¿Cuáles son los secretos que esconde esa máquina de ganar llamada Argentina?
Es raro que en estos tiempos en los que tanto se habla de paridad y competitividad, un equipo logre triunfar con la naturalidad que lo hace la selección de Scaloni.
La selección se ha convertido en una “máquina de ganar”. Crédito: Reuters
Que Leo Messi haya batido el record de partidos ganados (23) en Copa América, parece un detalle que pasa desapercibido. Que el Dibu Martínez haya sostenido la valla invicta en 30 de los 41 partidos que lleva defendiendo el arco de la selección, es una locura y también parece algo natural. Que este equipo gane, gane y gane, es otra de las cosas que ya no sorprende. Esta selección hace simple lo que no es simple. No soy de los que anda por la vida apostando, pero supongo que Argentina debe pagar muy poco en ese mercado tan prolífico últimamente de las apuestas. Y hasta el propio Scaloni lo toma con una naturalidad y tranquilidad sorprendente. Desde ya que estos síntomas y estas realidades son muy bienvenidas. Y sirve para fortificar una idea que se viene plasmando desde hace un tiempo, porque no en vano esta selección estuvo 36 partidos invicta y rompió aquél record que se había construido con Alfio Basile de entrenador.
Scaloni es un entrenador simple, que catapultó tantas frases hechas, algunas de ellas demasiado científicas para algo que es un juego, que depende de muchos factores y, sobre todo, que la improvisación y el riesgo que se asuma, sin temores, pasan a convertirse en elementos determinantes.
Y esto lo digo más allá de lo que fue la actuación de Argentina. Porque Argentina no jugó bien, aunque haya ganado bien. Tampoco jugó mal, pero si hubo largos pasajes en los que el equipo “durmió”, si la pelota pasó poco por Messi, si el técnico tuvo que decir que puso a Acuña y a Montiel para darle “frescura”, si otra vez adoleció de contundencia y si la elaboración del juego no fue limpia, es porque evidentemente algunas cuestiones fallaron.
Pero lo que importa es la idea, es lo que se transmite, es el ADN, es la identidad, el estilo, la manera de afrontar los partidos. Eso no se negocia. Se intenta siempre, por más que el resultado final –no el marcador en sí, sino la producción- no sea el mejor. Difícilmente, Scaloni vaya a decir que no vio bien al equipo. Máxime si gana. Y no es por falta de autocrítica, sino porque valora esa entrega constante de este grupo en el que está muy claro que no hay uno solo que se aburguese o se duerma en los laureles.
El propio Scaloni lo toma con una naturalidad y tranquilidad sorprendente. Crédito: Reuters/Agustin Marcarian
Tanta es la intención de preservar la salud del grupo, que ya dijo que al partido del sábado lo van a jugar los que no vienen jugando. ¿Compromiso o necesidad?, concretamente, algo de las dos. Compromiso, porque un buen entrenador es el que cuida más a los que no juegan que a los que juegan, porque los que juegan tienen la confianza depositada en la elección; los que no juegan, miden cada “mimo” o cada palabra del técnico para saber dónde están parados. Y necesidad, porque hay jugadores a los que hay que cuidar, empezando por Messi. Los dolores en el aductor de la pierna derecha, los desencuentros del martes con la pelota y la edad, el principal rival que empieza a jugar en su contra y que lo “descubre” como un ser humano en el fondo, son las voces de alerta que gritaron en la imponencia del Metlife, mientras los miles y miles de argentinos prolongaban hasta muy tarde el festejo.
Para que Argentina no salga primera, tendrá que perder con Perú y Canadá deberá ganarle a Chile. Y además, una cosa o la otra (la derrota argentina o la victoria canadiense) tendrá que ser por una buena diferencia de goles. Chile tiene la chance de clasificar y lo conseguirá si vence a Canadá. Los chilenos se juegan una final. Y el martes demostraron ante la selección campeona del mundo que tienen con qué hacerlo, porque Gareca planteó un partido inteligente, con orden y solidez, tratando de que los minutos lo lleven a Argentina a un estado de desesperación por la no llegada del gol, que la haga trastabillar. Y hubo un par de situaciones en el segundo tiempo, antes del gol de Lautaro, que encontraron una formidable respuesta de ese “arquerazo” que tiene Argentina y que se llama Emiliano Martínez.
Volviendo a la idea, Scaloni se molestó un poco cuando alguien le dijo que MacAllister “por fin había pisado el área”, jugando de volante central como lo hizo. Y en realidad, no hay un solo jugador que tenga coartada la libertad de atacar. Mucho menos los volantes, algo que queda demostrado siempre y sin excepciones. MacAllister fue protagonista en el gol de Julián Alvarez contra Canadá y el martes le faltó entrarle un poco más de lleno a la pelota en ese tiro libre brillantemente ejecutado por Messi. La vuelta del mediocampo titular en Qatar, con Enzo Fernández y De Paul patrullando a los costados de MacAllister, que jugó un poco más posicionado por el medio, no tuvo este martes esa brillantez de aquellos partidos de Qatar. Incidió el rival. Fue uno de los aspectos en los que trabajó bien Gareca para que los espacios no aparecieran y Argentina no consiga progresar en la cancha. O por lo menos, que eso le costara más de la cuenta.
La selección se ha convertido en una “máquina de ganar”. Y esto no es algo habitual en el fútbol, cuando estamos en un tiempo en el que todo el mundo habla de la competitividad, el emparejamiento y esas cosas que se dicen para justificar algunas sorpresas y resultados inesperados. La única sorpresa que tuvo este equipo fue haber perdido con Arabia Saudita en el inicio del Mundial. Y resultó sanador. Le dijo chau al invicto de 36 partidos, le costó 45 minutos de “luto” contra México en el segundo partido y desde el momento del gol de Messi que abrió el marcador, arrancó esa etapa plagada de virtuosismo y de gloria.
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