Tuvieron que pasar 35 minutos hasta que llegó la perfecta habilitación de De Paul a Nicolás González, quien sólo debió empujar el balón al fondo del arco para establecer la diferencia que ya Argentina merecía desde hacía un largo rato. Faltaba meterla, porque la selección dominaba, con un Messi activo y jugando en la posición de enganche, con libertad pero siempre arrancando por el medio y jugando casi a la misma altura de Joaquín Correa, el hombre más adelantado que puso Scaloni, quien le dio también mucha libertad a De Paul para que ataque por derecha y a Nicolás González para que abra la cancha por izquierda. El orden venezolano alcanzó para estirar el 0 a 0 durante un largo rato, aunque pocos minutos después del gol de Nicolás González llegó la jugada más peligrosa, a las espaldas de Molina y con un centro que conectó adentro del área chica Martínez, sin acertar al arco.
Es posible que haya faltado contundencia, porque las oportunidades estuvieron. El 1 a 0 parcial fue mezquino en función de la superioridad futbolística que supo establecer la selección. Mucha movilidad, con laterales que se cerraban (caso Molina) para que abra la cancha De Paul o viceversa. Y lo mismo del otro lado, con Tagliafico adelantado, con Nicolás González jugando casi de wing y con MacAliister tratando de encontrar la mejor posición por adentro. La idea era jugar a un toque si se iba por adentro o abrir la cancha como pasó en el gol. Si bien Correa tenía la obligación de ser el “9”, no se estacionó definitivamente en ese lugar y esto hizo que sus compañeros aprovechen el espacio. Así llegó el gol de Nicolás González y así también estuvo cerca de convertir Messi.
No fue un buen trabajo el de Argentina en ese primer tiempo. ¿Ganaba bien?, sí. De eso no hay dudas. Pero demoró mucho la llegada del gol que nos puso en ventaja y costó encontrar espacios frente a un equipo que achicó bien los espacios, que fue ordenado, que tuvo una situación muy clara y que planteó algunas dificultades que no siempre la selección supo descifrar y solucionar.
El mismo Martínez que había puesto en vilo la victoria parcial de Argentina en el primer tiempo, repitió en el comienzo del segundo. Otra vez el centro llegó desde la izquierda y el delantero venezolano no alcanzó a cabecear con firmeza, entrando solo por el medio. ¿Y Argentina?, en la misma del primer tiempo, aunque sin generar peligro a no ser por un par de tiros libres. Hasta que pasado el cuarto de hora llegó un excelente desborde de Molina y el pase atrás que MacAllister conectó sin precisión y en forma desviada.
Joaquín Correa tuvo la más clara y fue, casualmente, la última pelota que tocó en el partido porque entró su tocayo Angel a reemplazarlo. La maniobra la armó Messi con un toque de primera exquisito para dejarlo mano a mano con Fariñez, pero Correa no remató de primera y cuando enganchó y quiso hacerlo, ya era tarde. Fue el final de su participación en el partido y otra ocasión que la selección desperdició para ampliar un resultado que no se terminaba de definir.
La gente fantaseaba con cada jugada de Messi y pedía por Di María. Scaloni atendió el clamor popular y estalló el estadio cuando entró “Fideo” por MacAllister para ubicarse por derecha, bien abierto, como ha jugado casi siempre en la selección, reemplazando a MacAllister. El equipo no cambió su estructura. En todo caso, la responsabilidad de Nicolás González fue la de retroceder para colaborar con la marca por el costado izquierdo, ya sin MacAllister en la cancha. Como Venezuela siguió replegado y achicando espacios en defensa, Argentina inició el toqueteo que despertó el “ole…ole” de las tribunas. Pero con poca llegada.
“Hay que saltar, el que no salta, no va al Mundial”, fue el otro grito de “guerra” que se escuchó en una Bombonera festiva. Argentina toqueteaba, hacía correr el tiempo pero no liquidaba el partido.
Messi lo tuvo en un tiro libre por afuera desde una posición más apta para un diestro, pero la pelota se fue cerca del palo derecho de Fariñez. Y llegó el golazo de Di María. Un pelotazo estupendo de Paredes para dejarlo solo, pero Di María enganchó hacia adentro, limpió el camino y luego definió de manera brillante con un remate que se elevó y entró prácticamente en el ángulo superior derecho de Fariñez. Justo Di María, el más ovacionado después de Messi, hizo estallar de alegría a la Bombonera. Y tras cartón, otra excelente jugada de Di María, picando la pelota para que Messi la pare con el pecho y defina de derecha para marcar ahora sí esas diferencias que la gente esperaba para enloquecer.
La jerarquía de Di María fue lo mejor que pudo encontrar Messi en ese final a toda orquesta. En ellos estuvieron las grandes figuras de una noche que Argentina decidió no opacar con una victoria mezquina y coronó con goleada, paredes y toqueteo. Un final a toda orquesta que hizo romper las palmas con los aplausos de la multitud que colmó una Bombonera extasiada.