Por Tomás Rodríguez
Al minuto 57 segundos del duodécimo capítulo de la pelea por el título mundial de peso medio, una derecha con violencia del retador argentino Carlos Monzón provocó una espectacular caída del titular de ese cinturón, Giovanni “Nino Bello” Benvenuti, escuchando en el tapiz la cuenta del “out”, obteniendo el pupilo de Amilcar Oreste Brusa la corona mundial de la Asociación (AMB) y del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), provocando una euforia y notable fiesta popular en Santa Fe y la Argentina, sorprendiendo al mundo pugilístico que vio nacer a un ídolo y a un campeón incomparable que reinó hasta su retiro el 30 de julio de 1977.
Por Tomás Rodríguez
El histórico 7 de noviembre de 1970 llovía en Roma. Ambos púgiles pesaban 72,500 kilogramos y las sorpresas para el monarca empezaron desde el primer capítulo: el aspirante sacó un cros de derecha y dos izquierdas. Para el sexto asalto Benvenutti emparejó las cosas, pero con algo de desorden el santafesino colocó buenos golpes; el público nervioso lanzaba naranjas al cuadrilátero. El siguiente round fue clave para el triunfo del pupilo de Brusa; atacó decidido desde el campanazo inicial y consiguió un castigo importante en la zona baja del local.
En el décimo, Benvenutti recurrió a las trabas y en el undécimo Monzón sacó grandes ventajas mediante un ataque basado en su izquierda. Ese dominio se intensificó en el 12° round, como el del fin de un reinado legendario; el poseedor de la coorona no pudo descifrar un enigma que lo había perturbado; para Italia, el monarca, los periodistas de Roma y de todo ese país, la derecha de Monzón impuso respeto desde que lo vieron trabajar y cuando tomaron conocimiento de su palmarés.
El púgil argentino, astuto, hábil, bien dirigido y entrenado magníficamente por Amílcar Brusa, apoyó su acción con la mano izquierda que causó estrago en Benvenuti y que lo dejó sin poder usar la inteligencia, su fuerte.
Fue un avasallamiento total por parte de Monzón, entero y cada vez más lúcido, dueño absoluto de la situación y que llegó a jugar y correr por el cuadrilátero al poseedor del cinturón mediano; poco antes de los 2 minutos fue la hora esperada; una zurda arriba y una derecha cruzada hicieron retroceder al local, un uno-dos perfecto tirado por el argentino con absoluta seguridad y destino exacto; el italiano se fue contra las cuerdas, después de cruzar el ring caminando hacia atrás y para zafarse de otra zurda del retador se agachó tirándose hacia su derecha; Monzón que había “olfateado” esa única salida del campeón, cercado por el encordado, mandó con todo la famosa derecha. Llegó justa, neta, exacta al costado de la boca de Benvenuti que cayó fulminado; el natural de San Javier se fue al rincón neutral casi sin mirar su obra.
El juez alemán Rudolph Drust corrió a contar, Benvenuti quedó de rodillas, con la mandíbula apoyada contra la lona; quiso reaccionar cuando la cuenta llegaba al fin y se volvió a caer; el campeonísimo había caído abatido, fulminado, tardó un rato en reaccionar, pero más lo hizo el público que no lo podía creer. Monzón fue al centro del cuadrilátero y el árbitro germano le levantó la mano decretándolo ganador por K.O. en el 12do. asalto. En ese escenario donde Benvenuti era patrón, el santafesino escribió una de las páginas más gloriosa, la mejor de todos los tiempos en materia de lograr un título mundial; obteniendo un nocaut brillante, buscado sin desesperación y como epílogo de un certero remate de la mano que había hecho hablar a toda Italia...
En forma vergonzosa se pudo comprobar la conducta de los jueces que debían dictaminar el resultado del encuentro debido que al término de la desigual lucha las tarjetas de los jueces George Condré (Francia), Aime Leschot (Suiza) y el propio germano Drust, favorecían en forma insólita al destronado monarca italiano.
En la Argentina y especialmente en Santa Fe y San Javier, desde esos momentos inolvidables, se vivieron días considerados como de fiesta nacional.
El vespertino local “El Litoral” tenía su enviado especial, Pedro Oscar Roteta, subjefe de la Sección Deportes que siguió toda la campaña del entonces campeón argentino y sudamericano y ubicado N° 2 del escalafón de la AMB (Asociación) y CMB (Consejo Mundial de Boxeo).
El Palazzo Dello Sport, situado en el barrio El Eur, en las afueras de Roma, una obra de arte en pequeñas dimensiones con capacidad para 20 mil personas, donde se recaudaron 100 millones de liras por entradas y 40 millones más por derecho de televisión. Prueba evidente de la popularidad del “Nino Bello” que siempre combatió allí y jamás había perdido.
La barra de aficionados de Santa Fe, estimado en 200 hinchas, portando banderines celestes y blancos, perfectamente identificables, alentaban al natural de San Javier, siendo la guerra de gritos desigual. El alarido de “¡Ni-no! ¡Ni-no!”, retumbaba y parecía hacer temblar las paredes; jóvenes, mayores adultos, pibes, chicas en mini y maxi, apuestos doctores, abogados, profesionales, empresarios, comendatores y toda la lista tenía sólo dos silabas “Ni-no! ¡Ni-no!”.
La masa italiana al divisar al galán de cabello rubio, con escasas marcas en el rostro, que dejó avanzar al retador para ser el primero en subir al ring, gritaba enfervorizada. El espectáculo maravilloso, dos atletas entraron por un pasillo portando las banderas de Italia y Argentina.
Se escuchaban tímidos aplausos para recibir al clan sudamericano: el profesor Patricio Russo (vendió su auto para no perderse el viaje), el adiestrador Amilcar Oreste Brusa, el mediopesado José Menno, un trotamundos del boxeo, el challenguer Carlos Monzón (bata marrón, pantalón rojo, medias azules), el promotor argentino Juan Carlos Lectoure y policías que custodiaban al púgil santafesino.
El “Nino Bello” hasta entonces había triunfado 31 veces en Roma, era un verdadero ídolo de los aficionados italianos. Esta fue la primera vez que Benvenutti, que hizo su undécima presentación en una pelea por el título mundial, fue noqueado por su oponente. Su fracaso ante el monarca sudamericano significó la quinta derrota contra 82 victorias y un empate en ocho años de carrera profesional.
Para “Escopeta” Monzón, que hacía su primer viaje fuera de América del Sur, el triunfo que le significó la corona mundial fue su sexagésima novena conquista con sólo tres derrotas (se tomó amplio desquite de sus rivales: el platense Antonio Aguilar, el español Felipe Cambeiro, nacionalizado brasileño, y el puntano Olea Alberto Massi)), nueve empates y una sin decisión.
Entre 1958 y 1961 Monzón había formado pareja con Zulema Encarnación Torres, habiendo nacido su primer hijo, Carlos Alberto; luego se casó con Mercedes Beatriz García, a quien llamaba cariñosamente “Pelusa”, cuyos dos primeros descendientes fueron Silvia Norma, la única mujer, el 20 de febrero de 1963, y Abel Ricardo, el 19 de octubre de 1966.
El natural de San Javier comenzó a boxear en el club Cochabamba, en el barrio Barranquitas Oeste de la ciudad capital, siendo dirigido por Marcelino “Mono” Martínez y Roberto Agrafogo. Más tarde pasó por el recordado Minella Boxing Club, en Paraguay 3082 (con Américo Bonetti, Oscar Cadenas, Pedro Benelli -estos dos últimos se radicaron luego en Buenos Aires-, Ramón Vargas, Ramón “Chocho” Perelló, entre otros) dirigido por el propio Ricardo Ceferino Minella, además de su amigo Sixto “Captura” Gómez (quien lo llevó a ese gimnasio) y Lito Zanutigh, donde se mantuvo poco tiempo y luego comenzó a trabajar bajo las órdenes de Amílcar Oreste Brusa en el Club Unión.
La campaña de Monzón como aficionado se inició el viernes 2 de octubre de 1959 en el Pabellón Deportivo (donde se realizaba anualmente en el mes de septiembre la exposición de Industrias en la Sociedad Rural de Santa Fe) cuando tenía 17 años, un mes y 25 días, empatando en tres asaltos, con Raúl Cardozo.
Hasta el 2 de octubre de 1962 realizó 87 combates, ganando 73, empató seis y perdió ocho (con su amigo y compañero de gimnasio, Rodolfo Ceccarossi, se tomó luego desquite, tres veces con Raúl Pérez, Salvio de Meo, René Lamboglio, Ismael Hamze y Orlando Mariño).
La primera presentación en el campo rentado de Carlos Monzón fue cuando tenía 20 años, cinco meses y 30 días, en el desaparecido escenario del club Ben Hur de Rafaela, en Saavedra al 400, derrotando por KOT en dos vueltas al entrerriano Ramón Montenegro, el 6 de febrero de 1963. En un encuentro con amigos de la prensa, en la época de gloria, reveló que “Brusa me corrigió algunos detalles técnicos, me decía “coloque las manos más arriba, la izquierda en directo apuntada al pecho” y me explicaba que la derecha debe ser sorpresiva; por mi altura (1,81 m.), me hacía practicar esa izquierda al pecho, debido a que la mayoría de mis rivales iban a ser más bajos”.
El 29 de diciembre de 1965 Monzón se adjudicó el cinturón “Eduardo Lausse” (el campeón sin corona, 87 combates, 75 triunfos, 67 por KO, 10 caídas y 2 empates) al ganarle por puntos a Carlos Salinas. Tras ser proclamado campeón provincial el 1º de febrero de 1966, expuso la faja por primera vez el 4 de febrero en la desaparecida cancha de básquetbol del Club Unión ante el rosarino Ramón Dionisio Rocha, ganando por decisión.
El 3 de setiembre del año siguiente, en su pelea N° 40 como profesional, logró el cetro nacional de los Medianos ante Jorge José “Gallego” Fernández, en el emblemático Luna Park, a quien venció en 12 capítulos por puntos. En el cuarto asalto un derechazo casi saca del ring al púgil porteño, ganando 300.000 pesos, terminó su casa y no volvió a trabajar más. El 10 de junio de 1967 le quitó la corona sudamericana al mismo oponente, el llamado “Torito” de Pompeya (130 peleas, ganó 117, 84 por KO, perdió 10 y empató 3).
El 2 de julio de 1970, Tito Lectoure lo llamó urgente a Amílcar Brusa donde le confirmó la pelea por el cetro universal y le ofreció dinero para su preparación. Había arreglado por una bolsa de 16.000 dólares. En un reportaje en la Plaza Roma de Buenos Aires, cerca del Palacio de los Deportes, “Escopeta” Monzón afirmó que creía en Dios y que antes de una pelea importante le hacía una promesa a la Virgen de Guadalupe; que poseía un Gordini y aspiraba a un Torino; que le agradaba el asado, el cine, la televisión y la caza; además que Santa Fe era la mejor ciudad del mundo. Reconoció que el dinero que había obtenido hasta entonces lo había invertido en construir dos casas y en el auto.
El 19 de octubre de 1966 nació su segundo hijo Abel Ricardo y continuaba con sus costumbres: paraba en el bar La Serrana (bulevar Pellegrini y Paraguay), propiedad del gallego Antonio Fernández Ojea (actualmente vive en Valencia junto a su hija María Elvira) al que “Pelusa” llamaba La Facultad y también en el Club Río de Janeiro de Barranquitas Oeste. Antes de la pelea con Benvenutti, el promotor del Luna Park, Juan Carlos Lectoure, organizó varios combates del pupilo de Amilcar Oreste Brusa con púgiles extranjeros.
“Escopeta” había alcanzado el titulo argentino y sudamericano a los 23 años frente a Jorge José Fernández (campeón nacional superwelter y mediano, 130 peleas ganó 117, 84 por KO, perdió 10 y empató 3) en el Luna Park; en 1967 combatió dos veces con Tito Marshall y en 1968 frente a Douglas Huntley, Charles Austin y Johnny Brooks; una temporada después fueron sus oponentes Harold Richardson y Tommy Bethea; defendiendo también el cetro subcontinental ante el uruguayo Rubén Orrico y el brasileño Manoel Severino.
En su edición del domingo 8 de noviembre de 1970, el matutino “Nuevo Diario” a nueve columnas en primera página publicó: “Monzón con su golpe conmovió a Santa Fe y ya es Rey”; en tanto en la página 13 decía: “Santa Fe se detuvo. Una derecha paralizó a la ciudad. Monzón se incorporó a su historia”; mientras que a doble página (14 y 15) “Un ‘Escopetazo y los Romanos sin Emperador”, incluyendo las fotos inolvidables en el momento más memorable del boxeo y deporte santafesino.
Asimismo, en la página 16, el matutino afirmaba: “Monzón Campeón Mundial”, asegurando en un recuadro: “Antología del Nocaut” y en una bajada: “Muerto el Rey, Viva el Rey” y “El ídolo despierta a la ciudad”. Explicaba el matutino que “caravanas integradas con vehículos de todo tipo, murgas y comparsas, cantos, vivas y todo tipo de expresión, irrumpieron de repente en las hasta entonces calles desiertas santafesinas”.
Fue un trayecto de alta tensión emotiva al llegar hasta la casa de los suegros del flamante monarca, allá en Villa Yapeyú; no sin antes realizar una pasada previa por el “Bar el 5” (en la parada de la línea de colectivos) de propiedad de Nicéforo, un hermano de Carlos Monzón, el mismo al que el título universal le costó la donación de dos vaquillonas para reunir posteriormente a todo el vecindario. Asimismo, al arribar al lugar Pelusa, su esposa y sus dos hijos, Silvia Norma y Abel Ricardo, acompañados de don Roque Monzón y Amalia Ledesma, los padres del nuevo campeón, el fervor se renovaba a cada instante alcanzando contornos inenarrables por la emoción de los aficionados ante la proeza obtenida por el humilde boxeador local que conmocionó al universo.
Al día siguiente del resonante éxito, el vespertino local “El Litoral” en la tapa a 9 columnas afirmaba que “Monzón obtuvo el cetro Mundial de Peso Medio”. En otro sector explicaba los Juicios Italianos: “Monzón parece casi imbatible. Fue Destruido Nino Benvenuti”; reconociendo, al propio tiempo: “Mucho más que la fuerza de un brazo” y al referirse a su localidad natal señalaba el diario santafesino que “allá en San Javier, su pueblo, se vivió jornada inolvidable”.