lo campeón. Bien a lo campeón.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.