(Enviado Especial a Buenos Aires)
La complejidad del partido estaba dada en las dificultades para quebrar la cerrada defensa ecuatoriana. El equipo no jugó nada bien en el primer tiempo y mejoró en el segundo. El triunfo está plenamente justificado y el Cuti Romero fue la gran figura, más allá del aporte incuestionable y desequilibrante de Messi.
(Enviado Especial a Buenos Aires)
Lo que cuesta vale. Y costó. Pero no porque haya habido equivalencias en el trámite o porque Ecuador haya tenido momentos de superioridad. Costó porque Argentina no jugó bien el primer tiempo, porque necesitó de la genialidad de Messi para llegar al gol y porque no pudo (o no supo) marcar la diferencia, en el resultado, que supo construir en el trámite del partido.
Entre lo que dejó de hacer Argentina y la buena planificación de Ecuador, se armó un partido con algunas dificultades para la selección. No fue bueno el primer tiempo de Argentina, aunque hizo más que Ecuador y tuvo dos situaciones muy claras para abrir el marcador, primero con un remate cruzado de Messi que se fue apenas desviado junto al palo izquierdo y, en el final, un pase profundo de De Paul que alcanzó a conectar Lautaro Martínez y el palo derecho salvó a los ecuatorianos.
Argentina arrancó bien, pero de a poco fue entrando en el terreno de las imprecisiones. Sabiendo que Ecuador le iba a ceder el terreno y la pelota, la idea era hacer correr la pelota y acelerar en los últimos metros. Lo mejor se vio, claramente, cuando pudieron juntarse, tocando corto y rápido. Pero como Ecuador se refugió bien y achicó espacios muy cerca de su área, no abundaron los espacios. Algo de Molina desbordando por derecha, aunque sin claridad para terminar adecuadamente la jugada. Pero bastante poco por izquierda, donde ni Nicolás González ni tampoco Tagliafico lograron desequilibrar a un equipo que planificó un partido que, en definitiva, le terminó saliendo bien.
Ecuador puso tres centrales, más dos volantes laterales (Hurtado y Estupiñán), que tuvieron la obligación de retroceder para armar línea de cinco defensores y tres volantes que trataron de rodear a los encargados de armar juego en Argentina, dejando a Plata y al peligroso Valencia arriba. Pero sin llegar con comodidad y mucho menos con claridad hasta el área del Dibu Martínez.
Argentina no tuvo insistencia. La diferencia estuvo a su favor en el trámite, pero eso no significa que haya jugado bien. MacAllister se paró como volante central esta vez, con De Paul a la derecha y con Enzo Fernández a la izquierda, pero con escasa generación de juego, sin claridad. Igualmente y a pesar de no jugar bien, Argentina fue un poco más y tuvo las dos situaciones más claras del primer tiempo. Con eso solo, mereció un poco más. Pero fue poco lo que dio el equipo y recién se despertó y apretó en el final, empujado por la gente.
Scaloni dijo que a Argentina le iban a jugar “a muerte”. No lo dijo con esas palabras, pero lo dio a entender. Y Ecuador siguió planteando un partido ordenado, fríamente planificado por su entrenador para que Argentina no encuentre ventajas y espacios. Por eso también, la estrategia ecuatoriana no dejó de lado la posibilidad de cortar el juego y provocar demoras para quitarle ritmo a Argentina.
Se vio a una Argentina más peligrosa en el segundo tiempo. Se lo llevó por delante a Ecuador y entre rebotes o remates desviados, se desperdiciaron situaciones de peligro hasta que sobre el cuarto de hora, Scaloni mandó a la cancha a Di María (el más ovacionado junto a Messi y el Dibu) para que se ubique por izquierda, en el lugar de un intrascendente Nicolás González.
El partido se convirtió casi en un monólogo de Argentina, aunque Ecuador vio con buenos ojos la chance del contragolpe. Cuando lo intentó, se encontró con un Cuti Romero impasable, que se lo “comió” al difícil Valencia.
En el momento en que Scaloni decidió los ingresos de Julián Alvarez y Paredes por Lautaro Martínez y MacAllister, el genio de Messi frotó la lámpara. Tiro libre para Argentina, le pegó Messi con maestría por encima de la barrera y lo dejó parado a Galíndez. Golazo de Messi y el 1 a 0 que llegó para la locura del estadio y para instalar justicia.
La ventaja que consiguió Argentina con el golazo de Messi acrecentó la confianza de la selección, que fue en búsqueda del segundo y estuvo bastante cerca de conseguirlo con un remate cruzado de Di María que cruzó todo el arco. Con más espacios, el partido se hizo más dinámico porque Ecuador intentó, con pocos argumentos, llegar al empate.
Scaloni hizo lo que no es habitual: lo sacó a Messi cuando faltaban dos minutos. La ovación que recibió el “10” fue conmovedora, con un Monumental rendido a los pies del jugador más desequilibrante del partido, porque le dio a la selección el gol de la victoria.
El segundo tiempo de Argentina mostró una imagen mejorada que la del primero. Si ya hizo más que Ecuador en el primer tiempo, el valor agregado del segundo justifica con plenitud una victoria que debió llegar con mayor holgura y sin la dependencia de un tiro libre, por más que Messi sea implacable en este tipo de jugadas.
La ovación final se la llevó el Cuti Romero, que se lo terminó “deglutiendo” a Valencia durante los 90 minutos. Ganó Argentina. Y ganó bien. Fue costoso porque no hubo claridad en el primer tiempo; y se justificó plenamente por la mejoría en el complemento.