El atleta natural de Armstrong, dirigido por el prestigioso adiestrador Francisco Mura (preparador físico de San Lorenzo de Almagro, campeón del fútbol argentino dos años antes) empleó dos horas 34 minutos 51 segundos en recorrer los 42.195 metros y aventajó al resto de los 42 participantes.
Cabrera realizó la carrera desde atrás y al entrar al estadio de Wembley se ubicó segundo del belga Etienne Gailly. Ganó la presea peleando, cosa que, por otra parte, hizo toda su vida: fue cosechero, jornalero, bombero, profesor de educación física, etcétera. Corrió alrededor de 300 carreras y ganó más de 250.
Cuando el 7 de agosto de 1932 el rosarino Juan Carlos Zabala obtuvo el Maratón Olímpico de Los Angeles (Estados Unidos), la noticia lo conmovió: "Si Zabalita lo hizo, ¿por qué no yo? Tenía 13 años, allí nació su vocación por el deporte número uno.
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El prestigioso fondista nacional nació el 2 de abril de 1919 en la localidad de Armstrong, en el sur de la provincia de Santa Fe, en la calle que hoy lleva su nombre, bulevar Delfo Cabrera.
Su padre, Claro Cabrera y su madre Juana Gómez, habían plantado seis naranjos en el frente de su casa en honor al nacimiento de sus seis hijos le decían la casa de los naranjos. El fallecimiento de su progenitor, lo obligó desde muy joven, al ser sostén de la familia teniendo que trabajar en muchos oficios.
Trabajó mucho tiempo en la construcción de la ruta nacional 9 con su hermano; al principio volvían caminando a su hogar pero luego que la construcción se iba alejando del pueblo, empezaron a volver corriendo, esto los llevó a tener muy buenas condiciones físicas. Tenía 12 años y ocurre un hecho que le marcaría el rumbo deportivo.
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"Cuando (Juan Carlos) Zabala gana el Maratón de Los Angeles en 1932, me entusiasmé y me dirigí a la orilla de mi pueblo; desde allí corrí hasta el centro, serían unos 10 kilómetros; llegué muerto, pero lo hice. Esa noche mientras me revolcaba del dolor en las piernas, me propuse ser corredor de largas distancias y repetir el título de Zabalita", reveló Cabrera.
Al año siguiente participó en "La vuelta de Armstrong", una corrida de 4.500 metros en la cual sale segundo por 20 metros. Poco después en una competencia en Rosario cuando tenía 18 años conoce al entrenador de San Lorenzo de Almagro, Francisco "Pancho" Mura, que al observar las condiciones de ese joven le propone ir a Buenos Aires, que se concreta recién tres temporadas más adelante.
El bombero de la capital
A los 26 años, trabajando como bombero de la Policía Federal se casa con Rosa Lenta, una joven que conoció en una fábrica textil años atrás. En 1941 y 1942 fue campeón nacional en 3.000. y 5.000 metros; en 1946 se adjudicó el argentino de 10.000 mts. y un año después subcampeón en nuestro país y en el sudamericano. Cuando llegó el momento para clasificar a los Juegos Olímpicos, sufrió un accidente, pero debido a sus antecedentes se aceptó su inscripción.
En la despedida de la delegación Argentina, el presidente de la Nación prometió que a los ganadores de medalla de oro se les premiaría con lo que necesitaran, señaló Delfo "Fito" Cabrera (h), lo que mi padre necesitaba era una casa. Después de su victoria, el primer telegrama que recibió fue: "Casa asegurada, Juan Perón".
El equipo argentino viajó integrado por tres atletas: Delfo Cabrera (Santa Fe), Eusebio Guiñez (Mendoza) y Armando Sensini (Bahía Blanca).
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El 7 de agosto amaneció muy nublado, con una temperatura agobiante, aunque una llovizna posterior bajó la intensidad del calor; Delfo desayunó con un vaso de jugo de naranja, tostadas con mermelada, dos tiras de jamón cocido y una taza de café con leche; se tira a la cama y a las 11 de la mañana come un churrasco con verduras, medio vaso de vino y una naranja. La prueba se inició a las 15, con 43 competidores de 23 países del universo.
El recorrido, con largada y llegada en el Estadio de Wembley (con tribunas de madera y techo de chapa, tras la Segunda Guerra Mundial) iría por la zona noroeste de Londres, donde había numerosas cuestas que lo convertían en un trazado desgastante. Sería muy difícil poder quebrar el récord mundial vigente de 2 horas 25 minutos 39 segundos del coreano Suh-Yun-Bok.
A la salida de Wembley, Cabrera con paso contenido estaba 31, a los 2 kilómetros tomó la punta el belga Etienne Gailly, seguido por un pelotón que contaba con el veterano mendocino Eusebio Guiñez, el chino Wen Gnau Lou, el coreano Choi Yoon-Chil (entrenado por Kitei Son, el campeón de Berlín '36) y el francés Renée Rosset.
Algo más de 20.000 metros se habían recorrido cuando se observó que Cabrera, el bombero argentino empezaba a apurar el paso y pasaba corredores como si fuesen postes.
Gailly, en el kilómetro 35 estaba puntero, después que el coreano Choy Yoon-Chil, que era el líder, abandonó porque sus piernas no le respondían; entonces el británico mostraba cierta fatiga, escoltado por Guiñez y Cabrera, el cuyano le señaló entonces a Cabrera: "Estoy agotado, Negro, ahora tu tienes que ganar la carrera, estás entero, hazlo por la Argentina".
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La prensa tuvo la primera sensación, la idea dirigida de que el argentino con el N° 233 avanzaba mejor físicamente que todos los demás, por la misma puerta donde en la inauguración aparecieron los reyes, ingresaba en la pista el belga Gailly, con su casaca roja de vivos azules, vacilantes sus piernas, extraviada la vista, perdido por casi completo su sentido de orientación.
Los aplausos de todo el estadio estallaron; de pronto, a 15 metros pisaba la pista rojiza de Wembley, un atleta morrudo, fuerte, morocho, que braceaba sin esfuerzo, pisaba seguro y miraba con claridad, pasando a liderar la corrida, dio la vuelta olímpica y tomó la recta final mientras por los altavoces se decía "es el argentino Delfio Cabrero", los deportistas de nuestro país en las tribunas gritaban "Ar-gen-ti-na, se abrazaban y muchos de ellos lloraban".
Delfo descalzo era abrazado por todos sus compatriotas tras cortar la cinta y se quejaba del dolor en uno de sus pies: "el entrenador de natación argentino, Carlitos Sos, enfervorizado, saltando, me pisó y no puedo calzarme. Cumplí con la promesa que le hice a mi madre: ganar la medalla dorada; al presidente Perón y a todos los argentinos", aseguró el vencedor de la más importante prueba de los Juegos, agregando que "ahora quiero ver el izamiento de la bandera y cantar el Himno Nacional Argentino, además que el corazón resista tanta alegría", concluyó.
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