El Litoral | NA
Los dirigidos por Scaloni jugaron un muy mal primer tiempo y, aunque levantaron en el complemento, no les alcanzó ante un rival que fue superior y ganó bien 2 a 0.
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Pasaron 50 semanas, 350 días, 8400 horas y diez partidos, pero ¿qué cambió entre aquella Selección argentina de Jorge Sampaoli y la de Lionel Scaloni?.
De aquella eliminación el 30 de junio de 2018 en el Mundial de Rusia frente a Francia por los octavos de final (3-4) a la apatía que demostró el equipo albiceleste en el debut de Scaloni en una competencia oficial.
Falta de concepto para la circulación de la pelota, sin innovar en nada de lo que se prometió con la revolución desde AFA, solo algunos cambios generacionales de intérpretes (Paredes, Lo Celso, Saravia). El cambio que no fue.
Quizás recordar que Scaloni era el nexo con los jugadores en el cuerpo técnico de Sampaoli explique un poco lo que demostró la Selección argentina en la norteña ciudad brasileña de Salvador.
Los hinchas argentinos renovaron la ilusión -casi quince mil viajaron hasta el Arena Fonte Nova-, pero vieron lo mismo de lo que se quejaron en los últimos años: cuando las cosas no salen, lo que se exige es entrega y contagio.
Los primeros veinte minutos mostraron una Argentina desconectada en la circulación de la pelota, sin argumentos colectivos e individuales para poder romper el cerrojo defensivo de Colombia, que esperaba en su propio campo.
Sin explotar los laterales de Saravia y Tagliafico, Argentina centralizó el juego y, ante la falta de opción de pase, casi siempre en ese arranque terminó optando por un pelotazo para saltear líneas y buscar la diagonal de Agüero.
¿Messi? Desaparecido, con apenas unos toques en conjunto con Lo Celso -en teoría su socio de creación-, y sin poder .
Esos veinte minutos de exploración le permitieron a Colombia encontrar los espacios, el ritmo de juego para hacer daño, quizás con un guiño del destino por el ingreso de Roger Martínez por el lesionado Muriel.
Le dio otro cambio de ritmo, hizo que los centrales argentinos Pezzella y Otamendi no tuvieran dos marcas fijas como con Muriel y Falcao, lo que permitió explotar los espacios exteriores.
Apático, inconexo, estático, errático, todos adjetivos que permiten describir lo que fue ese primer tiempo de la Selección argentina, de lo peor de los últimos años.
De hecho, hace casi cinco años atrás, el mismo entrenador que hoy conduce a Colombia, el portugués Carlos Queiroz, hizo un planteo similar con Irán, en la segunda fecha del Mundial de Brasil.
Ese 21 de junio en Belo Horizonte, Queiroz pudo haberlo ganado si no hubiese sido por la actuación Sergio Romero y el golazo de Lionel Messi en el último suspiro.
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El efecto contagio
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La segunda etapa cambió sin dudas su imagen la Selección argentina. Fue un tiro de media distancia marca registrada de Paredes a los 50 segundos el que provocó ese efecto contagio que, en los deportes colectivos, siempre es necesario.
Era el rival más fuerte del Grupo B ésta Colombia, pese a que Queiroz dirigió apenas cuatro partidos, pero tiene una identidad, sus jugadores saben qué es lo que les rinde dentro del campo de juego. Esa impronta quizás le quedó del proceso de José Néstor Pekerman.
¿Mereció mejor suerte Argentina? Sí, posiblemente. Pero reducir un análisis a si los cabezazos de Otamendi y Messi entraban o no es muy básico.
Por eso, los errores que derivaron en los goles de Colombia terminan siendo el corolario de otros tantos, como la infinidad de salidas falsas desde el fondo -incluso el casi blooper de Armani-Otamendi- o la falla en los relevos.
Diez partidos tampoco alcanzan para hacer una evaluación general, pero el problema es más profundo, acarrea otras cuestiones internas que hasta quizás no se conocen, pero lo que se vio públicamente, volvió a preocupar.