En un marco inédito que por primera vez postergó una edición, y en medio de estrictas medidas sanitarias que incluyeron atletas aislados -Germán Chiaraviglio fue un caso paradigmático-, Japón organizó su Juego Olímpico. Argentina tuvo una pobre cosecha de medallas, con dominio de los deportes colectivos.
Gentileza La postal de Tokio 2021: todos con barbijo y las tribunas vacías para unos juegos marcados por la pandemia.
Los Juegos Olímpicos de la Modernidad son testigos y a la vez producto del devenir de la historia a partir del siglo XX (específicamente, desde 1896). Varias de sus ediciones se vieron afectadas por cuestiones políticas coyunturales y dejaron para el recuerdo esas huellas (por ejemplo, los de Berlín 1936 bajo el régimen nazi, o los de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984, con boicots de las máximas potencias mundiales y sus aliados, en medio de la Guerra Fría). Pero siempre se llevaron a cabo. Las únicas tres ocasiones en que así no fue se debió al momento de mayor dolor y tensión en el planeta y, sobre todo, en Europa: en 1916 por la Primera Guerra Mundial y en 1940 y 1944 por la Segunda Guerra.
2020 entonces marcó otro hito en la historia olímpica. Por primera vez desde su restauración por el Barón Pierre de Coubertin, una cita fue postergada. La pandemia mundial por Covid-19 obligó a eso. Incluso, la nueva fecha de 2021 corrió riesgo ante los rebrotes de nuevas cepas. Pero el COI -y Japón en particular- se empeñaron en mostrar que la humanidad estaba saliendo de ese temblor que significó -y todavía está muy presente- esta emergencia sanitaria.
Fueron, por lo tanto, unos Juegos atípicos. Los barbijos, las medidas de precaución extremas, e incluso la infraestructura destinada exclusivamente para aislar a los que dieran positivo en alguno de los múltiples tests, afectaron a varios deportistas. Los estadios vacíos en todo el desarrollo de las competencias, fue la más impactante y contundente muestra de esta realidad para los millones que lo vieron por televisión.
El saldo nacional
En lo estrictamente deportivo, para la Argentina no fueron unos buenos Juegos. Afectada por la pandemia, que alteró la agenda pensada para 2020 y en nuestro país además impidió los entrenamientos durante gran parte de ese año, la delegación nacional tuvo la más baja cosecha de medallas desde Barcelona 1992: una de plata del hockey sobre césped femenino, y dos de bronce para el rugby 7 y el vóleibol masculino. Es decir, todas en deportes por equipos. También se lograron nueve diplomas.
El regreso de Las Leonas a su merecido podio fue una de las buenas noticias. El seleccionado dirigido por Carlos Retegui logró la tercera medalla de plata de la historia para el hockey femenino. En tanto, Los Pumas 7s dieron un gran golpe al sumar la primera presea para este deporte, tras vencer a grandes potencias, incluyendo a Gran Bretaña, el creador de este juego, en el partido por el tercer puesto.
Los grandes aplausos fueron para el vóleibol masculino, que jugó partidos de epopeya y se subió al podio 33 años después, con otro bronce como en Seúl 1988. El itinerario del equipo dirigido por Marcelo Méndez incluyó una victoria ante Francia -luego ganador del oro- y el tremendo triunfo en el encuentro por el tercer puesto ante el clásico rival Brasil, una de las máximas potencias mundiales: fue 3 a 2 en el tie break. Memorable.
Pablo Aguirre Luciano De Cecco consiguió la medalla de bronce con la Selección Argentina de Vóleibol y luego vino a su Santa Fe natal, para compartirla con la gente de Gimnasia y Esgrima.
Luciano De Cecco consiguió la medalla de bronce con la Selección Argentina de Vóleibol y luego vino a su Santa Fe natal, para compartirla con la gente de Gimnasia y Esgrima.Foto: Pablo Aguirre
Entre las figuras del equipo estaba un santafesino: Luciano De Cecco, el armador de la Selección y gran baluarte, que este año también fue elegido por la Fundación Konex como el mejor jugador de voley de la década. Luego, en su regreso a Santa Fe, mostró con orgullo la medalla de bronce en las instalaciones de su club, Gimnasia y Esgrima, donde fue agasajado con total justicia.
Esta edición de los Juegos también marcó la despedida para grandes deportistas de nuestro país. Se trata de tres campeones olímpicos: la judoca Paula Pareto (oro en Río 2016), el basquetbolista Luis Scola (integrante de la Generación Dorada en Atenas 2004 y máximo goleador de la Selección Argentina) y el jugador de Los Leones Pedro Ibarra (campeón en Río 2016).
Las huellas de la pandemia
Más allá de que, como en toda competencia, quedarán sin dudas remarcados los nombres de las figuras que sobresalieron, en esta ocasión también se destacaron algunas malas noticias. Una de ellas fue la inesperada baja de la gimnasta Simone Biles, quien era la apuntada para tomar la posta como mega-estrella, tras los retiros de Michael Phelps y Usain Bolt. Pero Biles le mostró al mundo otra cara, la de la presión extrema sobre los deportistas de elite, al abandonar repentinamente las pruebas. "Tengo que concentrarme en mi salud mental. Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos. Sientes el peso del mundo y simplemente tienes que dar un paso atrás", dijo sin especular.
Otra de las cuestiones negativas estuvo vinculada directamente con la pandemia y, entre varios, afectó a un santafesino: Germán Chiaraviglio no pudo competir debido a que quedó aislado en la Villa Olímpica tras dar positivo en Covid-19 días previos a la prueba de salto con garrocha. El dolor por no poder cumplir con un nuevo sueño olímpico tras haber alcanzado la final en Río 2016 quedó en segundo plano para el atleta, ya que sufrió un confinamiento extremo que luego relató: "Durante el aislamiento en Tokio pasé por diferentes etapas. Primero un poco desconcertado por haber quedado afuera de semejante evento; me preparé mucho y eso me golpeó, aunque la parte más difícil fue estar encerrado 19 días en un hotel sin ventilación y sin poder prácticamente salir, salvo para buscar comida. El trato desde lo físico fue muy cuidado pero desde lo mental fallaron. Creo que subestimaron el efecto que puede tener el aislamiento en las personas y más aún teniendo Covid".
Gentileza El dolor y la resignación de Germán Chiaraviglio, que pasó 19 días aislado en Tokio y sin poder competir, por culpa del Covid-19. En la imagen, el único lugar que podía visitar fuera de su habitación: el comedor.
El dolor y la resignación de Germán Chiaraviglio, que pasó 19 días aislado en Tokio y sin poder competir, por culpa del Covid-19. En la imagen, el único lugar que podía visitar fuera de su habitación: el comedor.Foto: Gentileza
Esa vivencia que soportó Chiaraviglio fue la marca indeleble para todo 2020, se prolongó con algunos matices en 2021 y es una incógnita para el 2022 que inicia. Más allá de la salvadora vacunación, la mutación del virus se prolonga y la pandemia es una realidad instalada en la vida cotidiana, sin vaticinio de salida.