(Enviado Especial a Buenos Aires)
La selección dominó a voluntad ante un rival que tuvo cierto orden hasta la tijera de Lautaro Martínez que le dio la merecida victoria. Lo ajustado del resultado se debió a la falta de profundidad para convertir más goles.
(Enviado Especial a Buenos Aires)
Se ganó bien y punto. No mucho que agregar a una actuación a la que le faltó profundidad en algunos pasajes del partido y que se definió con una “tijera” de gran jerarquía de Lautaro Martínez para convertir el gol de una victoria que no estuvo nunca en discusión. Se dio el partido que todos esperábamos, pero a Argentina le costó abrirlo. Y cuando lo consiguió, en el pasaje inicial del segundo tiempo, se encontró casi sin resistencia por parte de un rival de una levedad absoluta para atacar y que sólo mostró cierto orden mientras mantuvo el 0 a 0 durante un buen rato.
El presagio de monólogo argentino se vio muy clarito desde el comienzo del partido. Monólogo por la tenencia casi exclusiva de la pelota y también la necesaria paciencia para que el toqueteo constante encuentre algún espacio propicio para llegar al gol, como el que tuvo Julián Alvarez luego de una jugada conjunta de Messi con Lautaro Martínez que terminó con el remate de Julián que se estrelló en el palo derecho de Gallese.
El 5-3-2 de Fossati se dedicaba pura y exclusivamente a esperar con orden y a correr detrás de la pelota. ¿Una prueba evidente?, el veterano Paolo Guerrero, con sus 40 años a cuestas, jugaba en el círculo central, a más de 50 metros del arco argentino. Era imposible pensar que podía llegar a complicar.
Ese dominio abrumador y esa posesión total de la pelota y el terreno no tenía consecuencias en el resultado. Y eso era lo que empezaba a preocupar en la medida en que los minutos transcurrieran y que ese esquema basado en la espera y el aguante, de los peruanos, empezara a surtir efecto.
Messi transitaba por sectores centrales de la cancha, intentando encarar y juntarse con Mac Allister, que jugaba un poco más adelantado que Enzo Fernández, algo bastante parecido a lo que intentaron –sin éxito- en Asunción hace unos días. Y fue Mac Allister el que estuvo muy cerca de convertir cuando Messi metió un tiro libre estupendo al corazón del área, conectó Alexis pero la pelota se fue rozando el poste derecho de Gallese.
No estaba fino Argentina en los últimos metros. Fallaba en la definición si se trataba de una jugada de gol o no encontraba el espacio justo o la claridad suficiente para generar esa situación de peligro. Y el cierre de esa primera etapa dejó una sensación agridulce: por un lado, la clara visión de un dominio abrumador; pero, por el otro, esa falta de profundidad y de claridad en los últimos metros que llevó a que el 0 a 0 no dejara conforme a nadie.
El negocio peruano era que Argentina mueva la pelota sin encontrar ese hueco necesario para filtrarse. La pelota iba de un lado para el otro y cuando llegaba a tres cuartos de cancha o a las inmediaciones del área, había que retroceder, tomar respiro y encontrar el espacio para volver a empezar. Lo único positivo era que la pelota se recuperaba rápido porque Perú no lograba progresar en la cancha, por más empeño que le pusiera Peña, el volante con mejor manejo para tener la pelota en el equipo de Fossati.
Hasta que Messi se metió por el costado izquierdo y colocó un pase al medio y a media altura para que Lautaro Martínez le pegue de “tijera”, colocando la pelota lejos del alcance de Gallese. El gol llegó en el momento justo, Argentina lo tenía merecido porque dominaba el partido, pero le estaba costando demasiado consolidarlo en el resultado.
Argentina siguió manejando el partido ante la pasividad peruana. Eran toques a veces intrascendentes y algo de aceleración en los últimos 25 metros de la cancha. El riesgo era mínimo o casi nulo a pesar de lo exiguo del resultado. Perú no insinuaba casi nada. Scaloni puso primero a Nehuén Pérez por Montiel y enseguida sacó a De Paul y a Lautaro Martínez (muy ovacionado) para que ingresen Giuliano Simeone y Lo Celso. Allí cambió el esquema y Argentina pasó a jugar con 4-4-2 relativo, pues el terreno y la pelota seguían disponibles para el equipo nacional.
Fue un triunfo lógico y esperado. El equipo no brilló, pero la justicia del resultado es inobjetable. Esta clase de partidos se ha convertido en una costumbre. Que a Argentina salgan a esperarla, a cederle terreno y pelota, es algo que se está dando a menudo. A veces, jugar en esas circunstancias puede resultar complicado si es que no se encuentra la manera de quebrar el sistema defensivo rival.
Defender con muchos hombres y en espacios reducidos, es el argumento de los equipos que se saben inferiores y que no pueden apostar a jugar de igual a igual. Mucho menos de visitante. Y con Messi enfrente, por más que su actuación – que fue buena- no haya tenido el desequilibrio de otras.
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