En 1995 la Fórmula 1 volvió a la Argentina luego de muchos años sin presencia. La última carrera en Buenos Aires había sido en 1981, demasiado tiempo para un país “fierrero”.
Cuando la categoría volvió al país, luego de 14 años de ausencia, el “Lole” dio unas vueltas en el Autódromo de Buenos Aires con el auto que el año anterior había corrido el austríaco Gerhard Berger. Probó con lluvia y los tiempos cronometrados fueron brillantes.
En 1995 la Fórmula 1 volvió a la Argentina luego de muchos años sin presencia. La última carrera en Buenos Aires había sido en 1981, demasiado tiempo para un país “fierrero”.
Ese fue el comienzo del tercer período de “la máxima” en nuestro país, donde se presentó entre 1953 y 1960, luego de 1971 a 1981, y finalmente 1995 a 1998.
La particularidad era que, esta vez, no había pilotos argentinos en la categoría, por eso la presencia de Carlos Reutemann probando una Ferrari generó emoción, expectativa y mucha nostalgia en la decena de miles de fanáticos que “reventaron” el autódromo “Oscar y Juan Gálvez”.
“Lole” probó la Ferrari el jueves 6 de abril de 1995, a pocos días de cumplir 53 años de edad y siendo en ese entonces gobernador de la provincia de Santa Fe.
La revista Corsa reflejó ese histórico hecho con una nota firmada por el periodista Raúl Barceló. Ese material periodístico recordaba que “a las 9,15 de ese jueves en que la Fórmula Uno volvía a transitar por el ya remodelado autódromo porteño, el ex piloto ingresó al sector de boxes. Acompañado por su hija Cora, se le notaba la ansiedad. No era un día más... Durante esa jornada volvería a sentarse en un F.1. En una conversación de pocos meses atrás, Luca di Montezemolo, presidente de Ferrari, y Bernie Ecclestone, presidente de la FOCA, habían acordado darle este gusto a «Lole». Ferrari hizo el sacrificio... Trajo un auto más (el que corrió Berger el año pasado en Australia), que, por los cambios reglamentarios, quedó desactualizado pero en perfectas condiciones de uso”.
“«Lole»” se fue al box donde la Ferrari con el numero 11 (el que él usaba cuando corría para la casa italiana) lo estaba esperando. Quedó solo con su vieja amiga. Le dio una vuelta completa y la cara se le iluminó: «No lo puedo creer... Es una Ferrari de verdad»”.
“A los pocos minutos, cerca de una veintena de fotógrafos y camarógrafos se atropellaban entre sí en la entrada para grabar un momento muy especial. Se acercaron tres mecánicos, a uno de los cuales conocía de su paso por Módena. Se probó la butaca que estaba fuera del vehículo y comprobó que no podría entrar en ella. Luego se calzó el buzo antiflama que utilizaría en su «Volver a Vivir». Era como si el tiempo no hubiera transcurrido. De un bolso rojo enorme, como el que llevaba a las carreras (o quizás, el mismo) extrajo el casco, el de siempre, el de la franja amarilla, y la capucha ignífuga. Luego se incorporó al cock-pit sin butaca e inició un ping-pong de preguntas y respuestas con sus asistentes, a los que les consultó todo (los cambios de velocidad con el sistema automático que nunca usó, a cuántas revoluciones cambiar, los valores de amortiguación, los frenos, el visor, etc.). Tiziano Siviero, habitual navegante de Massimo Biasion en Rally, fue encargado por Ferrari para que al ex volante no le faltara nada”.
“Con su concentración característica, Carlos explicaba: «Desde que me retiré, giré una sola vez en Le Castellet, en 1986, con un Ligier. No me pareció tan diferente a los autos que yo manejaba. Aunque las bases de conducción son siempre las mismas: cómo entrar a las curvas, cómo frenar... Pero esto es otra cosa. Mi época era muy dura porque era más insegura. Mientras yo corrí, murieron 17 pilotos; no es poco. En los 20 minutos que voy a girar, va a ser imposible darme cuenta de dónde estoy. Entre la caja nueva, los frenos, la potencia, voy a tener un lío bárbaro en la cabeza...»”
“Ya era el mediodía. La F.1 había comenzado a transitar. Las pruebas de Lole habían quedado para la tarde; pero la lluvia lo complicó todo. A las 15.15 hs, ya finalizada la sesión de entrenamientos, no se había movido una sola persona de las tribunas, pese a que la lluvia era débil, pero constante. Los periodistas más veteranos, se preparaban para volver a experimentar lo de tantas jornadas gloriosas y otras no tanto, de años atrás. Los más jóvenes, que leyeron y escucharon mil historias contadas por otros, se alistaban a presenciar un momento singular. Y el publico, desafiando al tiempo, explotó cuando la roja máquina de Maranello salió a pista”.
“Una vuelta y a boxes. Nos miramos entre todos, preocupados; ¿no lo podrá llevar en el agua?, ¿por el piso mojado, tendrá temor a golpearlo?. Cualquiera de las alternativas hubiera sido justificable, pero no. Enseguida volvió al circuito y giró. ¿Le van a tomar tiempos?, preguntaban algunos, como si eso fuera una irrespetuosidad, pero con deseos de saber que hacía en los relojes”.
“2m21s21 en la 1era, 2m15s91 en la 2da, 2m14s68 en la 3era, 2m13s92 en la 4ta, 2m13s04 en la 5ta y 2m11s49 en la 6ta y última”.
“Schumacher, 10° tiempo en la tanda con piso mojado, había marcado 2.08 y monedas... Sencillamente, impresionante. Habría sido lógico que no se animara a salir con piso mojado, o que no lo acelerara. Sin embargo, aceptó el desafío y cumplió de la mejor manera”.
“Con una amplísima sonrisa, declaraba: «Tuve mucho cuidado y puse mucha atención ya que volver a subirme a un auto de estos sobre la pista mojada, con la potencia impresionante que tienen, era muy delicado ... Me sorprendió frente a los boxes. Debe haber un problema en la composición del asfalto, porque hace unos movimientos muy bruscos. La diferencia fundamental que encontré con los de mi época, es la potencia. Es brutal... Acelera de una manera que no sabés dónde va a ir a parar. La caja de cambios es fantástica. Se pueden poner los cambios en la mitad de las curvas, o donde se te ocurra. No, nunca me perdí, siempre supe en qué marcha estaba. Es mucho más fácil que la caja manual. Ahora no movés ni la mano ni la pierna, y eso es una enorme ventaja. Me adapté rápido. Pero insisto con la potencia: es la gran diferencia. A los frenos no los pude probar por la lluvia, así que no sé. Me queda la sensación de haber hecho algo que hice siempre... Cuando transitaba por la ‘viborita’, la curva del Ombú, sentía que lo había hecho hace poco, como si no hubiera pasado tanto tiempo. Pasaba la ‘viborita’, buscaba la misma línea, doblaba a la izquierda; después el Ombú, pasarse un poco, volver... Es cierto, fui mejorando progresivamente. Lo que pasa es que no lo aceleré a fondo, lo iba conociendo. El acelerador está muy largo, para mi gusto habría que acortarlo un 50 por ciento. A mí me gusta el acelerador bien ‘al pie’, bien cerca. ¿Mi sensación? que no está tan lejano de lo que yo hice. Estoy muy contento...»”.
“Y se fue a dar la cara a la tribuna, que lo aplaudió como en aquellas jornadas de gloria. Se quedó mirando en silencio un rato que pareció una eternidad. Y en la transparencia de sus ojos dejó traslucir el agradecimiento y una inmensa alegría, ésa que este hombre de pocas palabras, quizá no pueda verbalizar. Ese mensaje que sólo interpretan los que «sienten» a través de todos los poros de la piel. Fue un diálogo de miradas entre el ídolo y su público que no lo olvida. Y él cumplió su sueño. Había hecho así fuera por siete vueltas, lo que más ha disfrutado en la vida: conducir un Fórmula Uno”.