El ex piloto británico Stirling Moss, histórico rival del argentino Juan Manuel Fangio en la Fórmula 1, falleció este domingo a los 90 años en el barrio londinense de Mayfair, confirmó su esposa Susie Moss al periódico Daily Mail.
Fue cuatro veces subcampeón del mundo, tres de ellas detrás de Fangio. Ganó 16 carreras pero nunca pudo ser el número uno.
El ex piloto británico Stirling Moss, histórico rival del argentino Juan Manuel Fangio en la Fórmula 1, falleció este domingo a los 90 años en el barrio londinense de Mayfair, confirmó su esposa Susie Moss al periódico Daily Mail.
Moss fue cuatro veces subcampeón de la categoría entre 1955 y 1958: las tres primeras como escolta de la leyenda argentina y la última de su compatriota Mike Hawthorn.
Con 16 victorias, se convirtió en el piloto con mayor cantidad de triunfos sin haber logrado nunca un título en la categoría reina, lo que le valió el reconocimiento de “campeón sin corona”. Logró, además, 24 podios, 16 pole positions y 19 vueltas rápidas.
En 1962, luego de once años de militancia en la F1, puso fin a su carrera luego de un violento accidente en el circuito británico de Goodwood por el que estuvo un mes en coma y seis meses con parálisis en el cuerpo.
“Murió como vivió, luciendo maravilloso. Simplemente se cansó al final y cerró sus hermosos ojos, eso fue todo”, explicó su mujer.
Según el periódico inglés, la muerte de Moss fue consecuencia de una infección en el pecho que contrajo en Singapur justo antes de la Navidad de 2016 y “no hay indicios” de que esté relacionada con el coronavirus. La F1 lo despidió como “uno de los verdaderos grandes” de la categoría, en la que corrió para Vanwall, Maserati y Mercedes.
El sitio autoblog descubre algunas imperdibles anécdotas relatadas por el propio Moss en los libros de biografías que se publicaron sobre su trayectoria.
* La Maserati 250F: “Es posiblemente el auto de carreras más refinado que se haya construido nunca. Tal vez los materiales no eran tan buenos como los de Mercedes-Benz y de hecho se rompía más de la cuenta. Pero conducirla no tenía igual”.
* Su debut en Mercedes-Benz: “La prueba la hice en Hockenheim, en 1954, con el SLR. Es el auto más rápido que haya conducido nunca. Cuando volvía a bóxes, un mecánico me esperaba en posición firme, con un cuenco de agua. ¡Agua caliente! En la otra mano sujetaba un jabón y del antebrazo le colgaba una toalla. Para higienizarme al bajar. ¡No me lo podía creer!”
* Los autos ingleses: “Intentaba manejar autos ingleses siempre que podía. Los ingleses éramos muy orgullosos de lo nuestro. Hoy ya no tiene sentido ser tan patriótico”.
* Los autos particulares: “El auto privado que conducías era el que te correspondía por tu posición en el equipo. Fangio tenía un 300 S Cabrio, precioso por cierto. Yo tenía un 220 S Berlina, y Hans Herrmann un 220 normal, sin la S. Fangio era el jefe, yo el siguiente y luego Hans. Hans no era tan bueno”
* La Mille Miglia: “Para ser sincero, es la única carrera en la que sentí miedo antes de salir. No conocía muy bien el recorrido, apenas tuve oportunidades de ir a Italia. Nos llevó dos días hacer todo el recorrido con tráfico normal. Y tuvimos dos accidentes”.
* El cansancio en las carreras: “Normalmente suele ser fácil estar concentrado cuando sabés que te estás jugando la vida a cada tramo. Una situación así eleva tu nivel de atención. Pero en la Mille Miglia nos enfrentamos a un manejo siempre al límite. Y Fangio nos había ofrecido aquellas píldoras. Nos dijo: ‘Tómenlas’. Creo que era Benzedrina, un tipo de anfetamina o algo por el estilo. Al final de la carrera yo estaba con el estado de ánimo muy elevado. Pero eso no es extraño cuando has ganado una carrera así. Incluso pude agarrar mi auto y viajar directamente hasta Colonia, pasando por Stuttgart”.
* Las diferencias con Fangio: “Para mi no había diferencia entre sentarme en un sport o en un Fórmula. Para él sí, porque estaba obsesionado con tener que ver siempre las ruedas. Yo le decía: ‘Tienes que fijarte en la pista, no en las ruedas’. No entendí nunca muy bien aquella manía. En un sport siempre le gané, sin problemas. Pero en un Fórmula 1 él era más rápido: conducía con una limpieza absoluta, nunca se acercaba demasiado al borde, derrapaba lo justo. Y, ante todo, era un perfecto caballero”.
* Enzo Ferrari: “Un día, cuando yo tenía 20 años, recibí la llamada de Enzo. Me propuso pilotar su nuevo modelo de cuatro cilindros en Bari. Viajé hasta el sur de Italia y me planté allí. Un mecánico me preguntó, extrañado, que quién era yo y le respondí que Enzo me había llamado para probar su nuevo modelo. Me dijo: ‘No, tú no lo vas a pilotar, lo hará Taruffi’. Fue un palo bastante grande. Desde entonces me prometí que nuca manejaría una Ferrari”.
* El peligro: “El único modo es concentrarse en la carrera y no pensar a cada momento lo que podría pasar. Tener la máxima confianza en uno mismo. La carrera que cuenta es la carrera que hacés. Yo muero hoy. Yo gano hoy. No me preocupo por la semana pasada, ni por la siguiente, que aún no existe. Lo que realmente cuenta es el ahora. Así me lo he planteado yo siempre. Hoy las cosas han cambiado: competir en circuitos es más seguro que jugar al fútbol”.
* La lección de manejo: “Tenía seis años. Mi padre compró un Austin Seven y le quitó la carrocería. Me dejaba usarlo en nuestra granja. Aquello me dio bastante experiencia. Fue maravilloso. Teníamos un terraplén de dos metros de altura y siempre pasaba por allí. Para mí aquello era entonces como las abruptas curvas de Brooklands”.
* Su primera carrera: “Cuando le dije a mi padre que quería competir, su respuesta fue tajante: ‘¡No!’ Yo me había comprado un Morgan Threewheeler, porque era legal conducir un vehículo de tres ruedas con 16 años. Mi padre tenía un BMW 328. No de competición, sino para uso diario. Yo empecé a iniciarme con algunas carreras de montaña. Cuando mi padre por fin cedió, me compré un Cooper. Por aquel entonces era el único vehículo de competición disponible”.
* El dinero: “Tuve que hacer negocio con la competición para poder correr. Creo que esa fue la manera en que pude realizar mi primera carrera profesional tras la Segunda Guerra Mundial”.
* El estilo de manejo: “No hay que conducir brusco. Eso es algo que se aprende especialmente en asfalto mojado. Hay que hacerlo todo de forma rítmica. Entonces te das cuenta de que todo es mucho más fácil. En Nürburgring, por ejemplo, si encuentras tu ritmo, puedes lograr que todo lo que hagas salga a la perfección”.
* El Mercedes SLR 722: “No estoy de acuerdo con la marca en tener a ese auto en un museo. Creo que es el modelo más importante que han tenido nunca. Es una construcción automovilística de un nivel superlativo. Naturalmente que no va a volver a correr otra vez la Mille Miglia, pero deberían arrancarlo de vez en cuando. Aunque sea para escuchar el sonido de su motor. ¡Un auto de carreras con ocho cilindros en línea!”
* El susto: “Corría a unos 270 km/h, cuando de repente se me cruzaron los brazos. Entonces supe que algo no iba bien. El auto seguía avanzando muy rápido, empezó a derrapar, frenaba y nada. Yo movía el volante, pero la dirección no respondía. De modo que seguí frenando a fondo y cerré los ojos. Cuando los abrí después de haberme parado pensé: ‘Guau, pues sí que hace calor en el infierno’”.
* Su accidente en 1962: “Graham Hill me sacaba una vuelta y probablemente no me vio. Siguió su trayectoria y yo terminé en el pasto. Ese es uno de esos momentos. Mis recuerdos tienen un agujero de aproximadamente un mes. Lo último que recuerdo es mi encuentro con una dulce joven sudafricana la noche antes de la carrera. Lo siguiente, me veo en el hospital. Eso es todo”.
* La vida después de las carreras: “Tuve que trabajar duro para poder vivir. Y cuando no sabes absolutamente nada de nada, solo puedes hacer dos cosas: convertirte en político o en agente inmobiliario. Yo hice lo segundo”.
* Las mujeres: “Para mí, las carreras eran magníficas oportunidades para conocer mujeres atractivas. Veía una figura bonita y bueno, seguía viéndola hasta el desayuno. Y si te conseguías a una azafataà ¡Buf! Entonces era 100 % seguro que volabas gratis”.
* Su esposa Susie: “En realidad yo la conocí hace 50 años, cuando aún estaba casado con mi primera esposa. Susie tenía sólo cinco años y yo era amigo de sus padres. Y ahora ya llevamos 30 años casados. La mujer perfecta. ¡Es incluso capaz de cambiar una transmisión! Me hace muy feliz”.