A puro estudio fue el comienzo. Y duró varios minutos. Los dos se pararon como “espejos” en lo táctico. Esa fue la intención de Scaloni poniendo tres marcadores centrales y soltando más a los dos laterales para que se sumen al medio si eran necesarios. También Paises Bajos lo intentaba con Dumfries y Blind, pero la fortaleza la mostraban por adentro, con Memphis tratando de ganarle las espaldas a Enzo Fernández –y tapándolo cuando Argentina tenía la pelota- más el aporte de dos puntas que iban por adentro.
El plan de Van Gaal contemplaba sacar del fondo a Aké para que siguiera a Messi, inclusive cuando se volcaba por el sector central de la cancha y no merodeaba por al costado izquierdo del rival. La subida de Molina en tándem con De Paul, por derecha, era una alternativa. Siempre con la premisa –lo propio hacía Acuña- de no tirar el centro “a la olla”, sino a rastrón y hacia atrás para la llegada de Messi o de alguno de los volantes.
Y llegó la genialidad de Messi, zigzagueando ante Aké para descontrolarlo primero y metiendo un pase milimétrico, estupendo, para la llegada de Molina –uno de los mejores jugadores del equipo en ese primer tiempo- que definió con un toque certero ante la salida de Noppert.
No había pasado prácticamente nada en ese primer tiempo. Se estudiaban y se respetaban casi en demasía. Argentina parecía ser más agresiva, pero Paises Bajos aceleraba en los últimos metros pero sin inquietar a Dibu Martínez ni tampoco a una defensa que estaba segura.
Así como a Enzo Fernández lo apretaban para que no manejara la pelota y la distribuyera en el medio, también Argentina lo hacía con De Jong. Allí el que iba era De Paul, que se dividía en la marca del volante cuando el equipo debía recuperar el balón y el juego por derecha para asociarse con la subida de Molina o ser un abastecedor de juego para Messi, que aparecía poco pero hacía todo bien (o muy bien como en la jugada del gol).
Con el marcador a favor, Argentina le regaló la pelota a Paises Bajos y esperó en su campo, sin retroceder demasiado pero preparando el terreno para el contragolpe. Orden y concentración fue lo que tuvo Argentina en ese inicio de la parte final.
Con Messi en un gran nivel y una defensa que no tenía fallas, Argentina seguía controlando el trámite del partido. De Paul, extenuado y no en un ciento por ciento, dejó la cancha a los 20 del segundo tiempo y entró Paredes en su lugar para armar el mediocampo con Enzo y MacAllister (otro de buen partido) como internos.
Pero el reaseguro de la selección estaba en ese trabajo defensivo que no tenía fisuras, ya con una línea de cinco bien clara, más allá de que las libertades para Molina y Acuña –los dos de buen partido- no se terminaban. Y fue Acuña el que se animó para desbordar entre dos holandeses, metiendo un freno impecable que concluyó en un claro penal. Messi no perdonó y su remate puso el 2 a 0 que otorgó tranquilidad para lo que quedaba de un partido que Argentina ganaba con total merecimiento.
De inmediato, entraron Tagliafico y Pezzella por Acuña y Romero. Los dos estaban amonestados y Scaloni buscó evitar la expulsión, más allá de que Acuña, por haber llegado a dos amarillas, ya había quedado descartado para el partido siguiente. Y luego, otro cambio que se imponía luego del gran desgaste de Julián Alvarez, permitiendo el ingreso de Lautaro Martínez. Fue el momento en el que Paises Bajos logró anticiparse a través de Weghorst, que peinó un centro desde la derecha para colocar la pelota junto al palo derecho de Dibu Martínez.
Ya Paises Bajos se la jugaba a atacar con dos delanteros por adentro, metiendo centros y más centros en el área argentina. Totalmente jugado en ofensiva, Paises Bajos arrinconó a Argentina en la parte final y le puso dramatismo al partido. A todo esto, la selección prefirió esperar cerca del área de Martínez y salir de contra. El partido se calentó en el final cuando Paredes cometió una falta y disparó un pelotazo contra el banco holandés. Se armó el tumulto que el árbitro español (de flojito partido) terminó solucionando sólo con la amonestación a Paredes.
Diez minutos fue el tiempo adicionado. Mucho para el dramatismo con el que se vivía ese final, con una Holanda ya desprolija pero igualmente peligrosa. El aliento de la gente en las tribunas, los movimientos de brazos de los jugadores pidiéndolo y la garra y el corazón para aguantar un resultado que estaba muy ajustado, fueron el común denominador de la selección en ese final no apto para cardíacos. Y en el último minuto de los adicionados, llegó la jugada de pelota quieta muy bien armada por los holandeses, que otra vez Weghorst se encargó de enviar a la red.
Argentina lo ganaba bien, pero el desequilibrio de Weghorst se lo impidió en el minuto final del partido. No lo pudo aguantar y había que rebobinar para el tiempo suplementario y volver a situarse en una posición más dominante y no regalando tanto el terreno y la pelota para que el rival meta centros para el grandote que cambió la historia del partido.
Otra vez se volvió al estudio milimétrico. Ya Paises Bajos no fue el equipo que, obligado por las circunstancias, debía sumar gente al ataque y tirar centros y centros. A la pelota la volvió a manejar Argentina, pero sin profundidad. Y así se fueron los primeros 15, signados por un estado de nerviosismo absoluto.
El ingreso de Montiel por Molina fue la modificación para jugar el cuarto de hora final. Ya Paises Bajos no tenía la misma necesidad de la parte final de los 90 y jugaba más controlado. Y Argentina volvía a retomar la iniciativa, pero sin peso arriba. Allí fue cuando Scaloni metió a Di María por Lisandro Martínez para volver al esquema tradicional de cuatro atrás y sumar uno más arriba para intentar ganar el partido sin llegar a los penales.
Lo tuvo Lautaro luego de una gran jugada de Montiel (que entró bien) y Argentina se fue sobre el arco de Noppert generando situaciones para llegar al tercero. Ahora el que atacaba era Argentina y la que jugaba de contra era Paises Bajos, en un final repleto de dramatismo, en el que el palo terminó salvando a Paises Bajos en el mismísimo final, luego de un remate de Enzo Fernández. Los penales, con otra notable actuación de Dibu Martínez (un monstruo), nos metió éntre los cuatro mejores del mundo. Faltan dos pasitos…