El domingo se jugará, en el estadio Brigadier López, el primer clásico Colón-Unión pandémico de la historia. Que los 90 minutos generen algo de alegría en medio de tanta tristeza humana. Que la pelota nos acerque, basta de grietas.
Nacemos acá. Y casi antes del nombre, va la pregunta del ADN en el mismo Sanatorio: "¿Es de Colón o de Unión?". Se pelean tus hermanos grandes, tíos, padres o abuelos para ver quién te compra la primera camiseta. El que pone primera, se cree millonario. "Se la regalé yo", gritan inflando el pecho. Y ese marca te va a quedar toda la vida. O no. Porque también están esas historias poco creíbles: "Cuando yo era chico, era del otro club. Me cambié de grande". Es uno en un millón, por lo menos en esta comarca de Garay.
Nacés, crecés...Después vas a la escuela, primaria, secundaria...valida lo mismo. Los de Unión de un lado, los de Colón del otro. Seguís creciendo, llega el primer laburo, las peñas, el grupo de la pelota de los sábados. Todo se divide de manera "bíblica": los de Colón y los de Unión. Ni qué hablar a la hora de armar la nueva familia: ¿"Che, es verdad que tu mujer es raza?"...o "¡No te puedo creer, justo vos te juntaste con una tatengona!". Y cuando llegan los hijos la frase más "aterradora" de la historia: "¡Mirá si te sale para el otro lado, del otro club!".
Y así nos fuimos haciendo, con etiquetas, con lugares comunes, con frases hechas. "¡Me encantaría verlo a Serrat, pero canta en el Malvicino y yo no piso Unión", el lamento sabalero. O del otro lado, por ejemplo, la queja tatengue: "Me gustaban Los Palmeras, pero se les fue la mano". Y así con todo: el peluquero, carnicero, odontólogo, etc. "No pasa nada, pero sí son de la misma religión con los colores, mucho mejor".
Así nos hicimos, así nos hicieron. No hay una ciudad del mundo como Santa Fe donde un clásico de fútbol aparezca tan parejo en el historial, camino al choque número 100. Y como acá siempre estuvo nublado, sin estrellas, el derby brilla de manera impropia, desubicada y hasta de manera tóxica.
Hasta que un día nos levantamos y nos damos cuenta que el mundo se paró. Nos acordamos de Arrigo Sacchi: "El fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes". La única arteria que imaginariamente "une" o conecta una cancha de la otra (Avenida Freyre) será "cortada" al tránsito en pocas horas porque hay armar un Hospital Militar para darle pelea al COVID en Santa Fe. En el medio de esas dos pasiones, de López y Planes al Centenario, un pacto para vivir.
Entonces, despertamos de golpe. Y nos damos cuenta que esa frase hecha no va más. "El clásico acá en Santa Fe es de vida o muerte". Es que cuando nos quedamos solos, sin ruidos, nos dimos cuenta que "a cualquiera de nosotros se nos murió algún conocido" en este tiempo de mierda. La muerte no pasa por 90 minutos. La vida tampoco.
Vamos camino al primer clásico vacío en pandemia este domingo. Sin banderas, sin bombos, sin camisetas, sin gritos, sin abrazos, sin lágrimas. Ya no se puede cantar "el que no salta es de...". No hay nadie de este lado y no hay nadie del otro. Y hay muchos que ya no están, que es lo peor de este clásico.
La vida ya no va arriba de un resultado. Nos dimos cuenta de golpe, de un porrazo. El domingo se necesita que le pelota acerque; demasiado solos y lejos vivimos el último año. Acá nacemos, crecemos, vivimos, moriremos. Te marcan antes que el DNI en Santa Fe. De Colón o de Unión". Y te queda, gracias a Dios, para el resto de todo el viaje.
No hagamos borrones en pandemia. No tenemos margen como sociedad para errores insalvables. Por lo pronto, desde esas etiquetas que no ponen de chicos en esta bendita ciudad Santa Fe, tiremos una a la basura. Que nunca más un clásico Colón-Unión sea "de vida o muerte".