(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Fue notable la producción del equipo de Scaloni en la parte final, lo mejor que hizo hasta ahora en el Mundial. Levantaron varias individualidades, se adueñó de la pelota y sometió a Polonia. Y eso que a Messi le atajaron un penal en el primer tiempo. El sábado, octavos contra Australia.
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Gran segundo tiempo, mejorías notables en lo individual (caso De Paul), rendimientos que siguen sorprendiendo gratamente (Enzo Fernández, MacAllister, Julián Alvarez), muchísima inteligencia para dominar a través de la posesión de la pelota y varias situaciones que pudieron darle la chance de golear, ante un rival que se vio condenado totalmente a convertirse en el partenaire, absorbido por la muy buena actuación en ese complemento del “actor principal” (Argentina).
No hubo sorpresas en base a lo que se esperaba que hiciera Polonia. Esperó en su terreno y se animó a un ataque que fue tibio y esporádico. Argentina tuvo la pelota y también aparecieron espacios que faltaron en los otros partidos, sobre todo por el sector derecho, dónde Di María recibió, encaró y no siempre aprovechó la aparición por afuera de Molina, que en esos primeros minutos del partido jugó más al engaño que a otra cosa. Di María se animaba a encarar por derecha y en un momento del partido pasó a la izquierda, seguramente porque Scaloni observaba que ese sector merecía alguien con desborde y que preocupe al rival, algo que a Acuña le costaba.
El desborde de Molina y el centro atrás que no alcanzó a conectar bien Julián Alvarez y que luego finalizó con un remate cruzado y apenas desviado de Acuña, fue la primera jugada clara de gol que tuvo la selección. Enfrente, un rival estructurado, que se paró 4-4-1-1, que mostró fortaleza física pero no tanto en lo técnico. Sólo la presencia intimidatoria –siempre- de Lewandoski, bien tapado y controlado por Romero y Otamendi.
Buen partido de Enzo Fernández, distribuyendo la pelota en el medio, recuperando y acompañando. El dominio de Argentina se fue haciendo cada vez más intenso con el pasar de los minutos. Moviendo la pelota, cuidándola, sin apuros y metiendo cada vez más atrás a un rival que no sabía ni se preocupaba demasiado por salir.
Hasta que llegó la jugada del mano a mano de Julián Alvarez que tapó Szczesny y el posterior penal que el propio arquero le cometió a Messi. Era la gran posibilidad de abrir el partido, pero el arquero polaco (figura clave en el primer tiempo), tapó el remate de Messi con una brillante atajada.
Argentina terminó dominando a voluntad un primer tiempo en el que fue claramente superior, pero no pudo establecer la diferencia que se merecía por lo que había sido el trámite del partido, frente a una Polonia inactiva del medio hacia arriba, con Lewandoski parado como figura decorativa, totalmente neutralizado por los defensores argentinos.
Más remate de afuera y determinación para aprovechar adentro del área alguna oportunidad que se presente, era lo que el partido reclamaba. Argentina se había ido al descanso con la convicción de saberse superior. Pero en el trámite. Faltaba concretarlo en el resultado.
Y se dio al minuto nomás, en un buen desborde por afuera de Molina, el centro atrás (y abajo, para evitar el juego aéreo de los polacos), que fue capitalizado por Alexis MacAllister para meter la pelota en el “rincón de las ánimas” y desatar la alegría de las decenas de miles de argentinos que coparon el estadio de los contenedores.
La primera decisión de Scaloni fue poner a Paredes por Di María y a Tagliafico por Acuña. Se vino también un cambio de esquema, porque Argentina quedó con cuatro volantes, más la dupla Messi-Julián Alvarez arriba. A Polonia le costaba salir, Argentina hacía posesión de pelota y esperaba el momento adecuado para armar un ataque certero que permita definir el partido. De todos modos, no había complicaciones ni riesgos.
Lo que llamaba la atención era la extrema pasividad de los polacos. Perdiendo y con la clasificación pendiendo de un hilo, no salían. Seguían esperando a Argentina como si el partido estuviese empatado. Y llegó el segundo gol. ¿Qué digo gol?, ¡golazo!. ¿Cuántos toques hubo?, una barbaridad. Argentina fue rotando la pelota de un lado al otro, hasta que MacAllister aceleró y metió la pelota para la llegada de Julián Alvarez –de muy buen partido- que definió con un remate violento y al ángulo, que dejó sin chances al buen arquero polaco.
Esa misma jugada se repitió a los pocos minutos y casi fue gol de Messi. Argentina, con gran inteligencia y precisión, gobernaba a voluntad el trámite del partido, en un segundo tiempo notable, lo mejor que se le vio al equipo hasta el momento.
Con el partido ya definido, salió (ovacionado desde los cuatro costados), Enzo Fernández para dejarle el lugar a Pezella (buena presencia aérea), mientras que esos últimos minutos fueron también para que Lautaro Martínz ingrese por un Julián Alvarez que, al igual que Enzo Fernández, respondieron acertadamente a la confianza del entrenador.
Eran 30 o 40 toques cada vez que Argentina tenía la pelota. Paciente, preciso y dominante, Argentina se dedicó a descansar haciendo correr la pelota, ante una pasividad alarmante de los polacos, reducidos a la mínima expresión y condenados a ser partenaire de un partido que la selección terminó dominando con plenitud.
Sólo quedó tiempo para que Thiago Almada reemplace a otro de los jugadores que cumplió con creces (MacAllister). Nada cambió en el trámite del partido. Se llegó al final con una tranquilidad que no era tal antes del partido y mucho menos luego de que Messi marrara el penal. Como pasó ante los mexicanos, Argentina fue un equipo de segundo tiempo. Aunque esta vez con un nivel de juego superior, que despierta esperanzas y ayuda a cambiar el semblante.