En el post profesionalismo, Diego Armando Maradona pisó varias veces la ciudad de Santa Fe. Incluso, en el medio de una de sus sanciones por dóping y estando en actividad, producto de su relación de amistad con el "Negro" Miguel Torres del Sel había llegado para inaugurar la famosa cancha de fútbol "5" de Ateneo Inmaculada en 1991 (ésa será otra historia que contará El Litoral).
Allá por el año 2007, empezamos a conocer gracias a Diego Maradona retirado una palabra "rara" para alguien tan argento: "Showbol". ¿Qué era?: una cancha de fútbol cinco, con césped artificial, que se montaba donde la organización quisiera. La presentación había sido en un partido Argentina-Brasil que, con arbitraje de Carlitos Mastrángelo, no terminó esa noche en el Luna Park hasta que no ganamos "nosotros".
En ese tiempo, en las oficinas de su agente Alejandro Mancuso en Puerto Madero, habíamos ido con Fabián Tavella para conocer de qué se trataba ese famoso "Showbol". Santa Fe se posicionaba, por entonces, como una ciudad con seguidilla de espectáculos (TC 2000, rugby con Los Pumas en Colón, básquet con la Selección Argentina en el Malvicino y hasta Nalbandián-Chela en la Tecnológica). Para mojarle la oreja a Rosario, el slogan era: "Santa Fe, Capital de los Grandes Eventos".
Había que buscar dos cosas: 1) lugar en la agenda de Maradona; 2) inversionistas o empresarios que arriesgaran para traerlo a Santa Fe. Ese mismo día, de casualidad y en un restó de Puerto Madero, nos encontramos con Carlitos Fertonani, que estaba "cerrando" con el colega y amigo Pepe Prestigiovani la llegada de los Martín Fierro de APTRA a Santa Fe. Lo "embalamos" a Carlitos con la idea de Maradona y el Showbol. Y el 4 de agosto de 2007 se cumplió el sueño: Maradona haciendo explotar el estadio de la Universidad Tecnológica con el Showbol y 6.000 personas una arriba de la otra, con un Argentina-Uruguay. Las entradas, por ese entonces en Casa Rizzi, volaron en dos días.
En la previa, por ejemplo, Diego pisó el estadio al borde de la Setúbal y entró con la música "La Mano de Dios", entonada por "Los Palmeras" en vivo. Al año prácticamente de ese día en la Tecnológica, el 2 de agosto de 2008, por una idea del mismo empresario sabalero Carlitos Fertonani, Diego Armando Maradona se ponía la camiseta "10" de Colón en un partido que, más allá de los fines benéficos, servía para presentar en sociedad al nuevo equipo: se venía el debut de local con River Plate, el DT de Colón era su amigo el "Turco" Mohamed y eran tiempos de Germán Lerche presidente. En la conducción Ale Fantino y Silvina Caminos; otra vez la música futbolera y popular de la cumbia con "Los Palmeras" en el Cementerio de los Elefantes.
En la previa de ese día en Colón, Maradona pasó la noche en los flamantes departamentos privados que se levantaron al lado de la vieja estructura del Hotel Castelar, en la Cortada Falucho. En el por entonces Triferto Peatonal, nos quedamos esperando a Diego: el propio Carlitos Fertonani, el dirigente sabalero Horacio Darrás, el periodista Carlitos Núñez y el querido Marcelo Saralegui. Maradona, con Mancuso y su cuñado Charly, llegó cerca de las 4 de la mañana. Al otro día, era el partido.
El contrato exigía siempre lo mismo: dos plasmas /LCD/televisores gigantes ("le gusta mirar dos deportes al mismo tiempo, conoce todo"), botellas de agua mineral Evián y una caja de madera con habanos de marca "Romeo y Julieta" (se los compró en Santa Fe a Exquisitos Placeres, me acuerdo como si fuera hoy). Su habitación, en los departamentos del Hotel Castelar, tenía un obsequio: un Alfajor Merengo gigante con el "10".
Al otro día, la tarde de ese sábado 2 de agosto de 2008 en Colón, cuando se levantó Diego recuerdo su primera frase: "Quiero cinco alfajores como ésos Merengo para llevarme a Buenos Aires". Antes de salir para la cancha, recibió la visita mano a mano de su querido amigo, el "Turco" Antonio Ricardo Mohamed. Con el DT de ese año y con el "Bichi" Esteban Oscar Fuertes lo unía un cariño muy especial.
La habitación, con los dos (Maradona y Mohamed) a puro habano, "parecía Londres", diría el "Bambino" Veira. La charla no tenía final, se cagaban de risa a pura anécdota. El partido se demoró entre 30 y 45 minutos de la hora señalada. Insisto: un frío de aquéllos y la gente esperando en las tribunas del Brigadier López.
Fuimos a la cancha de Colón en un coche de alquiler polarizado: el chofer de la empresa contratada, un guardaespaldas que se llama "Maxi" (amigo de Cristian Castillo) y quien escribe esta crónica. Antes que Maradona subiera para ir a la cancha de Colón, el guardaespaldas me confió que hacía años que trabajaba para Diego. ¿Su función?: cuidar a Dalma y Gianina en los boliches cuando salían a bailar los fines de semana en Buenos Aires.
El chofer decidió que "entremos por atrás": fuimos bordeando por la Mar Argentino y entramos por el FONAVI. Cuando nos metimos en el barrio Centenario, al observar las casas humildes, Maradona nos miró y dijo: "¡Qué barrio tan humilde, debe vivir gente necesitada. Me hace acordar mucho a Villa Fiorito donde me crié!".
Ese día de la cancha de Colón, sin exagerar, se debe haber sacado 500 fotos. Hay una postal del final, una vez que se había sacado las fotos con todos los jugadores profesionales, ex glorias del fútbol de Santa Fe, CD de Colón, autoridades de Gobierno, sponsors del evento, Maradona se había duchado, estaba con una toalla blanca y fumando un habano.
Aparece en escena el "Bichi" Fuertes, ya casi nos íbamos con Maradona del estadio Brigadier López. Y el "20" dice, casi implorando: "Diego, están afuera chicos de la reserva e inferiores de Colón. Todos quieren tener la foto. ¿Qué les digo?: ". La respuesta de Diego fue la siguiente: "Bichi, traélos a todos, que pasen de a dos, uno de cada lado. ¡Eso sí... me quedo acá sentado porque estoy fusilado". Se cagó de risa, puso la mejor cara y todos los chicos de Colón se llevaron la foto de su vida: ¡sentados al lado de Maradona en el vestuario del Cementerio de los Elefantes!.
Comió algo rápido en el mismo vestuario, se subió a la 4x4 de Mancuso (manejaba su cuñado Charly) y se volvió a Buenos Aires. Había preparada una cena en el Hotel de Campo, Maradona agradeció pero decidió pegar la vuelta. Se fue contento. Además de colaborar con un fin benéfico (se donó gran parte de la recaudación), de fumar un habano con su amigo el "Turco" Mohamed y de hacer bromas con el "Bichi" Fuertes, se llevó las cinco cajas de Alfajores Merengo para su casa. Tan feliz como cualquier pibe con su dulce preferido.