Viernes 28.1.2022
/Última actualización 15:47
Los 2.260 metros de altura que tiene Calama y la ausencia de Messi no fueron un obstáculo para este andar sin prisa ni pausa que tiene la selección de Scaloni. Tampoco la ausencia del entrenador (reemplazado por Samuel como conductor principal). Argentina jugó un primer tiempo con altura, allí justificó el resultado a favor y esa altura fue la causante -en parte- de un nivel futbolístico que decreció en el segundo tiempo, aunque el equipo supo aguantar el resultado (retrocediendo líneas y jugando más cerca de un “Dibu” Martínez que volvió a tener un par de atajadas clave, más allá de que no reaccionó bien en el gol chileno).
Buen primer tiempo de Argentino. Con mucho juego interno, con una salida prolija desde atrás (en eso se lució Lisandro Martínez sobre todo), con Paredes retrocediendo perseguido por uno de los volantes chilenos y con De Paul y el “Papu” Gómez aprovechando ese espacio libre para recibir, también con libertad. Funcionó el libreto, hubo precisión en los pases y una idea que también estuvo condicionada por las características de Calama: una ciudad con altura, no tanto como la de La Paz o la propia Quito, pero altura al fin. Por eso, seguramente, la elección de jugadores livianos como el “Papu” Gómez y Nicolás González, por ejemplo.
El golazo de Di María le había puesto justicia al resultado, pero cuando Brereton (este delantero que Chile importó de Inglaterra) “colgó” de cabeza al “Dibu” Martínez, muy tirado contra el primer palo, el partido se complicó. Creció Chile al influjo de Alexis Sánchez, que le ganaba bien las espaldas a Paredes, quien sin embargo era uno de los mejorcitos de Argentina. Y las espaldas de Molina (aprovechadas por el muy buscado Brereton), era la fórmula de ataque preferida de Chile, que complicaba.
Sin embargo, en el mejor momento chileno, aún sin un dominio claro del juego, llegó el segundo de Argentina. Hubo complicidad de Bravo, que enseguida fue reemplazado, cuando De Paul ganó las espaldas de los volantes chilenos, remató con fuerza al arco pero al medio, justo al lugar en el que estaba parado el arquero, que dio rebote y allí estuvo Lautaro Martínez para capitalizarlo y empujar la pelota a la red, volviendo a poner justicia en el resultado.
El 4-3-3 fue clarito, la idea también. Argentina fue un equipo compacto, que jugó ese primer tiempo a no rifar la pelota y lo consiguió. Fue más que Chile y la victoria parcial era indiscutida. Si bien del medio hacia arriba se jugó con muchos jugadores de ataque, todos colaboraron en la recuperación y esa intención de que las líneas jueguen juntas, que se achiquen los espacios, fue el argumento para que Chile no encuentre tantos espacios.
Argentina le prestó la pelota a Chile en el complemento, pero ya Brereton no fue el mismo y a pesar de que Montesinos llevó alguna complicación por el costado izquierdo, adoleció de profundidad y terminó tirando centros que fueron bien resueltos por una defensa que tuvo firmeza y aguantó sin demasiados contratiempos toda la parte final.
Se fue cayendo el nivel de algunas individualidades. Ya Di María y el “Papu” Gómez no fueron los mismos, lo propio pasó con Nicolás González y Lautaro quedó aislado arriba y sin recibir la pelota. Por eso, los cambios trataron de airear un equipo que tampoco tuvo demasiadas ideas ni precisión para aprovechar algún contragolpe o capitalizar los espacios que lógicamente se abrieron con el adelantamiento de una selección chilena que fue víctima de su propia impotencia.