Jueves 22.9.2022
/Última actualización 22:44
Las palabras "no puedo" no existieron, no existen ni existirán en la vida de Miguel Lemos, que con 51 años está armando el bolso para viajar, sin escalas, desde el popular barrio San Lorenzo hasta Estambul en un puñado de días: pisará Turquía para atajar su quinto Mundial.
Miguel, a quien entrevistó varias veces El Litoral, es el golero de la Selección Argentina de Fútbol de Personas Amputadas. Al puesto lo peleará con Emanuel Maldonado y Leandro Oyola. El entrenador de arqueros se llama Fernando Mazeo.
Para ganarse la vida, Miguel Lemos (51 años) trabaja como "cuida-coches" en la zona del Centro Cívico. Lo hace, prácticamente, de sol a sol. Tiene tres hijos: una mujer de 18 y dos varones (13 y 3 años). Cuando la jornada termina y todos están cansados, Miguel tiene más energía que nadie: se va a entrenar, a volar y atajar pelotas que no paran en el Parque Sur. Su entrenador de arqueros en Santa Fe es muy especial: se trata de su propio hijo (el de 13), que es el que lo "pelotea" para que vuele en arco improvisado con mochila, bolso y zapatillas.
Camino al quinto Mundial de la especialidad (ahora en Turquía), Miguel Lemos explica en el programa ADN GOL (96.7) la modalidad de su puesto: "Los amputados de brazos son los que van al arco. Tenés que cumplir una serie de reglas que no se pueden pasar por alto porque sino es como si estaríamos haciendo trampa. Actualmente, ya hay más de 60 países con fútbol de amputados. Tenemos nuestro Mundial, que es la competencia máxima a la que aspira cualquier deportista. Esta vez nos toca en Turquía nuevamente y estoy feliz de poder participar".
Antes de subirse con destino final para Estambul, Miguel recibe el cariño de lindas noticias. Los hermanos Héctor y Hernán Bar, de HB Sport, gestionaron y consiguieron guantes nuevos de la marca DRB y calzas de protección.
Pero, además, la semana pasada recibió una sorpresa, cuando estaba en el Parque del Sur, entrenando con su hijo para el Mundial que arranca en Turquía el próximo 30 de septiembre.
De repente, vio cómo apareció desde atrás un joven delgado, con su cabeza cubierta por una capucha. Cuando se la quitó, se dio cuenta de que se trataba del uruguayo Santiago Mele, el arquero de Unión de Santa Fe, que lo observaba sonriendo.
"La relación con Santi Mele se venía dando en una Iglesia, donde yo asisto. Se enteraron de que era arquero de la Selección, aunque yo siempre intento ser perfil bajo porque no me gusta andar diciendo, pero me descubrieron. Después me empezaron a pedir videos y se lo mandaron a él. Lo cargaban un poco diciéndole: "¡Vos te hacés el guapo porque tenés los dos brazos, pero acá tenemos un arquero que ataja con un solo brazo". Entonces, Santiago se empezó a interesar por venir al entrenamiento. Yo no quería que fuera para evitar inconvenientes por Colón pero vino igual. Ya no había nadie de gente cuando llegó porque había terminado el partido. Yo estaba trabajando técnica con mi nene, me di vuelta para buscar la pelota y estaba parado atrás observando. Se sacó la capucha y me dio un abrazo. No me dio tiempo a pensar. Me fue llevando. La verdad, para la edad que tiene, que tenga tanta madurez y la forma de desenvolverse tan humildemente, es lo que más me ha sorprendido porque se quedó una hora y media trabajando. Me sugirió algunos ejercicios, me corrigió y me puso muy contento. Esas cosas para mí tienen mucho valor. Una charla de colegas, como si me conociera de toda la vida. Parecía que éramos amigos. Me demostró la humildad que tiene".
Claro que no todo terminó allí y Mele fue por más con Miguel: llevarlo a un entrenamiento del plantel profesional de Unión. "En Casasol me querían conocer los jugadores. Me preparé mi mochilita y me fuí para allá. Empezaron a aparecer los arqueros y arrancaron a trabajar conmigo. Yo súper feliz porque trabajar en ese suelo es impagable y con todos los materiales que tenían. Habrá sido un total de 30 minutos. Después se fue volviendo más intenso el entrenamiento. Una cosa de locos lo que viví ese día", cuenta todavía emocionado.
Lo que está claro es que, en el fútbol como en la vida misma, todo lo que venga complicado y "jodido", Miguel Lemos lo ataja siempre. La adversidad nunca le hizo un gol. Para el cuida-coches que debe cuidar el arco de la Selección Argentina de Fútbol para Personas amputadas en su quinto Mundial no existen las palabras "no puedo". En realidad, nunca existieron.