Corría el año 1984 y Diego Armando Maradona cumplía su segunda temporada en el Barcelona, que se lo había prestado a Boca después de comprárselo a Argentinos Juniors por 1.200 millones de pesetas (casi 8 millones de dólares). El Diez había alzado una Copa del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa española, exhibiendo chispazos de su exquisito fútbol, aunque sin terminar de deslumbrar a los dirigentes del Barça, que estaban bastantes disgustados por su actividad nocturna en la ciudad catalana.
Y como si eso fuera poco, sobre el final de la temporada, lo habían suspendido por tres meses tras la batalla campal en la final de la Copa del Rey perdida ante Athletic Bilbao. El 10 blaugrana fue uno de los protagonistas principales de la gresca sucedida tiempo después de que Andoni Goikoetxea le provocara una triple fractura de tobillo, la lesión más importante de su carrera. Maradona parecía tener los días contados en España, pero no había un club que tomara la posta y se decidiera a quedarse con su pase. Su frustrada Copa del Mundo en 1982 había bajado su cotización y el futuro era incierto.
Paralelamente, Napoli no atravesaba su mejor momento institucional ni deportivo: había estado cerca de descender en la Serie A en la última temporada (83/84). El club italiano necesitaba recaudar dinero y el Barcelona apareció como alternativa potable para disputar un amistoso que agrandara sus arcas. Pero surgió un inconveniente: Maradona, uno de los atractivos principales, no iba a jugar por "estar enfermo".
Los directivos napolitanos se disgustaron con esta noticia que le restaría interés al partido -y por ende, ingresos- y decidieron investigar si era cierto. Se comunicaron con Jorge Cyterszpiler, representante de la estrella argentina, y se enteraron más de lo que esperaban: Diego no iba a estar disponible porque mantenía serias diferencias con la cúpula dirigencial del Barcelona presidida por el histórico José Luis Núñez.
Presentación en sociedad. El otrora estadio San Paolo (hoy llamado Diego Armando Maradona), recibió a Diego de una manera increíble, desde ese momento, los hinchas napolitanos lo adoptaron para siempre.
"Maradona era un genio del fútbol, pero como todo genio, era un poco desenfrenado. Tenía un grupo de argentinos que prácticamente vivía con él. Paseaban por los bares de Barcelona de noche, discutían con la gente y se tomaban a golpes de puño. Había un ambiente negativo de los fanáticos del Barcelona contra Maradona. Por eso quería irse", recordó Corrado Ferlaino (presidente del Napoli en ese entonces) en el documental Maradona Confidencial. Al conocer en detalle el contexto de la realidad de Diego en España, Ferlaino reflexionó y comprendió que la organización de un amistoso internacional para hacer entrar algo de dinero a las arcas de su club era un objetivo menor. Y fue por todo: se convenció a sí mismo de que el 10 era una meta alcanzable para una institución modesta como la Azzurri.
Las conversaciones informales se convirtieron en llamados con interés real y una comunicación sistemática que se prolongó durante un mes. El mandatario napolitano estaba decidido a darle a su plantel un salto de calidad con el astro argentino. Sintió que tenía que dar un golpe sobre la mesa y viajó directamente a Barcelona para visitarlo en su casa.
Ferlaino, que hoy tiene 92 años, compartió una revelación sobre aquella charla con Diego: "Napoli no era un gran equipo, pero Maradona nunca lo supo. Le dije que los fanáticos napolitanos lo esperaban con los brazos abiertos, que Nápoles sería su segunda casa. Fueron pasos decisivos para que viniera". El equipo sureño, hasta allí, apenas había ganado una Copa Italia en los 60 y otra en los 70, títulos de calibre menor a comparación de las vitrinas de gigantes como Milan, Juventus e Inter.
A pesar de las complicaciones que había encima de la mesa, la idea de cambiar de aire y defender los colores de un equipo DE la parte pobre –algo con lo que se identificó desde niño- de Italia empezó a madurar en la cabeza del Pelusa.
Al presidente del Napoli no le sobraba tiempo para llevar a cabo la operación. La cifra por su fichaje estaba cerrada: 7,5 millones de dólares a pagar en cuotas. Fueron 3 millones al contado, 2 millones en 1985 y otros 2 millones en 1986. El resto se iba en intereses e intermediarios. En Europa, el mercado de pases estaba a punto de cerrarse.
Ferlaino se tomó un avión privado rumbo a Barcelona, pero antes pasó por Milán (ciudad en la que estaba la sede de la Liga Calcio) y dejó un sobre en el que supuestamente estaba el contrato firmado por Diego Maradona. Lo que no sabían las autoridades del ente que regía al fútbol italiano era que el envoltorio estaba vacío y su contratación no estaba definida del todo.
Por suerte para el pope napolitano, no hubo contratiempos: las partes firmaron y Maradona se decidió. "Lo mejor es irme y prefiero hacerlo sin decir barbaridades. En la reunión del pasado viernes no llegamos a las manos porque creo que somos razonables. Era como hablar con una pared. Pero yo sabía que darían vuelta el asunto", declaró Maradona en España antes del adiós definitivo.
El hombre que presidió al club Azzurri desde 1969 hasta 2000 no demoró su retorno. Y obviamente pasó por las oficinas de Milán para pedirle al guardia que cambiara el sobre vacío por uno que contenía el contrato de Maradona.
Fue un fin de semana de locura en el que Ferlaino viajó de Nápoles a Milán, Milán a Barcelona (ida y vuelta) y de Milán a Nápoles. Tras sellar el acuerdo en territorio catalán, decidió relajarse en el bar del hotel donde se había cerrado la operación. Estaba exhausto. Y la calma le duró muy poco por la intromisión de un camarero.
El otrora estadio San Paolo (hoy llamado Diego Armando Maradona), recibió a Diego de una manera increíble.
"Estaba tomando un whisky con hielo y el cantinero me preguntó si era napolitano. Le dije que sí. Y me dijo 'hoy le hicimos una buena jugarreta al Napoli, le vendimos a Maradona por un montón de dinero. Maradona está gordo, jugará un año y no jugará más'". A Ferlaino se le vino el mundo abajo. "El whisky casi me hace un agujero en el estómago. Pensé que estaba arruinado si lo que este cantinero decía era cierto", confesó.
La historia que aconteció luego es más que conocida: Maradona se consagró campeón con la selección argentina en México 86, lideró a un Napoli que conquistó las ligas italianas de 86/87 y 89/90, la Copa Italia 86/87, la Copa UEFA 88/89 y la Supercopa italiana 1990, se convirtió en el mejor futbolista del planeta y uno de los mejores de la historia.