(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Es el único futbolista en la historia que ganó todos los torneos posibles a nivel internacional, superó a Lothar Mattäus en cantidad de partidos jugados en mundiales y en Argentina ya no le quedan records por batir.
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Pasó por al lado, la acarició y la besó. Eso fue antes de que se la dieran definitivamente para que él vaya al encuentro de sus compañeros para alzarla. Atrás quedó aquélla imagen de hace ocho años, cuando la copa era de los alemanes y él pasó por delante de ella sin poder tocarla. Creo que, desde ese día, se juramentó seguir buscándola como a esa chica linda que le ha robado el corazón y se resiste. En medio de ello, siguió ganando todo. Le faltaba sólo el Mundial. Fue campeón del mundo en juveniles, ganó una Copa América, los Juegos Olímpicos, ganó la Champions League, el Mundial de clubes y siete balones de oro al mejor jugador. Nadie en el mundo lo había logrado. Sólo él. Y a los 35 años sumó el Mundial, su obsesión, su propia gloria.
Habíamos pasado por todas las emociones posibles durante el partido. Los 75 minutos fantásticos del equipo y el 2-0 que parecía lapidario y terminal; la reacción de Francia en dos minutos que sembraron pánico y estupor; el alargue que trajo otra vez emociones. Un 3 a 3 con él y Mbappé cortejando a esa doncella vestida de copa del mundo que no sabía con cuál de los dos quedarse. El mano a mano que tapa el Dibu Martínez en ese final en el que terminaron “dando y recibiendo” a pleno, sin temores, buscando ambos ese triunfo que Argentina parecía tener a mano y se le escapaba. Era una final electrizante e incierta. Y llegaron los penales, la angustia primero y el delirio después. La copa tenía dueño. Y era él.
Llegó a su partido 26 en mundiales y también batió otro record. Justamente en una final. Ya no le queda nada ni nadie por superar. Lothar Matthäus le cedió el trono, como antes había ocurrido con Mascherano cuando lo pasó en partidos jugados con la camiseta de la selección argentina; con Batistuta en ser el máximo goleador y ahora levantando también la copa, emulando a dos monstruos como Maradona y Passarella.
¿Qué le queda por hacer?, nada. Ya está. El fútbol no le debe nada y él, al fútbol, mucho menos. Ni al fútbol, ni a la Argentina. Todo lo contrario. Argentina se convirtió en la selección con más hinchas en Qatar por él. De todas partes del mundo, de los lugares más recónditos se iban sumando. El los convocaba. Su fama no tenía fronteras y la admiración no sabía de límites. Todos querían que Argentina sea campeón del mundo. Y fue por él.
De más está decir que esa persona se llama Lionel Messi. Y que este 18 de diciembre quedará guardado en lo más profundo de su corazón, de su memoria y en cada uno de los argentinos a los que hizo feliz. Fue elegido el mejor jugador del torneo, hizo siete goles y su figura se repitió en cada uno de los partidos de la selección argentina.
A la edad de 35 años y 177 días, es el jugador más longevo en marcar dos goles en una final del mundo. Su presencia no pasó desapercibida nunca. Tuvo brillantez, pero también un equipo que esta vez lo respaldó.
Había dicho que éste era su último Mundial y puede ser; también dijo que la final iba a ser su último partido con la selección y a esto lo pongo en duda. Messi va a seguir un tiempo más y será él quién decidirá hasta cuándo. Mientras tanto, “vamos subiendo la cuesta que arriba mi barrio se vistió de fiesta…”. El también lo hizo posible: hizo feliz a todo un pueblo; y como Diego, regó de gloria este suelo.