Miércoles 3.6.2020
/Última actualización 21:17
En la memoria futbolera argentina su imagen quedará grabada por ser el defensor inglés que, de zurda, hizo el “pase” atrás para la “Mano de Dios” de Diego Maradona, aquel gol de México 1986 tan audaz como antirreglamentario. Esa tarde del 22 de junio, en el estadio Azteca, A los siete minutos del segundo tiempo y con el resultado 0-0, Kenny Sansom anticipó A Jorge Valdano y elevó la pelota hacia su arco. El resto, ese balón cayendo y el puño izquierdo del astro en el salto ante el arquero Peter Shilton, forma una imagen imborrable. Sansom actor involuntario de una conquista icónica, pasó de ser una estrella del fútbol inglés A caer en la adicción al alcohol y el juego, A quedarse sin nada y A dormir en un parque. En definitiva, A un tormento que lo llevó A pensar en quitarse la vida.
El andar y los vaivenes de Sansom parecen sacados de un guión de película. Los medios ingleses aseguran que en su época de esplendor llegó A vivir en una mansión de un millón de dólares, pero que al tiempo se transformó en un alma perdida que padeció el alcoholismo y se sumergió en la depresión. Incluso, martirizado, alguna vez mencionó su intención de suicidarse: “No quiero vivir esta vida terrible”.
Sansom formó parte del equipo inglés en aquel partido en la capital mexicana, cuando Maradona pasó A la inmortalidad por el inolvidable segundo gol, “el mejor de la historia de los mundiales”. El lateral izquierdo fue uno de los espectadores privilegiados de los dos tantos que anotó la estrella argentina. El primero, con la mano; el segundo, con una obra de arte de gambetas.
“Nunca sentí tal cantidad de rabia tras un partido. Todos gritábamos y exigíamos que la FA (The Football Association) peleara por nosotros y que el encuentro se jugara de nuevo. Jamás perdonaré A Maradona, fue un maldito tramposo”, expresó el defensor. Al tiempo, el 10 le respondió: “Sansom, te robé la cartera. ¿Qué va A hacer, hermano? Cocodrilo que duerme...” Unos meses después, en noviembre de ese año, Kenny comenzó con los problemas por el alcohol y el juego. “Muy pronto todo eso se apoderó de mí”, confesó.
Kenny Sansom, nacido en Camberwell, Londres, el 26 de septiembre de 1958, integró la selección de Inglaterra entre 1979 y 1988. Leyenda de Crystal Palace y de Arsenal, entre otros, acumuló en su país más de 750 partidos y se dio el lujo de jugar dos mundiales. Para tomar dimensión de lo que implicó en el fútbol de su nación, vale repasar algunos números. Con 86 presencias, es el segundo jugador que más veces lució la camiseta inglesa en su puesto, detrás de Ashley Cole. Y figura entre los 11 futbolistas que más actuaron por Inglaterra , junto A Shilton, Wayne Rooney, David Beckham, Steven Gerrard, Bobby Moore, Bobby Charlton y Frank Lampard, entre otros.
Fueron varias las etapas difíciles de su vida. Sansom (con una historia similar A la de otra leyenda inglesa, Paul Gascoigne) padeció años tormentosos A causa de su afición A las bebidas alcohólicas. Lo admitió en entrevistas televisivas. Las sucesivas recaídas (algunas de ellas, en público o frente A fotógrafos que lo perseguían) convirtieron su vida en una montaña rusa de ingresos para desintoxicarse y nuevas borracheras. Hoy tampoco está bien, pero da batalla. A tal punto que se registró nueve veces en centros de rehabilitación, no siempre bajo su voluntad, y las nueve veces salió. A menudo prematuramente, todavía plagado de demonios.
De tenerlo todo A no tener nada
En 2015, la difícil situación de Sansom fue noticia de primera plana en Inglaterra. Padre de Kate, Natalie y Harry, lo perdió todo, incluida su esposa Elaine. Y tiene también cinco nietos. “No tengo dinero en el banco. Acabo de ir A dormir en la calle. No soy dueño de un coche, no tengo una casa, no tengo dinero, no tengo pareja. Y no es bueno dormir en el banco de una plaza”, reconoció.
Fue fotografiado en un parque, desmayado junto A una botella de vino. También, tirado en el estacionamiento de un supermercado, siempre rodeado por botellas. Pasó noches en comisarías. Sansom no tenía ni adónde ir. “No quiero parar, me encanta beber. No imagino mi vida sin beber”, repitió en varias ocasiones cuando se citaba con periodistas ingleses en algún lugar de la capital.
Hace algunos años, Sansom reconoció que su día comenzaba con una botella de vino para, A continuación, visitar A los corredores de apuestas e ir gastando las 622 libras mensuales que la Asociación de Futbolistas Profesionales le entregaba como pensión. “El dinero, mi ex mujer... Hay un montón de cosas que podría haber hecho mejor. Es mi culpa. Todas las cosas por las que me siento triste son mi responsabilidad”, admitió quien A menudo despeinado y confundido, supo deambular por las casas de apuestas de los suburbios londinenses. Atrás quedaba esa imagen, de 30 años atrás, de defensor sobrio, recio. Un molde que había construido con el apoyo de Terry Venables, ex jugador y entrenador legendario de su país.
En un blog propio, el ex futbolista escribió: “No siempre he tratado A la vida de la manera más correcta, es cierto. He decepcionado A mucha gente. He decepcionado A mi familia y me he decepcionado A mí. Pero siempre estoy lo suficientemente abierto como para reconocer que puedo luchar contra el alcohol todos los días. No es fácil, pero estoy decidido A tener un futuro”.
“El alcohol lo arruinó todo”
Al menos en la actualidad, Sansom tiene un techo. Una habitación en el suroeste de Londres. Hace un mes visitó el club Everton, por el que jugó algunos partidos entre 1992 y 1993. Asistió A un complejo cercano A Goodison Park para conversar con otras personas que viven en situación de calle. Recordó los miserables bares y pubs A los que no se resistió (ni trató de resistirse). Y rememoró anécdotas: “Hubo veces en que, cuando dormía en los bancos de la plaza, pasaba gente y me tiraba agua. No sé cuánta, pero era horrible, degradante. También dormí atrás de arbustos, en cualquier parte. Tener un sitio para dormir es muy importante”.
Hoy, Sansom tiene muchos episodios de claridad, fundamentalmente cuando se refiere al deporte y A su carrera: “Por Inglaterra debería haber jugado 100 partidos en vez de 86”, lamentó. “El fútbol ha sido mi vida. Es lo que sé. El fútbol fue fácil para mí y jugarlo se sintió natural. Pero una vez que uno termina de jugarlo, la vida se vuelve más difícil. Y el alcohol lo arruinó todo”, agregó