Madrugadas con la magia de Diego y los goles de Ramón
El rol del DT, César Luis Menotti, y el recuerdo de aquel inolvidable campeonato en las voces de varios protagonistas.
Una dupla excepcional. Diego y Ramón, Maradona y Díaz; sin dudas, baluartes de aquella selección argentina juvenil que fue campeona del mundo en Japón 1979. Archivo
Existen duplas que se forman de manera aleatoria, casi sin querer. Surgen y fluyen para dar vida a esos binomios que cruzan las fronteras para hacerse únicos. Aquí vamos a hablar de dos. Uno de ellos, el que conformaron Diego Maradona y Ramón Díaz, que se entendían de memoria dentro de la cancha. El otro, el de las madrugadas con el despertador, en el polo opuesto, jamás afiliados a los buenos momentos, pero que, gracias a esos dos futbolistas, habilidosos, goleadores y maravillosamente rodeados por un grupo inolvidable, hacían que el sonido del reloj en medio de la noche, fuese una bendición. Nos levantábamos e íbamos en busca del televisor, para ver a un equipo grandioso, que hace 45 años, nos llenó de placer en el Mundial Juvenil de Japón, cumpliendo el siempre árido mandato de las tres G: ganar, golear y gustar.
"Cuando llegamos a Japón sabíamos que no podíamos perder", contó Maradona. "Yo me había propuesto una revancha por lo del Mundial '78 y allí la cumplí. Aquel fue, lejos, el mejor equipo que integré en mi carrera. ¡Nunca me divertí tanto adentro de una cancha! En aquel momento la definí como la alegría más grande de mi vida y, la verdad, sacando a mis hijas, hablando solo de mi carrera, me cuesta encontrar otra parecida. ¡Qué lindo jugábamos! Y nos seguían todos. Durante dos semanas hicimos levantar al país a las cuatro de la mañana", rememoró Diego en su biografía.
Las sentidas palabras del Diez dan una muestra más de lo que significó ese equipo, pleno de virtudes, bajo la conducción de César Luis Menotti, apenas un año más tarde de la gloria máxima alcanzada frente a Holanda en la cancha de River. Por esas casualidades, que a veces se empeñan en producir los almanaques, la historia comenzó justo un año antes de la consagración. Ocurrió el jueves 7 de septiembre de 1978, cuando un grupo de chicos fue citado en el viejo gasómetro de avenida La Plata, seleccionados por el ojo sabio de Ernesto Duchini, un especialista en la detección de jóvenes valores.
El plantel completo. Parados: Marcelo Bachino, José Luis Lanao, Sergio García, Abelardo Carabelli, Rubén Rossi, Juan Simón, Jorge Piaggio, Rafal Seria y Juan José Meza. Agachados: Alfredo Torres, Osvaldo Escudero, Osvaldo Rinaldi, Ramón Díaz, Diego Maradona, Gabriel Calderón y Juan Barbas. Archivo
Juan Simón formó parte de aquella tarde fundacional y así lo recordó: "Habían pasado menos de tres meses del Mundial '78 y allí se dio el primer encuentro con el Flaco Menotti. Para nosotros era una emoción increíble, no solo por la convocatoria, sino por estar frente al técnico que era campeón del mundo. Cuando comenzó a hablar, era como escuchar la voz de Dios, por su sabiduría y lo que significaba para el futbolero. No hay que olvidar que César fue el gran refundador del fútbol argentino, con todo lo que construyó desde que asumió, a partir de los que había ocurrido en Alemania 74".
En la misma dirección fueron los recuerdos de Hugo Alves, quien ya había disputado algunos partidos en la primera de Boca Juniors: "La selección la armó Ernesto Duchini, que era un maestro y conocía mucho de divisiones inferiores y luego se sumó el Flaco Menotti. Cuando lo conocí, me dejó impactado por su sabiduría. En pocas palabras te hacía entender todo fácil y era como que te abría el cerebro (risas). Mi puesto era el de marcador central y un día César me dijo: 'Usted anda muy bien en esa posición, pero allí tengo a Juan Simón y Rubén Rossi. Me gustaría ponerlo de lateral izquierdo, ya que creo que puede hacer también esa función'. Por supuesto le dije que sí, mientras sea del 1 a 11, está bien (risas). Desde ese momento, fui polifuncional, actuando en cualquier sector de la defensa y hasta en la mitad de la cancha".
El juvenil comenzó a disputar algunos amistosos, donde iría demostrando que no era un cuadro más. Se medía contra equipos de Primera División, a los que no solo enfrentaba sin complejos, sino que les ganaba y hasta goleaba. Con esa preparación, llegó el turno del durísimo sudamericano de Montevideo, jugado en enero del '79, como lo evocó Hugo Alves: "Fuimos al torneo en Uruguay, que clasificaba al Mundial Juvenil de Japón y en la última fecha del cuadrangular final debíamos ganarle a Brasil. En el segundo tiempo nos dieron un penal y lo fui a patear con 70.000 uruguayos silbando, porque no querían que ganara Argentina. Era tan impresionante lo que se vivía, que no escuché el silbato del árbitro. Tuve la suerte de convertirlo y conseguir la clasificación".
El domingo 26 de agosto fue el momento del debut, en la lejana ciudad de Omiya y a las 7.20 de nuestro país. Eran tiempos donde no existía la televisión por cable y los cuatro canales recién iniciaban sus emisiones a media mañana. Pero allí hubo una excepción y ATC transmitió en directo, con Mauro Viale y Enrique Macaya Márquez como enviados, en una verdadera proeza para la época, a nivel comunicaciones. Argentina fue una aplanadora que superó a Indonesia por 5-0, con todos los goles convertidos en el primer tiempo: tres de Ramón Díaz y dos de Maradona.
Dos días más tarde se aseguró la clasificación a la siguiente fase al superar por la mínima a Yugoslavia, con tanto del Pichi Escudero, en un partido duro y parejo. La fase de grupos se cerró con una goleada ante Polonia 4-1, donde Menotti introdujo varios cambios en la formación. Para Juan Simón, fue una tarde muy especial, ya que convirtió un gol: "Recuerdo que íbamos ganando 2-0 y ellos recién habían descontado. Nosotros teníamos muchas jugadas de salida y una libertad absoluta para mandarnos al ataque. En un momento, en una maniobra, vi el hueco y empecé a subir, observado que había distintas líneas de pases, hasta que me encontré cerca del área rival y con la posibilidad del remate. Le pegué y salió lo que salió (risas). Nunca imaginé que sería uno de mis pocos goles oficiales".
Otro domingo y otro madrugón, como la semana anterior, para poder ver los cuartos de final, de un equipo que ilusionaba cada vez más. El rival era Argelia, que había tenido una buena fase de grupos. Pero Argentina volvió a demostrar sus virtudes, sobre todo el poderío de ataque, para sellar otro 5-0 concluyente, con tres conquistas de Ramón Díaz, una de Maradona y la restante de Calderón. El martes 4 esperaba Uruguay en la semifinal, en la que, para muchos, podría ser una final anticipada. El primer tiempo fue parejo y con jugadas al límite de ambos lados. Al comenzar el complemento, una mala salida del fondo Celeste fue aprovechada por Escudero, que eludió a un defensor y asistió a Ramón Díaz, quien definición con frialdad y certeza. Un rato más tarde, Maradona de cabeza puso el 2-0 definitivo.
Había llegado el momento del partido decisivo ante Unión Soviética en la mañana argentina del viernes 7 de septiembre. A miles de kilómetros y ajenos al clima que se generaba por estas tierras, los muchachos del juvenil estaban listos para el mayor desafío. Apenas comenzado el segundo tiempo, un balde futbolero de agua helada cayó sobre todos con el gol de los soviéticos, pero 15 minutos más tarde, la historia comenzaría a cambiar en uno de los momentos más trascendentes en la carrera de Hugo Alves, que así lo evocó: "Arrancamos perdiendo 1-0 hasta que el árbitro nos dio un penal. Y ahí recuerdo una anécdota, porque Guillermo Nimo, por televisión, decía: '¿Cómo puede ser que estando Maradona los penales los pateé Alves?' Y la verdad que tenía razón (risas). Como ocurría todas las veces, Diego venía a pedírmelo y yo le respondía: 'Rajá de acá'. Era un irresponsable bárbaro (risas). Pude convertirlo, porque fui con mucha fe. Yo era el designado, porque Menotti había hecho una competencia entre todo el plantel, donde llegamos con Diego a la final y se la gané".
Tres minutos después, el Pelado Díaz tomó una pelota en el centro del campo y aceleró a su estilo, de manera incontenible para cualquier adversario, definió cruzado para el 2-1 y solo mediaron unos instantes para que Maradona de tiro libre, sellara el score definitivo.
Argentina era nuevamente campeón del mundo y las calles de toda la geografía nacional se tiñeron de celeste y blanco en una fiesta genuina. Quizás por la onda expansiva de lo ocurrido un año antes, por la presencia de Maradona o el deleite que daba verlos, se generó una inmensa expectativa. ¿Ellos eran conscientes? Simón tiene la respuesta: "Por medio de los enviados de la televisión, teníamos información de lo que ocurría aquí, aunque las comunicaciones eran totalmente diferentes, al punto que yo hablé con mi familia solo una vez a lo largo del torneo. La gente se identificó mucho porque jugábamos bien, estaba el Flaco Menotti y también Diego, que ya era una figura internacional. Sabíamos de la repercusión, pero nunca imaginamos el tremendo recibimiento, más allá de que todos saben que fuimos vilmente utilizados, a tal punto que mandaron un avión de la Fuerza Aérea a Brasil para buscarnos, que nos llevó a Aeroparque, de allí en helicóptero a la cancha de Atlanta y luego en micro a la Casa de Gobierno".
El zaguero santafesino Rubén Darío Rossi, comentó algunas de las enseñanzas que le dio el Flaco: "No ganamos como pudimos, sino como quisimos: respetando al rival, teniendo ética, no agrediendo a nadie. Respetando la idea del entrenador, que era la idea del fútbol argentino que él siempre defendió".
Además, agregó mientras miraba imágenes del archivo: "Fue un equipo maravilloso, pero incomparable con otros juveniles porque tuvimos mucho tiempo de preparación. Ahora un entrenador agarra al equipo quince días antes de jugar. Nosotros empezamos a entrenar en septiembre de 1978 y lo hacíamos lunes y martes. Y los miércoles jugábamos amistosos".
Para Gabriel Calderón, la influencia de Menotti fue decisiva: "Aquel equipo fue maravilloso en juego y con estadísticas contundentes: ganamos los seis partidos, marcando 20 goles y recibiendo apenas 2. Fue un comienzo de carrera ideal para todos nosotros con la emoción de ser campeón del mundo tan lejos de casa. El gran mérito de César fue crear un fútbol ofensivo gracias a potenciarnos a cada uno de nosotros, con un eje de ataque letal que conformé junto al Pichi Escudero, el Pelado Díaz y Diego".
Un equipo deslumbrante que logró algo que es patente de eternidad en el fútbol: que la formación siga saliendo de memoria, aún 45 años más tarde: García; Carabelli, Simón, Rossi y Alves; Barbas, Rinaldi y Maradona; Escudero, Díaz y Calderón. Gracias por aquellas madrugadas, por el fútbol y por haber hecho una dulce realidad el mandato de las tres G: ganar, gustar y golear.
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