Enrique Cruz (h)
Con Neymar como abanderado Brasil se “floreó” ante Argentina.
Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Belo Horizonte)
Fue un show de Neymar. Hacía mucho tiempo que un solo jugador, por sí mismo, no le pintaba la cara a la selección. Hizo lo que quiso. Se estacionó por el sector de Zabaleta y desde allí ensayó todo lo que quiso. Y cuando tiró diagonales también hizo estragos, como en esa monumental jugada en la que dejó dos hombres en el camino (a Mascherano parado como un poste) y el palo nos salvó momentáneamente, ya que minutos más tarde llegaría el desquite de Neymar con su tanto marcado en el final del primer tiempo.
En contrapartida, Messi no podía ni siquiera acercarse a ese desequilibrio notable de la gran figura. Estuvo opaco y hasta errático en los tiros libres. La diferencia de ritmo y de preponderancia entre uno y otro, fue el fiel reflejo de lo que pasó en un primer tiempo decisivo para Brasil.
Diferencias muy grandes e inadmisibles desde lo físico y lo futbolístico, nervios, impotencia. Un cóctel explosivo para un equipo peligrosamente desmembrado, con un entrenador con poca respuesta para tratar de salir de esta adversidad.
Este es un partido “saca-técnico”. No se perdió contra cualquiera. Es Brasil, un “clásico”, y también cuenta la forma. No sólo por el resultado en sí, sino por el rendimiento que tuvo el equipo y por la manera abrumadora en que fue superado.
Duele perder así. Pero más que dolor es preocupación. Profunda preocupación para un equipo que cada vez juega peor y que ahora está poniendo en serio riesgo la clasificación para el Mundial. Brasil nos dio una lección de fútbol. Y Neymar jugó un partido como los dioses.