A pura picaña, salchichas, cerveza y fernet: la previa "argenta" en la Gran Manzana
Como si fuera en los alrededores de cualquier cancha argentina, la playa de estacionamiento del Metlife fue una especie de pic nic gigante, como para que la fiesta blanquiceleste y neoyorquina sea aún mayor.
La única diferencia entre la previa en Estados Unidos y en Argentina es que, como pasa en nuestro país, los puestos de choripanes y hamburguesas no abundaban.
En New Jersey o Nueva York, la gente anda en auto. Los transportes públicos están y ayudan, pero básicamente todos tienen su auto y quieren andar en su propio auto. El MetLife es un estadio que en parte se adapta, porque tiene un parking impresionante e interminable. Pero las autopistas y los accesos no son “de goma”, por lo que no sorprendió que los embotellamientos arranquen desde muy temprano y terminen muy tarde, con mucha gente que utilizó casi 8 horas del día para ir a un estadio a ver un partido de fútbol.
Claro que no hay que echarle la culpa a que todos quieren ir en auto y que las carreteras –extensas, amplias y prolijas- no alcancen para descongestionar con rapidez a 82.000 personas. Acá se vivió una jornada bien “argenta”, de la que no se excluyeron los chilenos.
La única diferencia es que, como pasa en nuestro país, los puestos de choripanes y hamburguesas no abundaban. Y es que cada uno eligió la manera de pasarla bien, al rayo del sol y con una temperatura que trepó a los 30 o 32 grados. Y que no fue mayor porque el viento le puso un toque agradable a la tarde neoyorquina.
El olorcito a carne asada era atrapante. Y guiado por ese olor, El Litoral se acercó a una camioneta en la que dos bolivianos –de más está decir que son fanáticos de Messi y por eso siguen a Argentina- tiraban unos cortes de picaña que daban ganas de comerlo sólo por el hecho de sentir el olor.
Tampoco faltó la comida típica de este país. Hamburguesas y salchichas también se tiraron a la parrilla. Y proliferaban las camionetas con sus hornitos, anafes, parrillas alimentadas a electricidad o con leña y carbón para ir armando una previa que, obviamente, estuvo muy bien regada. Porque si algo no está prohibido en este país, es que se tome alcohol en los espectáculos deportivos. Comer y beber forman parte del partido, ya sea de fútbol americano, de béisbol o, en este caso, de fútbol convencional.
Sin incidentes, sin agresiones y sabiendo de los límites, esta vez no hubo gritos de “traidores” a los chilenos como pasó en Time Square en el banderazo. El recuerdo de Malvinas está siempre latente, no sólo en ese grito de “…los pibes de Malvinas que jamás olvidaré…”, de ese “Muchachos…” que nos sigue emocionando y nos hace cantar hasta quedarnos afónicos, sino porque hay actitudes que no cerraron al pueblo argentino, en este caso de parte de Chile.
Faltó el barril, pero no la cerveza. Tampoco el vino y el fernet. Y esos recuerdos que afloran cuando se está tan lejos de la patria. En Metlife, hubo miles de argentinos que hace mucho tiempo partieron en búsqueda de algo que en la Argentina no encontraban. Algunos escaparon de la inseguridad, muchos del desempleo, de la falta de oportunidades y del agobio por no ver, aunque sea allá lejos en el horizonte, la posibilidad de salir adelante. Algunos llevan décadas viviendo en este país, pero no se olvidan del terruño. Dejaron familia, amigos, infancias felices y hasta algún novio o novia, para venir “a ver qué pasa”. Muchos piensan en volver. Como le confió Luis Nuñez, ese santafesino de pura cepa y tatengue hasta los huesos, que hace 24 años que vive en Nueva York: “Yo no tengo dudas, hermano. La parte final de mi vida, mis últimos años, los voy a pasar en Santa Fe, en mi querida tierra y en el lugar en el que nací, me crié y tuve una infancia feliz”.
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