El Bati-gol cumplió 55, uno más de los que convirtió en la selección
El ex delantero de la selección argentina, nacido en Avellaneda (aunque reconquistense por adopción) el 1 de febrero de 1969, festejó 54 goles en 77 partidos con la celeste y blanca; Lionel Messi anotó 106 en 180 encuentros.
El Bati-gol cumplió 55, uno más de los que convirtió en la selección
"Capacidad, oportunidad y suerte", dijo alguna vez Jorge Griffa (fallecido hace muy poco tiempo), que son las tres cosas necesarias para triunfar tanto en el fútbol como en la vida. Este maestro y captador de talentos ha descubierto a figuras como Jorge Valdano, Marcelo Bielsa, Abel Balbo, Sebastián Battaglia, Carlos Tevez, Fernando Gago, Éver Banega y, por supuesto, Gabriel Batistuta.
Precisamente este gran goleador argentino, y el mejor nueve que tuvo la selección argentina, supo hacer valer su capacidad y aprovechar la oportunidad que le brindó su mentor, pero además tuvo que aprender (a fuerza de un enorme sacrificio) que no basta con suerte para alcanzar la gloria, también hace falta dar todo.
Gabriel Batistuta, segundo goleador histórico en el seleccionado argentino de fútbol y referencia ineludible en la Fiorentina de Italia de la década del '90, cumple hoy 55 años y el recuerdo del futbolero medio sigue manteniendo al Bati-gol en la cima de un Olimpo imaginario.
Nació un primero de febrero de 1969 en la ciudad santafesina de Avellaneda, aunque siendo muy chico, su familia se mudó a Reconquista, a pocos kilómetros de su ciudad natal. Hijo de Osmar, un empresario agropecuario de la zona, y Gloria. Se casó con Irina y tuvieron cuatro hijos.
Con la rojinegra. Su debut como futbolista profesional fue a los 19 años con la camiseta de Newell's, cuando el Piojo Yudica era el DT leproso.
El otrora centrodelantero albiceleste obtuvo una marca difícil de equiparar. Solamente un extraordinario Lionel Messi (106 goles en 180 partidos) supera en la lista al atacante que comenzó su carrera en Newell's de Rosario, que festejó 54 veces en 77 encuentros.
Jorge Griffa, emblemático reclutador de jóvenes futbolistas que falleció recientemente, puso sus ojos en ese joven rubio con pinta de "gordito" y lo llevó a la entidad del Parque de la Independencia de Rosario.
Cuando ya había cumplido los 19 años, en setiembre del '88, el sabio José Yudica, por aquel entonces DT principal de la Lepra, lo hizo debutar en un partido ante San Martín de Tucumán. Ingresó en el segundo tiempo en sustitución de Juan Sen.
Algunas buenas actuaciones con goles le permitieron llegar a River (1989), donde apenas tuvo rodaje (4 tantos en 24 partidos). El mercado de pases de aquellos tiempos permitió una rareza que hoy se transformaría en afrenta o sacrilegio. Desde la entidad de Núñez pasó a Boca (1991).
Conquistó Florencia. Así como Maradona fue el hijo adoptivo de Nápoles, el Bati lo fue en la Fiorentina a fuerza de goles, como siempre.
En aquel equipo dirigido por el uruguayo Oscar Tabárez, Batistuta se transformó en lo que más tarde representó; el Rey del gol.
El centrodelantero, haciendo una gran dupla con Diego Latorre, supo mostrar allí los argumentos que luego lo convirtieron en amenaza para los defensores adversarios: velocidad para atacar los espacios, potencia para sacar disparos desde distintos puntos del campo, buen cabezazo, ubicuidad en el área.
Batistuta encendió los festejos en una entidad xeneize necesitada de títulos (no ganaba un campeonato oficial desde 1981 con Diego Maradona) y condujo al equipo de la Ribera al título del Clausura 1991. Pero la felicidad no fue completa porque el conjunto de Tabárez no pudo con el Newell's de Marcelo Bielsa que se impuso en los penales y se quedó con el campeonato anual.
Pero Batistuta no fue de la partida en esa final. Sus goles y su voracidad ofensiva despertaron el interés del DT Alfio "Coco" Basile, quien lo convocó para el seleccionado argentino.
Nació el Rey del Gol. Con la casaca de Boca, con Diego Latorre como ladero, Batistuta se cansó de hacer goles y de ganar torneos.
Y en la Copa América Chile '91, el Bati-gol inició otro romance; esta vez con la camiseta celeste y blanca. Seis tantos a lo largo del certamen para transformarse en el artífice central de ese título del otro lado de la Cordillera.
Esas actuaciones despertaron, lógicamente, la atención en un Viejo Continente sediento de anotadores del mercado argentino. Y la Fiorentina, que buscaba posicionarse en Europa, lo contrató por especial pedido de su presidente, Mario Cecchi Gori.
En la ciudad de Florencia, el goleador halló "su lugar en el mundo". A fuerza de festejos, el atacante se convirtió en ídolo indiscutido. Colaboró al retorno a la Serie A en la temporada '93-'94 (26 tantos) y a los títulos de la Copa y Supercopa de Italia (ambas en 1996). Acumuló un total de 207 goles en 332 partidos.
Paralelamente, la historia de Batistuta también encontró eco con la camiseta celeste y blanca. Dos goles en la final ante México (2-1) para conquistar la Copa América '93 en Ecuador (último título oficial del seleccionado argentino antes de la obtención del mismo trofeo por parte de la Scaloneta), otros cuatro en el Mundial EE.UU. '94, cinco más en Francia '98 y un último en Corea Japón 2002, en el 1-0 a Nigeria, en Ibaraki. De este modo, el santafesino aglutina 10 conquistas en Copas del Mundo.
A principios del siglo XXI, el idilio Batistuta-Fiorentina fue perdiendo fluidez por la tensa relación entre el presidente del club y el goleador. Eso decidió que la Roma comprara su ficha en una suma cercana a los 50 millones de dólares.
En el equipo de la capital italiana, el centrodelantero se destacó y ayudó al Scudetto de la Serie A en 2001. Luego pasó al Inter (2003) y, con su carrera en declive, terminó en Al Arabi de Qatar (2003-2005), donde mantuvo un buen promedio (25 goles en 26 partidos), pero en un fútbol mucho menos competitivo.