(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Las previsiones del embajador se concretaron: más de 35.000 argentinos han llegado a Qatar para hacer que la selección se sienta local. Las curiosidades de un país que se dio el lujo de que se puedan ver dos partidos mundialistas por día y los preconceptos que no se cumplen.
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Mujeres musulmanas con esas largas túnicas y rostro casi tapado en su totalidad, donde apenas se divisan los ojos que le sirven para ver por dónde caminan, se cruzan con otras mujeres de distintas nacionalidades que desafían el calor de Qatar con ropa adecuada a la temperatura. Esa dicotomía es uno de los contrastes que ofrece este Mundial con una organización de excepción, que demuestra claramente el poderío económico de este país y el compromiso con el que asumieron, luego de tantas críticas surgidas como consecuencia de la investigación que se hizo en FIFA a partir de la designación qatarí como sede, para que esto no se convierta en un Mundial más, sino que sea un ejemplo y un alto punto de partida para el futuro. En pocas palabras, pusieron la vara allá arriba y demostraron al mundo de qué manera se puede llevar a cabo un acontecimiento de esta naturaleza con ocho estadios ubicados en un radio de no más de 70 kilómetros y una ciudad de 2,3 millones de habitantes que prácticamente vio duplicada su población y nunca se advirtieron problemas de hacinamiento, amontonamiento, embotellamientos o cualquier otra consecuencia que puede traer el hecho de duplicar de “buenas a primera” la cantidad de gente que vive durante los tiempos de normalidad.
Estadios hechos casi a nuevos, armónicos, lujosos, cómodos para todos y a los que se puede ir por carretera o acercándose en el Metro. En algunos de ellos, la estación de Metro parece ser una dependencia más del mismo, como es el caso de Lusail o de Kalifa (con esa torre de más de 300 metros que se observa desde cualquier punto de la ciudad).
Ver dos partidos en un día fue un hecho irrepetible en la historia de los mundiales. Nunca se va a nuclear un torneo de esta envergadura en un lugar con una superficie total de 172 kilómetros cuadrados. Veníamos de un Mundial en Rusia, donde las distancias obligaban a viajar en tren durante toda una noche para llegar a la ciudad de disputa del partido. Acá se puede salir de casa, ver los dos partidos y a la noche regresar a casa. Irrepetible.
Los preconceptos quedaron pulverizados. Se dijo que estaba prohibido el uso de bermudas (mentira); se dijo que no se podía dar besos en la calle (mentira); se dijo que las mujeres debían estar tapadas y no usar, por ejemplo, el clásico short que alivia los días de calor (mentira); se dijo que no se iba a poder filmar en la calle o sacarle fotos a los musulmanes (mentira). Con el debido respeto a las creencias y costumbres religiosas (ellos rezan cinco veces al día en horarios determinados), se puede vivir siguiendo con las costumbres latinas, salvo el andar con el torso desnudo por la calle, algo típico para el que, por ejemplo, decide salir en un día de mucho calor a efectuar una corrida o una caminata.
Sólo el 18 por ciento de la población de este país, es de origen netamente qatarí. Ellos, los qataríes de cuna, viven muy bien. Y aquí han llegado habitantes de todo el mundo, atraídos por el gran negocio que en alguna oportunidad fueron las perlas y que ahora es el petróleo. Qatar ha crecido de una manera considerable en los últimos tiempos. La red del Metro tiene apenas tres años de vida, se construyen edificios con una rapidez inusitada y los estadios han estado a la altura de un país con mucha riqueza, salvo el de los contenedores, que parece desubicarse con su curioso estilo pero al que ya parecen haberle dado su certificado de defunción: los 974 contenedores serán donados y vaya a saber qué será del resto de la estructura del estadio.
Vivir es algo más caro, naturalmente, que en la Argentina. Pero no mucho. Por 7 riales qataríes (2 dólares), se puede comprar una gaseosa chica; por 14 riales qataríes (4 dólares) se toma un buen café con leche; por 22 riales qataríes (6 dólares), se come una buena ensalada y por 32 riales qataríes (7 dólares), dos personas pueden comer una pizza mediana. Eso sí, en el terreno de las prohibiciones aparece el alcohol. Los lugares de expendio no abundan, son selectivos y hay que pagar 15 dólares, por ejemplo, para tomar una cerveza chica. Demasiado.
Hay una clarísima obsesión por la limpieza, las calles están absolutamente despojadas de baches, los piquetes no existen, se cuidan flores y plantas de una manera increíble y hay luces que adornan edificios, árboles y canteros, lo cuál le otorga a la ciudad una fisonomía absolutamente moderna e impactante, de día y de noche.
En medio de este cuadro, aparecemos los argentinos. Cuesta creer que en un país con semejante índice de inflación, con una tasa de desocupación por las nubes, acentuada pobreza y bolsillos flacos por amplia mayoría, surja espontáneamente esa masividad –y delirio- para el apoyo a una selección. La pasión futbolera de este pueblo es algo que ya pasa a formar parte de algo estructural. Messi ayuda y es convocante, como alguna vez fue Maradona. Los argentinos vienen porque creen en él. Pero también vienen porque somos un pueblo futbolero y pasional. Y esto es algo que muchos se niegan a aceptarlo y jamás lo entenderán. Allá ellos.
Es verdad que no todos los que se ven con la celeste y blanca son argentinos que viven en Argentina. Nos cruzamos con argentinos que viven en Kuwait, en Dubai y en Europa. Ni la tonada se les va. Y cuando llegan al estadio, cantan como si estuvieran todos los domingos en alguna popular o subido al paravalancha de alguna tribuna. En esto, somos únicos.
Qatar está organizando un gran Mundial. Objetivamente es así y se ha puesto una vara tan alta que no hace otra cosa que dudar de lo que Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay planean en forma conjunta para el 2030. ¿Cómo se hace para que todos los que lleguen de distintas partes del mundo se trasladen gratis en los medios de transporte?, ¿cómo se hace para que la red de subtes crezca y se modernice en apenas 8 años que faltan, ¿cómo se hace para presentar estadios amplios, confortables, con rápido y fácil acceso?
Por lo pronto, así como Qatar alza la vara en lo organizativo, Argentina –Brasil también- levanta la temperatura en lo pasional. El fútbol despierta sensaciones que son muy difíciles de explicar y requiere de un análisis sociológico muy particular. Explicar los serios problemas económicos de un país que no despega, no tiene lugar ni lógica si se lo hace desde la óptica de lo que genera el fútbol. Si lo hacemos desde el fútbol, tendremos que decir que Argentina es un país rico en recursos y de abundancia para la gente. Y todos sabemos que, de esto, estamos muy lejos.