En 1925, José Ignacio Izquierdo, fue el primer argentino que descendió en paracaídas. Ese mismo año, en nuestra ciudad se realizó la misma prueba aérea para el deleite de cientos de espectadores en el viejo hipódromo santafesino.
En 1925, José Ignacio Izquierdo, fue el primer argentino que descendió en paracaídas. Ese mismo año, en nuestra ciudad se realizó la misma prueba aérea para el deleite de cientos de espectadores en el viejo hipódromo santafesino.
En 1924, Izquierdo había construido su paracaídas al que llamaba “la boina de vasco”, tenía por ese entonces 20 años de edad y desde los 18 se había incorporado como aprendiz en la Armada, con la esperanza de formarse como piloto, lo que tan solo pudo lograr varios años después. Así lo afirma Vicente Bonvissuto en su libro de 1989 “Los parapioneros”. En esa publicación, las palabras de Izquierdo recuerdan cómo fue la fabricación del paracaídas: “ (…) junte moneda a moneda para adquirir los materiales. Corte la tela sobre los pisos del edificio de material que se estaba construyendo para la Escuela (Escuela de Aviación Naval en la Base de Puerto Belgrano). El ingeniero Hugo Pantolini, mi jefe, me ayudó cuanto pudo en los cálculos de la resistencia de la tela y dándome los permisos necesarios para que cumpliera mi propósito (…) mi hermana Ana junto a sus amigas costureras y bordadoras de la ex Casa Singer fabricaron el paño cociendo hasta altas horas de la noche y dando forma a lo que para muchos no era más que una sombrilla gigantesca”. El 26 de octubre de ese año lo probó en un festival aeronáutico realizado en el AeroClub Bahía Blanca con un peso de 66 kg desde 1000 metros de altura con excelentes resultados.
El primer descenso de Izquierdo en paracaídas fue el 25 de mayo 1925, con motivo de los festejos patrios, en el aeródromo de San Fernando. De esa manera, se convirtió en el primer paracaidista de Sudamérica, al saltar con un paracaídas inventado y creado por él mismo.
El 26 de octubre de ese mismo año, Izquierdo visita Santa Fe con la intención de repetir la prueba que realizó con notable éxito y ante la mirada atenta de los santafesinos. El público del hipódromo local victoreo con fuertes “viva Izquierdo” y quedó impresionado con aquel festival aéreo. Además, el piloto de avión, Corbellini, realizó vuelos con pasajeros en los intervalos de la cuarta y quinta carrera hípica y antes del descenso de Izquierdo al final de la jornada deportiva. Toda una experiencia pionera, si pensamos que los vuelos aéreos estaban comenzando a desarrollarse, por lo que esos santafesinos que subieron a ese avión experimentaron en carne propia algo más que un bautismo de vuelo.
Luego de esa experiencia muchos mostraron interés aunque por entonces carecía de controles y reglamentos. Cada uno de los aventureros disponía de sus propias medidas de seguridad y tomaba decisiones de acuerdo a su propio saber. Fue así que en 1942 se dio una tragedia protagonizada por el paracaidista Picasso en la Costanera del Río de la Plata y las autoridades del Gobierno nacional resolvieron prohibir la actividad hasta tanto se reglamentaran los saltos.
En el ámbito internacional, la Segunda Guerra Mundial se convirtió en el espacio donde el paracaidismo lograría un alto nivel de desarrollo entre las tropas del Ejército alemán en su invasión a Creta. Esa ofensiva despertó el interés de los militares argentinos, quienes lanzaron una convocatoria general a todos aquellos interesados en realizar experiencia en paracaidismo, dando lugar a la Escuela de Aerotransportados, institución creada el 11 de octubre de 1944. Un mes después, el 30 de noviembre, se hacía el primer salto en el país, luego de la prohibición oficial a causa de la muerte de Picasso. A partir de ese momento, las Fuerzas Armadas incorporaron el paracaidismo dentro de sus tropas, mientras que los aficionados civiles debieron aguardar hasta 1947. Durante ese tiempo se elaboró un reglamento para los deportistas en el que estaban incluidas las medidas de seguridad que debían ser respetadas por quienes se sentían atraídos por ese deporte.