(Enviado Especial a Atlanta, EEUU)
Del “me cortaron las piernas” de Diego hace 30 años a la “renuncia” de Leo en el 2016. La tercera en este país, ¿será la vencida?
(Enviado Especial a Atlanta, EEUU)
26 de junio de 2016. MetLife Stadium de New Jersey (el mismo en el que Argentina jugará el segundo partido, ante Chile y la semifinal, si es que sale primero en el grupo y supera la instancia de cuartos en esta Copa América). Más de 82.000 personas lo colmaron para ver la segunda final consecutiva de Copa América entre Argentina y Chile.
En la primera, en Santiago, un argentino (Jorge Sampaoli) había sido el verdugo en una definición por penales que postergó el sueño de Messi de ganar algo con la selección. En esta del año siguiente, armada por el centenario de la longeva competencia, el mismo rival en el camino (dirigido ahora por otro argentino, el santafesino Juan Antonio Pizzi) y reeditando la final. Otra vez empate en los 120 minutos y definición por penales: 4-2 para los chilenos y un agravante, el de Messi marrando su disparo desde los doce pasos. Peor imposible.
-¿Qué te pasa, Leo?… ¡Vamos viejo, arriba ese ánimo, vos sos el mejor de todos, no te podés caer…!
-Ya está… Son cuatro finales… Es demasiado… ¿Saben qué siento, muchachos?. Que ya está… Que esto no es para mí… Además, erré el penal… Es demasiado, muchachos… Creo que ya está, que no hay vuelta atrás.
-Pero, ¿qué decís?… ¡Vos sos la selección, viejo…! Sos el líder, sos el mejor… Dejáte de embromar, Leo…
-No, no… Ahora salgo afuera y lo digo… Ya está muchachos, renuncio… Salgo, enfrento a la prensa y lo digo… No juego más en la selección.
La charla, imaginaria aunque posiblemente muy cercana a la realidad, se dio en un vestuario triste, abatido. El golpe había sido muy grande. Recuerdo a Gerardo Martino en la conferencia de prensa luego del partido, pasando su mano por encima de la cabeza, mirando para uno y otro lado, tratando de encontrar alguna respuesta en algún recóndito lugar de ese cerebro que le habrá funcionado a mil. No tenía palabras. Las buscaba y no las encontraba. Había contado con dos chances de ser campeón de América con Argentina y en ambas, con 365 días de diferencia, quedaba afuera en la lotería de los penales. Por ese entonces, el último éxito a nivel mayores se había producido en 1993. Eran 23 años de frustraciones. Y eso que se contaba con el mejor jugador del mundo. Tan increíble como inadmisible y real.
Ese gesto, incierto y vacilante, del Tata Martino era el presagio, el preludio, de algo que iba a darse unos días después, el 5 de julio. Hasta ese momento, la campaña del Tata era satisfactoria. Había dirigido al equipo en 29 partidos, con 19 victorias, 7 empates y 3 derrotas. Y en las Eliminatorias para el Mundial de Rusia, estaba tercero, a dos de los líderes, que eran Uruguay y Ecuador. Pero además de los números, de esas estadísticas que gobiernan no sólo al fútbol sino al mundo, el equipo jugaba bien. Había una línea de juego, una idea, una identidad. Ese equipo jugaba parecido, desde lo táctico y desde el funcionamiento, a éste de Scaloni. Parece que el “estilo Newell’s” estaba impregnado. Era un 4-3-3 bastante clarito. Faltaba coronarla, a esa idea de juego, con un título. Y que los problemas de afuera no repercutieran. Ni en el Tata ni adentro de su plantel.
Pero llegó el 5 de julio y el Tata Martino pegó el portazo. No se quedó “sin energías”, como años antes había señalado Marcelo Bielsa cuando se fue de la selección. Se había quedado sin respuestas por parte de quiénes debían darla y no la dieron. La crisis dirigencial era tan grande que el fútbol argentino se debatía en una mezcla de anarquía, falta de liderazgo y hasta un ridículo 38 a 38 en las elecciones para ver quién sucedería a Grondona, que se convirtió en el hazmerreir de todos.
¿Qué fue lo que pasó con el Tata?, 1) la negativa de los clubes de ceder jugadores con vistas a los Juegos Olímpicos que se jugaban al poco tiempo en Río de Janeiro; 2) por tal motivo, la postergación de los entrenamientos del equipo (apenas contaba con 9 futbolistas de un total de 18 que necesitaba para armar la lista); 3) la falta de apoyo de la dirigencia de los clubes para tal fin; 4) la acefalía que por ese entonces se vivía en la Afa; 5) los problemas logísticos que en su momento se debieron afrontar.
Chiqui Tapia no estaba ajeno a todo esto. Por entonces, era vicepresidente de una Afa que estaba en un proceso peligroso de desangrado, con Luis Segura no reconocido como máximo dirigente, con la Fifa en un papel de intervención y con la creación de una comisión normalizadora que tampoco puso demasiada claridad en tamaña oscuridad. “Es difícil ir a la guerra sin soldados”, se encargó de decir Claudio Tapia en aquél momento, cuando Martino apuntaba fundamentalmente – aunque no era el único motivo – a la no cesión de jugadores por parte de los clubes para los Juegos Olímpicos, como el principal motivo para su salida.
-¿Te vas Tata?
-Me voy…
-¿Por qué?
-No hay ningún motivo futbolístico que me haya llevado a tomar esta decisión. Todos los otros entrenadores se fueron después de un Mundial. Al objetivo de llegar lo cumplieron. Yo me tengo que ir antes. Y no me voy por perder dos finales… Los entrenadores no nos vamos por perder dos finales. Si nos pasa, como me pasó, lo que buscamos es jugar otra final para ganarla. Siempre queremos la revancha. Llegar a las finales no es cuestión de todos los días. No cualquiera llega a una final. Hay que hacer muchas cosas bien para llegar. Estos chicos jugaron el Mundial de 2014 y dos Copa América en estos dos años. En total, jugaron 19 partidos y, en los 90 minutos, no perdieron ninguno. A la final del 2014 la perdieron en el alargue. Y a estas dos finales, en los penales.
Así, simple, contundente y dejando bien en claro que el problema no estaba adentro de la cancha (responsabilidad total de él) sino afuera, justamente el lugar en el que le debían solucionar las cosas y, por el contrario, se las empeoraban. Así se iba el Tata Martino de la selección sin el objetivo –casi la obligación- de sacarlo campeón a Messi.
Este es el antecedente futbolero norteamericano con el que llegamos a esta Atlanta poderosa, la tierra de Martin Luther King, de la gaseosa cola más famosa y de ese acuario que se convierte en la principal atracción para quiénes la visitan.
Hace 30 años, el famoso “me cortaron las piernas” de Maradona dejó a ese equipo del Coco Basile a media agua en ese camino que parecía pretensioso hacia la conquista del Mundial de Estados Unidos de 1994. Hace 8, la “renuncia” de Messi después de una nueva final perdida, ponía en jaque mucho más que el futuro de la selección, con un fútbol argentino en plena crisis, desamparado y desorganizado. La tercera en este país, ¿será la vencida y cambiará la historia?
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