Me enteré de la noticia a las 7.15 por un amigo en común —Rubén Maidana, “Mamanga”— y la escondí. Debo haber sido el último periodista de Santa Fe en darla. Quería que hubiera un “no” en el medio. Hablé con Axel Menor, presidente de la Liga. Con Gustavo Pueyo, su amigo. Y con el “Tano” Piccinino, relator y dirigente de la casa del fútbol local. Me hubiera gustado usar ese Fake News que está tan de moda en estos tiempos de tanta rapidez y poca reflexión. “Encontraron muerto al Huevo Toresani”, titulaban en cada noticiero de tele, en cada redacción.
La noticia, también a mano en estos tiempos egoístas y mezquinos, circulaba desde temprano en varios grupos de WhatsApp. Antes que en los medios, aunque parezca increíble. A los viejos, como el “Huevo” (51) y yo (casi 48), nos cuesta un poco entender esta milonga.
“Dejáte de joder, le ganaste a un cáncer y saliste...¡Cómo no vas a salir de ésta, Julio”. Esa frase se la deben haber dicho, en los últimos tiempos, la mayoría de allegados, amigos, seres queridos, jugadores actuales, ex jugadores y conocidos.
Cualquiera de los que se escribió o habló con el “Huevo” —me incluyo— hoy nos estamos preguntando si se podría haber hecho “algo más”. Será un pregunta que cada uno llevará hasta el resto de los días. Lo mismo con esa que tiene sólo dos palabras: “¿por qué?”.
Cuando Julio peleaba con ese cáncer, hace un par de años, su amigo Ricardo Pancaldo dirigía Libertad de Sunchales, club con el cual estoy vinculado desde hace muchos años. Entonces, me pidió que armara una comida en Sunchales. Le dije que sí, con una condición: “Tenés que pasar por la virgencita del milagro en Felicia”. Aceptó el desafío. Y siempre me decía que tenía que volver, alguna vez, a agradecerle. Al tiempo, el cáncer desapareció y estaba totalmente curado.
En los últimos tiempos, se había quedado solo. “Me mandé muchas cagadas, hermano, me hago cargo”. Padre de tres hijos: Franco, que está jugando en Grecia y ya tenía pensado volver por estos días con el parate helénico; Lautaro, que vive con Andrea su madre; Conrado, el más pequeño, que vive con su mamá Ana.
Por su gran amistad con Gustavo Pueyo estaba viviendo, por una gentileza del presidente Axel Menor, en un lugar que le habían preparado especialmente en el predio de la Liga Santafesina, ubicado en Dr. Zavalla al 10.800 en el norte de la ciudad.
Gabriel Migliónico, ex jugador y compañero, lo había contactado en este verano con el presidente de Rampla Juniors de Montevideo, equipo uruguayo al que dirigió en un puñado de partidos. Había sido ésa su última experiencia en el fútbol profesional como DT.
En las primeras horas de hoy, Gabriel —uno de los empleados del predio Fraternidad Deportiva, donde además funciona un hotel con capacidad para unas 60 personas— lo encontró sin vida. Casualmente allí, en el predio liguista se había instalado en enero con Rampla Juniors para realizar el trabajo de la pretemporada. Axel Menor, presidente de la Liga; Gustavo Pueyo, vicepresidente, fueron los primeros en recibir la noticia.
El resto, conocido: comisario y oficiales de Monte Vera, médicos forenses, la PDI (Policía de Investigaciones) y el fiscal Andrés Marchi, que es quien entiende la causa. Los medios de prensa, el vallado, sus familiares. Una película impensada y las noticias rebotando en todos los canales, redacciones, noticieros, etc.
Hace muchos años, a los vestuarios para hacer notas, bajábamos —con toda la furia— entre 7 y 10 periodistas. Eran mis inicios en esta profesión. Eran tiempos donde el que hacía la nota podía construir una relación especial con los entrevistados. Ahora, con el enjambre de medios en cada cancha, es algo olvidado. A los de mi generación nos pasó ésto y el “Huevo” Toresani siempre fue uno de esos personajes que no pasaba desapercibido.
Julio era así, se lo tomaba o dejaba. Se lo quería o se lo rechazaba. Capaz de comer un asado el jueves, después de una práctica. Y de putearte el lunes con El Litoral en la mano: “Darío, la c... de tu hermana, me pusiste un 4 en el Bajo la Lupa”. Así era Julio. Calcado. Se calentaba, se mandaba la cagada, te pedía disculpas. Así, en cualquier lado: un fulbito “5” (todavía me acuerdo ese lunes que estábamos jugando y el “Ratón” Fritschy no sabía cómo hacer para frenarlo), un fútbol de once en la Liga, en El Pinar, en cualquier lugar. En el fondo, ganador ciento por ciento, el “Huevo” no quería perder ni jugando a la bolita. ¡Y menos con periodistas!.
Hace algunos años, cuando volví a la radio, sumamos a los dos goleadores históricos como columnistas en el programa de la mañana: el “Turco” Alí y el “Bichi” Fuertes. Cuando el “20” se fue a dirigir a Chile, fue el “Negro” Medero y después el “Huevo”. Yo le decía siempre lo mismo: “Huevo, tu lugar en el mundo está dentro del fútbol. Pero entre estar haciendo nada, veníte a la radio”. Le gustaba opinar al aire, picante comos siempre y haciendo gala de sus contactos futboleros. Y jugábamos al desafío: “Julio, hoy quiero que saquemos a Francéscoli”, le decía yo. Y lo sacaba. Hasta en la radio, era competitivo y ganador.
Tanto “Gaviota” Migliónico como el “Cabeza” Delgado lo habían “ayudado” para su última gran aventura: dirigir a Rampla Juniors de Montevideo. Duró nada y a partir de allí entró en un pozo depresivo. “No pego una”, decía a quien quería escucharlo.
La película se me pasa como un touch sin final: los goles al primer palo, de rastrón, en el Unión de Trullet; el viaje en la Coupe Fuego del “Pelado” Centurión volviendo a 200 por horas para llegar a Villa Dora un domingo a la noche, junto con el “Huevo”, Luis Abdeneve, Ramón Miguel y Bobadilla; los asados en Las Flores con un peluquero amigo de esos tiempos tiernos; el pase a River y ese 15 por ciento que quedó en el camino; el estallido pagano cuando se pone la camiseta de Colón y ese encontronazo con Diego en La Bombonera, el famoso día de “Segurola y Habana”; las salidas de cadena en los picados; las anécdotas con Bilardo y Menotti; el reencuentro con Maradona en el vestuario cuando jugaron juntos en Boca (el “Huevo” se ponía contento cuando lo nombraban en la síntesis de ese último partido de Diego en el clásico donde aparece Toresani como uno de los goleadores); el choque de dos “locos” como eran Julio y Diego Osella en ese vestuario virginal de Colón descendiendo en Arroyito.
Se fue el “Huevo” Toresani, uno de los dos futbolistas privilegiados que nacieron en esta comarca y que se dieron el lujo de jugar en Unión, Colón, River y Boca (el otro fue el “Rengo” Daniel Juan Tomás Silguero). El accidente de Hugo García, la muerte del “Indiecito” Solari, el “palo” de Diego Barisone. Son los peores días frente al teclado en esta profesión que es, lejos, la mejor del Planeta. Son las peores crónicas. Casi obligadas. Hubiera preferido descansar y que escriba otro.
Usé, uso y usaré la misma frase para estos casos: “A la muerte hay que matarla”. La hizo brillante con su pluma única Osvaldo Ardizzone en la revista “El Gráfico” cuando el 9 de enero de 1981 murió electrocutado Hugo Pena. Justo “El Gráfico”, que al “Huevo” lo reflejó ganador y victorioso con las dos camisetas más grandes de la Argentina. Además de las dos camisetas de Santa Fe.
Pensar que al maldito cáncer el “Huevo” le ganó por goleada. Pero este pozo depresivo sin salida se lo llevó puesto a Toresani sobre la hora. ¡Chau “Huevo”!. Ahora ya estarás allá arriba armando el cinco contra cinco del lunes en el Ateneo con el “Monito” Roteta (van a meter mano, obvio, para ganar...porque no te gusta perder ni a la bolita).