Se llama Miguel Curet y vino de Santiago del Estero
Jugó gratis en Colón, en la C, y lleva con orgullo sus “heridas de guerra”
Jugó con el Pato Pastoriza, el Beto Poncio y el Pato Colman. “La jugada estaba en otra parte y los defensores venían y te pegaban patadas en los tobillos”, cuenta este hombre que admiraba a Rojitas.
Miguel Curet hoy, con una foto de aquellos tiempos con la camiseta de Colón. Vino jovencito de Santiago del Estero y echó raíces en Santa Fe. Trabajaba en el ferrocarril y jugaba gratis en Colón.
“¿Vos querés saber lo que era jugar en la C?… ¡Mirá!… ¡Mirá mis cejas!… ¡Mirá mi nariz!… Parezco un boxeador… Era bravo”. Miguel Angel Curet habla pausado, casi disfrutando cada recuerdo. Y habla con orgullo. “Yo nací en Añatuya, soy santiagueño y jugaba en Talleres. Tenía 19 años y resulta que vinimos a jugar un partido con Colón. Estaba Ghiano en Colón, luego vino Gómez Galissier y después Italo Giménez… En Colón jugaban Warlet, Eulalio Gómez… Empatamos ese partido. Y acá estaba mi tío, Carlos Curet, que había jugado en Colón en la década del 40. Al poco tiempo fueron a buscarme. Tenía una base, un lugar a donde quedarme… Y me quedé”.
-Cuando usted llegó, Miguel, ¿Colón ya estaba en la C?
-¡Claro!… Atajaba Chacón, jugaban Rosso, Larpín, Boveri, el Pato Pastoriza, el Beto Poncio, López, Adamastor, el Pato Colman… Yo era “9” y muchas veces jugué de “10”… El técnico era Bonacci y me decía que jugara de “10” pero adelantado, que Pastoriza y Poncio iban a jugar cerca mío.
-¿Y cómo era jugar en esa categoría y en esos tiempos?
-¡Te pegaban sin pelota!… Capaz que el juego estaba en el área nuestra y a nosotros, los delanteros, nos pegaban una patada en el tobillo a 50 metros de donde estaba la pelota… En la única cancha que se podía jugar al fútbol era en la de Huracán, porque ahí jugaban varios, entre ellos Deportivo Español… Y en la nuestra también… Hubo partidos en los que íbamos y no sabíamos cómo salíamos… ¡Ni policías había en las canchas…!
-¿Vio cosas raras?
-Cosas complicadas, con los árbitros, había siempre... Los referís eran localistas… Una vez jugamos en San Lorenzo, creo que contra Riestra… Y venían, te sacudían de atrás y siga, siga… ¡Lo que era jugar con esas pelotas!… Eran de cuero grueso y las pintaban de blanco para que parezcan nuevas al partido siguiente… ¡Lo que pesaban!
Jugó con el Pato Pastoriza, el Beto Poncio y el Pato Colman
-El otro día recordaba un partido con Barracas Central, en el que usted jugó, y allí estaban Pastoriza, Poncio, Colman… ¡Buen equipo!
-Cuando llegué a Santa Fe, Pastoriza me dijo que había jugado en Añatuya… Pastoriza debe haber jugado en todas las canchas del país… Era un gran jugador… Y Poncio jugaba al básquet también en Colón.
¿Cómo era Colón en ese entonces?
-¿Sabés a dónde entrenábamos?… ¿Viste el Fonavi?… Bueno, antes había un arenal allí… La única planta que había, eran un par de pinos… Y ahí íbamos... No sé cómo hizo Italo para mantener al club… ¡Viajábamos nueve horas en micro a Buenos Aires y cuando volvíamos y parábamos a cenar en la ruta, no sé cómo hacía para pagar!… ¡Yo jugué gratis en Colón!
-¿Cómo gratis?
-¡Gratis…! Yo nunca firmé un contrato con Colón, trabajaba en el ferrocarril y lo único que ganaba eran unos premios por ganar… Y sólo en algunos partidos… Venía Italo y repartía esos pesitos.
-¿Y no se quedó en el 64, cuando vino el Santos?
-Te cuento lo que pasó: Colón me vendió a Carlos Pellegrini a principios de ese año. Todos los años se hacía el campeonato Antonio Rivarola, que se jugaba de noche. Y Colón estaba “ahorcado” con el tema de la luz. Necesitaba plata… La cuestión es que me fui a jugar allá. El que me llevó fue Miguel A. Sánchez, con el arquero Rocha y otros muchachos que habían jugado en Colón y Unión. Salimos campeones, un equipo bárbaro.
-Porque formé familia y tengo tres hijos santafesinos: Mariel, Carolina y Miguel, como yo.
-¿Cuál fue su jugador preferido?
-¡Angel Clemente Rojas…! Mirá, lo que veo ahora es que se buscan jugadores veloces antes que habilidosos… Antes no era así, se gambeteaba más… A mí me obligaron a que aprendiera a pegarle con las dos piernas… El delantero no tiene tiempo, adentro del área, de acomodarse para su pierna hábil… ¡Se la sacan a la pelota!… No sé qué haría un jugador como Angel Rojas hoy, francamente…
-Por lo visto, usted no era un “9” corpulento…
¡Para nada!… Pero estaba siempre bien entrenado… Iba a Los Guácharos, enfrente de Regatas y también a una canchita que estaba dónde ahora está la iglesia, en la costanera… Y jugaba en esos potreros… O en la cancha de Los Andes, en la costanera, enfrente de Ferroviario… Iba los domingos a ver los partidos de la Federación… ¡Qué jugadores que había ahí!
-¿Y después que se fue?, ¿la gente de Colón lo reconocía?
-¡Claro que me reconocía!… Lo que no sabía la gente, era que nosotros jugábamos gratis… Por el amor a la camiseta.