(Enviado especial a Madrid, España)
Venezuela ganó sin discusión en el Wanda. No se puede defender en línea en el fútbol de hoy.
(Enviado especial a Madrid, España)
Es imposible defender así. Pero no se trata del esquema. Poco importa si son tres cerrados o cinco abiertos en total. El problema es que no se puede defender en línea…es un concepto más viejo que esta ciudad de Madrid. Y ese pecado fue mortal en esos primeros 45 minutos.
Porque es cierto que el segundo gol de Venezuela fue un golazo, por arranque, freno, cambio de pie y remate esquinado de Murillo, lejos de la reacción de un Armani que se tiró sin llegar.
Pero el 2-0 siempre giró en el mismo pecado mortal: defensores marcando lejos, escalonados en una misma línea lo que era una invitación a seguir buscando a Rondón en el mano a mano.
Seguro que fue amplio el 2-0 y que la Argentina pudo empatar cuando calentó Messi, con dos reacciones espectaculares del arquero vino-tinto. En la primera, apilada de Leo y asistencia mágica a la cabeza de Lautaro. En la segunda, cuando se le metía la rosca del “10” de Barcelona, la sacó al córner.
En el partido que marcaba la vuelta de Messi…sólo le avisaron a Messi, porque el resto faltó a la cita. No vinieron al Wanda…se fueron al Vicente Calderón, donde no se juega más fútbol aquí en Madrid.
Apenas Messi, con sus gambetas, más las corridas de Lautaro para desmarcarse.
Los cambios a granel en el descanso dejaron en claro que en medio del frío de Madrid lo hicieron calentar al casi siempre tranquilo Scaloni.
La Argentina volvió al complemento con tres cambios (si hacía todos los que dejaba el reglamento hubiera estado bien). Las salidas de Lisandro Martínez y Gabriel Mercado pagaron el costo (con IVA, Ingresos Brutos, Ganancias) del verdadero monumento al terror defensivo de ese primer tiempo.
Desde el vamos, con los cambios drásticos del entrenador, se vio una Argentina con más ganas e intesidad a la hora de achicar espacios, recuperar y hacer la famosa transición.
No sorprendió a casi nadie en el Wanda que el 1-2 naciera en los pies de Messi y terminara en los de Lautaro. Es que el 10 de Barcelona y el ex Racing fueron siempre lo mejor que mostró la nacional.
Es por eso que la poca gente de Argentina en las gradas, en su primera reacción, no entendió el cambio. No por el ingreso de Benedetto, sino por la salida del ahora italiano ex Avellaneda.
Como si se hubiera contagiado, Dudamel hizo cambio espejo y lo sacó de campo al mejor jugador caribeño que era Salomón Rondón con toda su jerarquía encima.
La Argentina se aproximó un par de veces al 2-2. Bien por afuera pero sin la puntada final por adentro.
Hasta que llegó la jugada del penal (hubo uno antes que el juez dejó seguir) y esta vez Armani no tiró encima su chapa de salvador. Era 3-1 y otra vez a remar en Madrid.
El final, con dos goles de diferencia, estaba cantado: Venezuela replegado y Argentina buscando como podía. Ya estaba roto el partido.
Ni siquiera Messi, de pelota quieta, cambió el rumbo. El golpe debe servir para saber que todo recambio se paga. La historia pasa por saber cuál será el tiempo y el costo. No tanto para el grupo, pero sí para Scaloni antes de la Copa América.
Ante una Venezuela consolidada en la idea de Dudamel, las dudas fueron todas criollas. Y esta Argentina, justo ante Venezuela, demostró que el equipo no está Maduro.