(Enviado Especial a Qatar)
(Enviado Especial a Qatar)
La convivencia entre periodistas tiene sus cosas, como cualquier convivencia. No lo digo porque nos tiramos con los platos, sino porque cada uno tiene su ritmo de trabajo y máxime cuando hay seis horas de diferencia con nuestro país. Ejemplo: el que tiene que hacer un “vivo” para algún programa que vaya de 20 a 21, estará realizándolo cuando aquí en Doha estamos entre las 2 y 3 de la mañana. Pero el laburo es el laburo y no hay objeciones.
Pasamos poco tiempo en el departamento y las comidas en conjunto casi no existen. Hay un par que se ufanan de ser muy buenos cocineros (no es en absoluto mi caso), los misioneros la rompen con el mate, esta vez no hubo fernet (razones obvias de un país en el que el consumo de alcohol es dramáticamente reducido) pero la gran novedad se produjo este domingo, todavía con la algarabía generada por el triunfo ante México.
Cuando escuché: “Diego, ¿te animás a pasarme la máquina por la cabeza?”, no lo podía creer. ¿Qué está por hacer este hombre?, pensé para mí. Pero ya era tarde. Ni por asomo me imaginé que teníamos en el grupo un avezado peluquero… Y que también teníamos un kamikaze que se arriesgaba a semejante acción. Pero salió todo bien. Al menos, no hubo que salir corriendo al hospital.
Ah… para los que siguen este diario de viaje, les comento que “Tomatito”, el lorito que ya está como “chancho” con el grupo, goza de buena salud. Temía por su integridad si Argentina perdía con México… Pero como ganamos, el domingo lo dejamos cantar tranquilo y de madrugada sin retarlo.