Tomás Rodríguez
Fue hace 40 años, el 29 de marzo de 1981. La competencia de Jacarepaguá se disputó bajo la lluvia y Carlos Alberto Reutemann triunfó porque no le hizo caso a la orden de Frank Williams de dejar pasar a su compañero de escudería. Ese mismo año, el Lole perdió de manera increíble el campeonato en la última carrera.
Tomás Rodríguez
Hace cuatro décadas, el domingo 29 de marzo de 1981, en la segunda prueba del Campeonato Mundial de Fórmula Uno, en el 10º Gran Premio de Brasil, en el Autódromo “Ciudad de Río de Janeiro”, circuito de 5.032 metros de extensión, 62 giros -la prueba estaba prevista a 62, pero se interrumpió como marca el reglamento, a las dos horas-, el piloto argentino Carlos Alberto Reutemann obtuvo su undécimo triunfo en la especialidad, con un trabajo impecable, venciendo de punta a punta y con un estilo contundente, humillando a Alan Jones y a todos.
Al finalizar la carrera de Jacarepaguá, surgió la imagen triunfadora del santafesino en el podio, acompañado por Ricardo Patrese, que tuvo un contraste tragicómico en los boxes; su escolta, Alan Jones descendió de la máquina y en lugar de ir a felicitar al ganador, totalmente furioso, corrió a esconderse detrás de la persiana baja en uno de los garajes; estaba realmente enojado; creía, quizás que se le había escapado otra victoria.
Otro que por cierto no las tenía todas consigo Nelson Piquet, gesticulaba con un Bernie Ecclestone totalmente disgustado. Quien había ganado la pole position, se lamentaba de haber decidido largar con neumáticos para piso seco. Este tenía casi media carrera en el bolsillo al terminar la sesión matutina de tanques llenos (1' 39” 762/1000) que lo mostraba un segundo y medio más veloz que su escolta Alan Jones.
La carrera se disputó bajo intensa lluvia, alternativamente Jones se acercaba o se alejaba del Lole, manteniéndose la diferencia entre 2 y 3 segundos; la fila india se había ordenado tras un espectacular trompo de John Watson y con Marc Surer en el cuarto lugar; Elio De Angelis a sus espaldas y Jacques Laffite sexto.
En la ronda 55 salió a la luz el cartel de la polémica; hasta entonces, en su desesperada caza, Jones había sido el más rápido en la pista con 1’ 55” 21/100. Desde el momento en que se mostró el mismo que Reutemann dijo jamás haber visto, los tiempos del santafesino mejoraron, se alejó ratificando su dominio, clavó 1’ 54” 78/100 en la vuelta 55 y liquidó el pleito con un remate sensacional y ovacionado por el soberano.
El piloto argentino demostró que había tenido el dominio de la carrera durante toda su duración, fue aplastante, para Jones, humillante.
En la vuelta que lo llevó al parque cerrado, el santafesino habrá recordado sus grandes momentos: Sudáfrica del ’74, Brands Hatch del ’78 y Mónaco del ’80 y, acaso, habrá olvidado sus errores, como el de Long Beach dos semanas atrás, ese día aunque se hubiese recuperado, Jones tuvo la protección de un cartel.
En Jacarepaguá, Reutemann fue valiente y se impuso con todas las de la ley, a pesar de que cuatro veces le pusieron en boxes un cartel que decía “Jones-Reutemann”, pero “Lole” dijo que no lo vio porque “tenía el visor empañado”.
El famoso cartel
Las ocho vueltas finales gravitaron en forma decisiva en el inmediato futuro deportivo del “Alemán” Reutemann, como lo llamaban sus amigos y el mundo automovilístico, porque cuatro veces le pusieron en boxes un cartel que decía “Jones-Reutemann”.
Jeff Hazell, manager del equipo Williams, mostró en la ronda 55 el cartel que pretendió cambiar el resultado de la carrera, robarle al santafesino una de sus más grandes satisfacciones, ganar nuevamente en Brasil, derrotando nada menos que al campeón mundial. Bajo la lluvia en los vericuetos de Jacarepaguá, Lole no habrá tenido tiempo -seguramente- para recordar su otra gran victoria sobre Niki Lauda en Brands Hatch en 1978.
“El Magnífico Desobediente” tenía que poner en práctica una actitud, un programa ganador nacido en el impulso, en la pasión de convertirse en campeón del mundo.
El cartel que se le mostró decía: 1 Jones – 2 Reutemann; así de sencillo y escueto; se lo mostraron nuevamente en las vueltas 56, 57 y 58; pero las diferencias con su compañero de equipo, en vez de achicarse se ampliaron; todos esperaban en boxes que levantara el pie; mientras los periodistas argentinos sufrían por ver mancilladas las ilusiones, el trabajo de Reutemann y el espíritu deportivo.
Jones furioso
Jones estaba furioso, tardó más de media hora en subir las persianas del garaje donde se había refugiado; sin respetar la ética deportiva, se negó a subir al podio; sufrió una fuerte desilusión; la de descubrir que su voluntad no es omnímoda y que su compañero de equipo tenía independencia propia, capacidad para tomar decisiones más allá de las marcadas por un contrato y ganar las carreras en la pista y no prestarse ciegamente a perderlas fuera de ella.
Se recordaba Long Beach; entonces fue Alan Jones el que tuvo la protección de una señal: “Hold Positions” (conserven posiciones). Esta vez Reutemann debía perder a propósito; prestarse al lógico -aunque deportivamente censurable- juego de equipo.
El número uno es Jones y se le pedía que lo dejara ganar; pero no; llegó el giro 61 y el argentino seguía a fondo; cuando en en el box le mostraron otra vez la orden de la leyenda: “falta una vuelta”, se cumplieron las dos horas de carrera y se bajó la bandera a cuadros. Reutemann fue el ganador; derrotando al mismísimo Jones y a pesar de la voluntad de Frank Williams.
¿Qué dijo el Lole?
Sobre la presión de la carrera explicó que “sé que Jones se me acercó cuando me encontré con (Keke) Rosberg adelante; fue un verdadero calvario pasarlo; pero después me escapé; tenía bastante controlada la situación. Cuando tuve que pasar a los dos Tyrrell que se habían juntado, fue un momento de riesgo y también cuando Piquet hizo un trompo delante mío, aunque pude pasar bien”, aseveró Reutemann ante los periodistas.
La prensa recordaba que muchas veces se había dicho en Argentina que Reutemann era un piloto sin valor; que en condiciones extremas prefería asegurarse y ceder alguna posición; en Jacarepaguá tuvo un ritmo infernal; no cometió ningún error; aún luchando pudo controlar la carrera y toma desde su habitáculo una decisión que es solo de valientes; ganar la carrera en contra de su compañero y a pesar de la voluntad de su jefe de equipo.