El doctor Conrado Aparo, hombre clave en una noche histórica...
"Nadie sabía lo que había en la jeringa cuando infiltré a Monzón"
Gentileza Conrado Aparo Aparo junto a Amílcar Brusa, el hombre que confió en un joven médico santafesino que en ese momento estaba aprovechando una beca en Italia.
"...El remisero tocaba bocina. Su auto estaba en la misma puerta del hotel. No había más nada que hacer: tendría que pelear sin infiltración... Aparecieron dos médicos argentinos radicados en Roma... Nunca supimos de dónde los habían sacado... La cuestión es que uno me agarró una mano y el otro la otra... Cuando terminaron salimos volando. Yo me enchufé la bata y un sobretodo arriba. En el auto me fui ajustando los cordones de las botitas...". (Carlos Monzón en "Mi verdadera vida").
* * * * *
En la tranquilidad de su casa en Sauce Viejo, el doctor Conrado Aparo respira bien hondo el olor a los jazmines y reta a sus cuatro perros. Su mujer observa la escena mientras fuma un cigarrillo. "Salgo afuera porque adentro me retan... Y es lo que corresponde", dice ella. Cuando uno entra a la casa, inevitablemente pasa por un taller. Parece más la casa de un mecánico que la de un médico. "¿Y qué arregla acá el doctor?", le pregunto a su esposa. "Arreglaba, querrás decir... ¡De todo!", dice enérgicamente, mientras abre todos los compartimentos para mostrar los cientos de herramientas. "Y más vale que no le falte una sola, porque se dá cuenta... El otro día le dijo al hijo que le habían sacado un destornillador y mirá todos los que tiene", confirma, no sin antes exclamar: "¡Esto se parece a una ferretería!", estallando en carcajada.
El doctor Conrado Aparo tuvo una labor clave, fundamental, trascendente, aquella épica noche lluviosa de Roma del 7 de noviembre de 1970, cuando Monzón destronó a Benvenuti. Fue el hombre que le infiltró la mano derecha, la del nocaut, para que Carlos no sintiese dolor en la pelea. Lo hizo minutos antes de salir desde el hotel Sporting al Pallazo dello Sport. Su mente, mantiene increíblemente vivo el recuerdo.
Gentileza Conrado Aparo A los 78 años, el doctor Conrado Aparo mantiene vivo el recuerdo de esa noche histórica del 7 de noviembre de 1970. Fue el hombre que le dio una mano a la mano que escribió aquélla página gloriosa.
A los 78 años, el doctor Conrado Aparo mantiene vivo el recuerdo de esa noche histórica del 7 de noviembre de 1970. Fue el hombre que "le dio una mano" a la mano que escribió aquélla página gloriosa. Foto: Gentileza Conrado Aparo
-¿Santafesino, doctor?
-Sí, claro. Yo nací en el hospital Italiano... En ese momento, año 1942, no había sanatorios. Se estaba haciendo el Rivadavia y armando el Santa Fe, en una casa que le alquilaban a Mayoraz... También se estaba haciendo el sanatorio ferroviario, que luego Perón lo expropió, al igual que al de Niños... Hasta quinto grado fui a la escuela Sarmiento, cuando estaba enfrente de la plaza San Martín... Esa que tenía una torre preciosa... Y luego, de quinto grado a quinto año, fui al colegio Inmaculada... Vivía adentro del colegio, porque los últimos tres años los hice pupilo... ¿Sabés con quién?, con el Lole Reutemann.
-¿Así que se conocen de chiquitos con el Lole?
-¡Claro...! Era introvertido... ¡Muy deportista!... Años después, cuando ya era médico y estaba en el Diagnóstico, cayó la mamá del Lole, que se había clavado una aguja en la espalda... Se vé que se había sentado en un sillón y se clavó la agua... El médico de ella era el doctor Bertuzzi y no tuvo mejor idea que cortar el hilo... Si estaba el hilo era mejor, se encontraba más fácil la aguja. Pero yo me había fabricado un imán para esas ocasiones y fue más fácil localizarla.
-Ya volvemos al Lole, pero empecemos con la historia de Monzón...
-Te cuento. En un congreso que se hizo con gente del Paraguay me contacté con Fineschi, que era el profesor en Bologna en un Instituto de traumatología. En el '69 me llama para decirme que había una beca en Roma. Vendí lo que tenía, que era un autito y me fui. Yo alquilaba un departamentito y ahí se quedaron los Filomena, que son primo-hermanos míos...El hospital al que fui estaba en Monte Mario, en Roma, alquilé una piecita en un hotel y ahí estuve dos años. Era un hospital de 1.000 camas, una locura.
-¿Entonces?
-Un día estaba en el hospital y me llaman... Era para darme una carta del doctor Colandré, que era amigo de uno de mis primos, en la que me pedía si lo podía ayudar a Ricardo Porta, que viajaba para la pelea... Así que cuando Ricardo llegó, lo sacaba a la noche por los bolichitos y restaurantes de Roma... El iba con su grabadorcito y yo le hacía de traductor. Le preguntaba a los italianos por la pelea... Nos hicimos amigos con Ricardo y le puso Conrado a uno de sus hijos en honor a mí... Eso fue lo que me dijo.
-¡Todos a favor de Benvenuti...!
-¡Imagináte...! Benvenuti era un ídolo, un señor... No era el típico boxeador de barrio o humilde, era de clase media, tenía su pinta... Todos los gringos creían que iba a ganar él.
-¿Es Porta el que lo acerca a Monzón?
-Un día llega mi papá a Roma y lo fuimos a ver a Brusa al hotel Sporting, que estaba cerca del Pallazzo dello Sport. Brusa no había llevado ni sparring, porque Menno estaba allá. La comitiva era muy escasa... Mi papá lo conocía a Brusa. Yo iba a la tarde y le tomaba la presión a Monzón, porque muchas veces era Brusa mismo el que hacía ese trabajo... Y ahí ya se hablaba de que había que infiltrarlo... El problema era grande porque hasta en los diarios salía que no se lo iban a permitir...
-¿Por qué?
-Porque con Emilio Noguera, que había ido en la excursión que fue desde Santa Fe, vimos que le estaban poniendo una inyección con un anestésico que es xilocaína, lo que usan los dentistas y que contiene epinefrina. Y eso podía aparecer en los análisis de orina, es un corticoide de gran potencia... Y a eso, los italianos decían que no lo iban a permitir... ¡Brusa se la aplicaba, a la xilocaína, con una jeringa metálica de dentista, de esas fuertes que se usan para que puedan traspasar la encía!...
-¿Y ahí, qué hizo?
-Me fui al hospital esa tardecita y busqué novocaína... Yo vine con jeringa, aguja y todo... Le preguntamos con Noguera donde más le dolía y se la pusimos 20 minutos o menos, antes de que saliera para el Pallazzo dello Sport... Nadie se lo imaginaba, porque generalmente se la aplicaban en el vestuario o hasta en el mismo ring...
Gentileza Conrado Aparo Los Aparo, padre e hijo, en un congreso al que concurrieron allá por los tiempos en que se llevó a cabo la pelea con Benvenuti.
Los Aparo, padre e hijo, en un congreso al que concurrieron allá por los tiempos en que se llevó a cabo la pelea con Benvenuti. Foto: Gentileza Conrado Aparo
-¿Quién le pidió que le aplique novocaína?
-¡Nadie...! Estaba prohibida la infiltración... ¡Le iba a salir en el dóping si era xilocaína!... Nadie sabía ni lo que tenía en esa jeringa... Se la coloco yo y Noguera miraba... Estaba contento Monzón... Me acuerdo que llovía torrencialmente, un diluvio... Estaba Bonavena ahí... Y dos o tres "vagas", de esas que andan cerca de los boxeadores... "Cuiden las palabras que llegan los doctores", decía Monzón... El otro día se lo conté a Silvia, la hija.
-¿Fue a ver la pelea?
-¡Por supuesto...! ¡Y nos pagamos la entrada!... Lo único que me traje fue un afiche, tipo cartulina, amarillo y con la cara de los dos, que había impreso Sabatini, el promotor... Un día fui y se lo dí a Chiquito Uleriche, creo que está todavía ahí en el Quincho... Ah, y durante un tiempito tuve en el auto el tubo con la jeringa. Me acuerdo que en un viaje a Suecia me pararon, revisaron y encontraron la jeringa... ¿Para qué...? ¡Dos horas revisando el auto, le sacaron el aire a las cubiertas, me revisaron las valijas!... Las traje a la Argentina y en alguno de los cambios de consultorio, no sé qué se hicieron del tubo y la jeringa...
-¿Tenía problemas esa mano de Monzón?
-¡Era una mano normal!... Lo que pasa es que es típico de los boxeadores, se les produce un desgaste de los huesitos de la muñeca... Te cuento, la muñeca tiene 8 huesitos y hay 2 que se enferman de tanto pegar a la bolsa, el grande y el semilunar... Después lo operaron a Monzón de ese problema, pero la realidad es que lo tenían que infiltrar para pelear y que no doliera.
-¿Vio el documental?, ¿qué opina cuando se dice que Monzón tenía raquitismo?, ¿vio que hay un médico que le dice a Brusa que Monzón no iba a poder pelear más cuando ni siquiera era campeón argentino?
-¡Monzón era una persona normal!... Y te digo más: ¡un indio no puede tener raquitismo, si comen de todo!... ¿Dónde viste a un japonés con raquitismo?, ¿cómo puede tener raquitismo un japonés comiendo pescado?... ¡Olvidáte!... Monzón era normal y tenía una pegada que era una patada de burro.
-A todo esto, ¿qué hizo el Toto Lorenzo?, ¿qué papel cumplió esa noche?
-No sé... Lorenzo estaba en otra cosa, yo lo ví que andaba por ahí, pero no esa noche... Mirá, unos días antes Tito Lectoure se había doblado el tobillo jugando al fútbol y fui yo el que lo llevé al hospital... Un día me dijo que cuando volviera, vaya al Luna a visitarlo, pero no fui porque lo tomé como esas cosas que se dicen en el momento, de compromiso... Ah... Y lo llevé al sparring, a Menno, porque Monzón le había pegado una piña en un entrenamiento y le había lastimado una costilla... A Lorenzo nunca lo ví esa noche...
Gentileza Conrado Aparo El hospital romano en el que Aparo trabajaba y del que extrajo jeringa, aguja y novocaína para infiltrar a Monzón, minutos antes de su partida al Pallazzo dello Sport de Roma.
El hospital romano en el que Aparo trabajaba y del que extrajo jeringa, aguja y novocaína para infiltrar a Monzón, minutos antes de su partida al Pallazzo dello Sport de Roma. Foto: Gentileza Conrado Aparo
-¿Cómo era el clima en el Pallazzo dello Sport?
-¡No te das una idea cómo volaban las peras y las monedas esas grandotas de 100 liras arriba del ring!...
-¿Las peras?
-Si, si... ¡Las peras!... No sé, habrá habido alguno afuera que vendía peras... Había mucha bronca porque Benvenuti había perdido... Era el ídolo de ellos, lo querían un montón... Y aparte, perder de esa manera y en su propia tierra... ¡Lo mató!... Y de lo que también me acuerdo es que Brusa, en medio de la euforia, le gritaba a Monzón que vaya a buscar al árbitro para que le levante la mano?
-¿Habló con Monzón después de la pelea?
-Ahí nomás, no me acuerdo si no fue arriba mismo del ring... Yo salgo en las filmaciones que hay del momento del festejo, porque subí al ring... A mí me llamaba la atención porque al principio dela pelea no sacaba la derecha, pegaba sólo con la zurda. Me parecía curioso y se lo pregunté... ¿Sabés qué me dijo?, que lo estaba "midiendo"...
-¿A usted le gustaba el boxeo?
-¡A mi papá le encantaba!... A mí también, por supuesto... Bonavena y Monzón fueron los mejores boxeadores que ví...
-¿Se quedó mucho tiempo en Europa?
-Tres años... De Roma me fui a Finlandia, a un hospital de enfermos reumáticos que estaba a un costado de Helsinki. Luego volví a Roma, me puse de novio con una italiana, yo me vine en barco a la Argentina y ella en avión. Luego de un tiempo en Buenos Aires, dijimos que esa vida no podíamos hacer y cada uno enfiló para su lado.
-¿Y con el Lole?
-En Europa, cuando él corría, no lo ví... Y después, yo era jefe del Hospital de Niños y lo hinché mucho para hacer el hospital nuevo, nos reunimos varias veces para que consiga ese crédito... El Lole me escuchaba... Nosotros, los compañeros de la primaria y la secundaria, nunca pensamos que podía llegar a gobernador... Eso sí, era tenaz, como todo alemán... El profesor le decía: "vos no vas a llegar a nada", porque no sabía la lección de historia o qué se yo qué materia... ¡Y mirá adónde llegó!
-¿Qué anécdotas tiene con él?
-¡Era buen arquero!... Y le gustaba hacer aparatos, la doble barra y todas esas cosas... Estaba de novio con una chica Iturraspe y luego conoció a Mimicha...
-Volvamos a aquélla noche de Roma. ¿Usted le tenía fe a Monzón?
-Mi papá le tenía fe a Brusa... Y mi papá me decía que Monzón le podía ganar a Benvenuti... Lo que hicieron estos dos hombres, Brusa y Monzón, fue tremendo porque llevaron el boxeo de Santa Fe a lo más alto del mundo... Pero lo más alto de verdad... Y lo hicieron de la nada... ¡Si ni médico llevaron a Roma aquella vez!
-¿Volvió a verlo a Monzón?
-Un par de veces nos cruzamos acá en Santa Fe, cuando él iba a comer a la Sociedad Rural, porque vivía cerca de ahí... A Brusa lo ví mucho, incluso una vez me invitó a que vaya a trabajar a su gimnasio...
-¿Y el día que murió Monzón?
-Estaba a punto de salir en libertad, luego de cumplir su condena y estrellarse y morir así, tan violentamente... Mirá, el boxeo te exige tanto, pero tanto, que morir así después de tanto esfuerzo, no tiene mucha explicación... El otro día estuve charlando con la hija y me contaba que él había llegado a tercer grado, que trabajó de lustrabotas y que hizo de todo por sacar a la familia de la pobreza... Y de pronto, encontrarse con la muerte de esa forma... No sé...
-La última, doctor Aparo. ¿Puedo decir que usted le dio una mano a la mano que hizo historia en aquella noche lluviosa de Roma de hace 50 años?