Viernes 10.6.2022
/Última actualización 19:57
Quedará en la historia por muchas cosas lindas (los dos clasificados a octavos en sus respectivas copas de Conmebol), por algunas cuestiones neutras (será el primer derby con el famoso VAR) y por un detalle alarmante: el despliegue de la fuerzas de seguridad es algo impropio, desubicado y obsceno para los tiempos que vivimos como sociedad. El sólo hecho de pensar que el operativo afectará 1.000 efectivos en total para un estadio que, con toda la furia, estará en 35.000 espectadores.
"Posiblemente el domingo aparezca llena, pero el clima previo está raro. No existe ese agite que nos acostumbra Colón: la grieta de la barra, después de los tiros del sábado en los festejos, asustó a mucha gente. En líneas generales, no hay un mango y no se venden populares. Además, muchos piensan en las diez lucas que puede costar ir a Córdoba contra Talleres por la Libertadores", explica un viejo vocero sabalero amigo de la casa.
Aún así, el número de 1.000 efectivos genera como mínimo cosquilleo. Nos debiéramos poner todos un poco colorados de vergüenza como santafesinos. Por eso la pregunta nos incluye, como periodistas en lo individual y como medio de comunicación en general: ¿qué hicimos con el clásico Colón-Unión?...¿cómo llegamos a este punto sin retorno?. Porque está claro que jugarlo con 1.000 efectivos es un callejón sin salida. Porque si "sale bien", de ahora en más será la base "para que no pase nada". Si sale mal, habrá que ir por más: 1.200, 1.300 ó 2.000 policías. Total, que pague Dios.
El otro dato que agrava absolutamente todo es que estamos amurallando un estadio, un barrio y gran parte de la ciudad para un partido que se juega con...¡una sola hinchada!. Sólo locales y apenas 40 visitantes. O sea, en el mejor de los casos que aparezcan 35.000 tickets, tendremos un policía cada 35 simpatizantes.
Los números de la fiesta de todos arruinada por pocos dan más miedo que los de la inflación más el dólar. Repasemos:
- 19 Grupos de Infantería de "refuerzo"
La verdad, ni Oliver Stone se hubiera animado a semejante montaje, para un partido que debiera ser disfrutado como nunca en Santa Fe: cansado de mirar las copas de los equipos rosarinos, es la primera vez que jugamos un clásico con los dos clubes clasificados a instancias decisivas de los torneos de la Conmebol: Colón en la Copa Libertadores y Unión en la Copa Sudamericana.
La otra postal que alarma es la frase "vamos a dejar uno de los codos del estadio de Colón como pulmón". Peor, imposible: 35.000 locales, ningún visitante, una sola hinchada con los mismos colores y hay que "dejar un pulmón". Sin dudas, merecemos extinguirnos.
Mientras el Gobierno Provincial, con argumentos totalmente justos y valederos, le pide al Estado Nacional la presencia de gendarmes por cuestiones que ya ni hace falta enumerar, el domingo nos daremos el lujo en la capital de la provincia invencible de "usar" 1.000 policías para controlar 35.000 personas durante 90 minutos.
No me interesa cuánto cuesta, quién los paga o cómo se paga. No es ésta una columna política, es una alarma social: ¿qué hicimos con el clásico de Santa Fe para llegar a ésto?....¿qué nos pasó?...¿qué nos perdimos?. Si algo volvió peor en la ciudad de Garay, post pandemia, éso es el clásico. Sin dudas.
Mientras Don Julio y Gustavo sueñan en el país de las maravillas sin Alicia pero con un clásico Colón-Unión amistoso "en el verano y con las dos hinchadas", la realidad de este otoño disfrazado de invierno indica que lo vamos a jugar el domingo, a las 13, con 1.000 efectivos para 35.000 personas. O sea: un policía cada 35 hinchas.
Está claro que el fútbol genera amores y odios. Vamos a las pruebas: "El fútbol es popular porque la estupidez es popular –decía–. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos. El fútbol despierta las peores pasiones. Despierta sobre todo lo que es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al deporte, porque la gente cree que va a ver un deporte, pero no es así. La idea de que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible”, sentenciaba un tal Jorge Luis Borges. O sea el que odia, odia. Borges, claramente, odiaba el fútbol.
Lo alarmante de este desmadre social que genera jugar un Colón-Unión con 1.000 efectivos para 35.000 hinchas con un estadio lleno con locales y sin visitantes se refleja en un solo dato. No estamos cansando a los que odian la pelota. Estamos dejando sin ganas a los que aman el fútbol y siempre esperaron el clásico como Navidad y Fin de Año en el almanaque. Esos que dejaban la vida por ir a la cancha no quieren dejar la vida por ir a una cancha. Vuelvo al principio: ¿qué te hicimos viejo y querido clásico de Santa Fe?.