(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Venció a un digno adversario en un partido que tuvo picos de dramatismo y se pudo resolver de otra manera. El viernes, en cuartos, enfrenta a Países Bajos.
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Costó un montón. Se pudo y se debió definir con holgura, pero el sufrimiento permaneció hasta el mismísimo final, con un mano a mano increíble que tapó el Dibu Martínez. Antes, Lautaro debió asegurar el resultado. No faltaron oportunidades para ganarlo bien, pero casi nos empatan. El equipo puso garra, actitud y terminó quedándose con un partido bravo ante un rival que jugó con mucha dignidad.
No tardó demasiado en presentarse el partido que todos suponíamos. Argentina con la pelota, haciéndola circular y esperando el momento de meter una pelota profunda ante una defensa australiana que se cerraba –y mucho- del medio hacia atrás. Argentina tenía al Papu Gómez bien abierto por izquierda, pero buscaba mucho por derecha, donde el que abría la cancha era Molina.
Eso duró 20 minutos, porque, de pronto, el manejo de la pelota cambió de dueño. La empezó a hacer circular Australia con los mismos fundamentos que Argentina: toque contra el piso, sin excederse en el pelotazo largo. Fue un pasaje de incertidumbre y confusión para la selección, que al no encontrar la pelota se empezó a ir del partido. Y a eso lo aprovecharon los australianos, que demostraron también que disponían de una altura pronunciada y peligrosa para las jugadas de pelota quieta.
Hasta que apareció el genio. Parecía que estaba ausente, pero recibió la pelota por el costado derecho, amagó ir por afuera, enganchó hacia adentro, tocó para Mac Allister y fue a buscar al área el pase que llegó de MacAllister para Otamendi (extrañamente adentro del área en esa jugada) y éste se la paró para que Messi defina con un remate suave y esquinado que dejó sin chances a Ryan. Fue en el momento justo, cuando el partido no le estaba siendo favorable a la selección porque Australia le había encontrado la vuelta. Pero apareció la jerarquía inigualable de Messi para marcar la diferencia.
El partido volvió a su cauce. Australia pretendía apretar en la salida defensiva, incluso hasta yendo a apretar al Dibu Martínez cuando le tiraban la pelota hacia atrás. Lo mismo hacía Julián Alvarez (tremendo sacrificio corriéndolos a todos) cuando los australianos pretendían imitar el manejo de pelota de Argentina.
No nos sobró nada en ese primer tiempo. Lo ganábamos por la genialidad de Messi en esa jugada individual. Es cierto también que no sufríamos en nuestro terreno, que el “temor” australiano eran las jugadas de pelota quieta por la fortaleza física de sus jugadores. Pero nada más que eso. Igualmente, Argentina tampoco creaba situaciones claras. El partido se consumía en toqueteos, cambios en el dominio del juego y escasísimo peligro frente a los arcos. A Messi le bastó con tener una y no perdonó.
Ni cinco minutos se jugaban del segundo tiempo cuando se fue de la cancha el Papu Gómez y entró Lisandro Martínez. El equipo se paró con línea de tres, subiendo y bajando los dos marcadores laterales para cerrar bien el sector defensivo. El exceso de confianza en la salida, a veces exagerando el pase hacia atrás frente a delanteros rápidos y dispuestos a cortar el circuito de juego, hizo que muchas veces se arriesgara en demasía.
Pero un error de esa naturaleza provocó el segundo gol argentino. Ellos también arriesgaban, hasta que De Paul y Julián Alvarez fueron a apretar sobre la salida australiana. De Paul corrió y Julián Alvarez robó la pelota y definió con un toque corto, con el arco desguarnecido. Un gol que Julián Alvarez buscó desde el inicio del partido, haciendo un gran desgaste para complicar esa tendencia de Australia (la nuestra también) de jugar la pelota para su arquero.
Argentina tenía totalmente controlado el partido cuando se fue una de las grandes figuras del equipo, Julián Alvarez, para provocar el ingreso de Lautaro Martínez, al que ya le sacó el puesto. Y también el de Tagliafico por Acuña. A todo esto, también Australia movía el banco y agregaba gente del medio hacia arriba. Pero Scaloni ya tenía armada la estructura con esa línea de 3/5 que le funcionaba casi a la perfección.
El descuento llegó en una jugada fortuita, cuando Goodwin recibió un rechazo corto y le pegó con violencia al arco, pero encontró en el camino la humanidad de Enzo Fernández, que desvió la trayectoria de la pelota y descolocó por completo a Emiliano Martínez. Allí, Scaloni mandó a Palacios y a Montiel a la cancha, por Mac Allister y Molina. Y en ese preciso momento, Australia tuvo la gran chance de convertir, cuando Behich armó una jugada notable y cuando le quedaba sólo el remate al gol, llegó la pierna salvadora de Lisandro Martínez.
Terminó en shock la selección. El partido no estaba para que se complicara, pero se complicó. La gente se dio cuenta en el final y el aliento llegó como una ayuda extra para aguantar esos últimos minutos. De Paul se encargó de marcar el camino haciendo un cuidado total de la posesión de la pelota. Fue el momento en el que aparecieron espacios, como en las jugadas en las que Messi dejó solo a Lautaro y uno de sus remates se fue por encima del travesaño y el otro fue tapado por el arquero, desperdiciando dos buenas ocasiones de darle tranquilidad definitiva al equipo.
Ganó Argentina, con algo de sufrimiento en el final y frente a un dignísimo rival. El resultado se construyó a partir de la genialidad de Messi –que terminó el partido a toda orquesta- en un primer tiempo sin jugadas de riesgo y en un segundo tiempo en el que se debió jugar con más holgura y sin nada de sufrimiento, mucho menos en ese mano a mano que tapó el Dibu en la última jugada.