Hace casi ocho años, más precisamente en junio de 2012, realmente no sé por qué razón decidí recordar en estas páginas a Tomás Felipe Carlovich, aquel volante central zurdo que nació el 19 de abril de 1946 en Rosario. Hoy vuelvo a hacerlo, pero esta vez con un motivo que bien lo vale. Es que hoy se cumplen 46 años de un partido emblemático para la ciudad del sur santafesino. Se trata del amistoso jugado en la antigua cancha de Newell’s Old Boys, que en ese tiempo no lucía las bandejas superiores, por lo que era muy difícil divisar hasta pocos metros antes de llegar, ya que los tupidos árboles del Parque de la Independencia obstaculizaban la visión del estadio que luego de conocérselo como el “Coloso”, hoy lleva el nombre de Marcelo Bielsa.
En esa cancha, el “Trinche” Carlovich tuvo su noche de gloria, fue la del miércoles 17 de abril de 1974. La Selección Argentina viajó a Rosario para enfrentar amistosamente a un combinado rosarino preparándose para el Mundial de Alemania de ese año. El once titular local, armado por Juan Carlos Montes y Carlos Timoteo Griguol, los entrenadores de Newell’s y Rosario Central respectivamente, se formó con cinco jugadores Leprosos y cinco Canallas, más un Charrúa, el “Trinche”, que en ese año jugaba en la Primera B para Central Córdoba (tres años después llegó a Santa Fe para jugar en Colón).
El resultado final del amistoso fue 3-1 favorable al equipo de Rosario, con baile incluido y sobresaliente actuación de Tomás Carlovich y Mario Alberto Kempes, con una muy buena faena de otra zurda conocida en nuestra ciudad, la de Mario Nicasio Zanabria (debutó profesionalmente en Unión en 1966). Los goles fueron marcados por el uruguayo Jorge González, el “Mono” Obberti (que ascendió con Colón en 1965) y Kempes, todos en el primer tiempo para el conjunto rosarino; descontando Victorio Nicolás Cocco (debutó en Unión en 1964) para Argentina en el complemento.
Tras aquel encuentro, Tomás Felipe Carlovich sólo declaró: “¿Sabés lo que es salir a la cancha y ver 35, 40 mil personas?, estuvo lindo”, fue una de sus pocas declaraciones sobre el ensayo del que dice no recordar demasiado. Y que lo tuvo como eje central de un fútbol de lujo que puso de rodillas a la Selección. El dominio de Carlovich fue tan apabullante que en un momento le mandaron a decir que “aflojara un poco” así “los muchachos no llegaban tan desmoralizados al Mundial” (versión no confirmada por el protagonista, pero sí por otros jugadores que fueron parte).
Para reafirmar la anécdota, se dice que el entrenador de la Selección Argentina, el “Polaco” Cap, en el entretiempo se acercó a sus pares rosarinos para pedir que “saquen a ese cinco, así los muchachos no llegan tan desmoralizados al Mundial”, en referencia a Carlovich, a quien sus futbolistas no podían detener. Durante el complemento, Griguol y Montes hicieron caso al pedido y sustituyeron al “Trinche”, ¿la razón?, la estaba rompiendo, bailando a los defensores de la Selección, posibilitando que el elenco rosarino se vaya al descanso 3 a 0 arriba.
El desde entonces recordado partido significó su destape, la revelación de que existía una joya escondida que la descosía los sábados (lo que derivó en que hinchas de otros equipos empezaran a ir a verlo; situación análoga a la de Bochini en Independiente o Maradona en Argentinos), aunque sin que eso se tradujera en un gran cambio en su vida. Más bien lo contrario. El “Trinche” cargó su bolsito, volvió al entrenamiento recreativo en el Gabino Sosa (estadio de Central Córdoba) y a los tres días del partido de su vida, retomaba las riendas de su equipo. Carlovich siguió haciendo maravillas dentro de un campo de juego pero siempre en el Ascenso. Principalmente en Central Córdoba, donde era amo y señor, pero también en ligas del interior, como en la mendocina, en la que vistió las casacas de Independiente Rivadavia, Maipú y Andes Talleres.
Saber algo más de Carlovich es un acto de fe. Y no hay mucho más para argumentar. No se verán jugadas maravillosas del “Trinche”. Sólo hay que creer. Nada más. Confiar en la memoria de la gente que dice que alguna vez lo vio en acción. Recuerdos que incluso para ellos empiezan a perder fidelidad por el paso del tiempo. Ese amistoso contra la Selección es un punto central de la leyenda. Y es, también, el disparador para bucear en un sinfín de mitos y verdades de Tomás Felipe Carlovich. Un nombre que sólo figura en documentaciones y un apellido que cobra valor cuando se lo menciona junto al apodo: “Trinche”.
Carlovich nunca hizo un gol en Primera ni tampoco jugó un gran partido en esa división. Toda su maestría la llevó a cabo en la B, la C y las ligas provinciales. Sin embargo, lo que sí hizo fue protagonizar un partido mítico contra varias de las más importantes figuras del momento. Jugadorazos como Houseman, Bertoni, Tarantini, Quique Wolff y Fillol. La prueba de que, ante los mejores, el Trinche podía ser todavía mejor.
Sin herramientas probatorias, es lógico creer que los miles de hinchas que fueron testigos de su carrera, principalmente en Central Córdoba de Rosario, tengan una tendencia a exagerar sobre sus habilidades. Pero para los que nunca lo vieron, escuchar las explicaciones de José Pekerman, Jorge Valdano o César Luis Menotti, invitan a pensar que algo de verdad había detrás de esas historias.
En un punto su historia es la historia de una imposibilidad: la de negociar con los protocolos del fútbol profesional, pero también la de no poder cortar con ese sentimiento de infancia con el que aprendió a jugar y lo ataba al potrero. Hoy el “Trinche”, ya jubilado, trabaja entre otras cosas de “celebridad”, ya que lo agasajan y lo invitan de varios lados. Es un prócer viviente. El único capaz, dicen, de hacerle un caño a un rival. Y enseguida hacérselo de nuevo.
Del partido que hoy se recuerda, fueron protagonistas muchos jugadores que vistieron las camisetas de Colón y Unión. Además de Carlovich, a la rojinegra se la calzaron: Obberti, Aricó y Telch; y a la rojiblanca: Biasutto, Zanabria, Brindisi, Telch y Cocco; y Griguol también fue DT tatengue.