Oksana Chusovítina: un adiós forzado a los Juegos Olímpicos
La especialista en salto, que cumplirá 49 años en junio, se lesionó durante el entrenamiento de podio de los Campeonatos Asiáticos en Tashkent, que representaba su última oportunidad para clasificarse a París 2024. De tal modo, no podrá aspirar a sus novenos Juegos consecutivos, aunque seguirá siendo una fuente de inspiración por su dedicación y resiliencia.
De 1992 a 2024 participó en nueve ciclos olímpicos, aunque esta vez no llegará a la cita en la capital francesa.
La legendaria gimnasta Oksana Chusovítina, quien ha sido una constante en la gimnasia artística femenina por más de tres décadas, ha visto truncado su camino hacia sus novenos Juegos Olímpicos debido a una lesión. Chusovítina, que cumplirá 49 años en junio, se lesionó durante el entrenamiento de podio de los Campeonatos Asiáticos en Tashkent, que representaba su última oportunidad para clasificarse a París 2024.
Chusovítina es la única gimnasta que ha participado en ocho Juegos Olímpicos, un récord que refleja su inigualable longevidad en un deporte conocido por la brevedad de las carreras de sus atletas. Su debut olímpico fue en Barcelona 1992, donde ganó una medalla de oro por equipos con el Equipo Unificado, heredero de la Unión Soviética. Posteriormente, representó a Uzbekistán y Alemania, obteniendo una medalla de plata en salto en Beijing 2008.
En la clasificación de Tokio 2020, con el 8 en el pecho; aunque no logró el pase a la final (que ganó la brasileña Rebeca Andrade, haciendo historia).
La despedida de Chusovítina de los Juegos Olímpicos no fue como ella ni sus seguidores hubieran deseado. La gimnasta, una gran especialista en salto, necesitaba una buena nota en el concurso completo del torneo asiático para lograr la plaza, lo que probablemente la llevó a forzar y causarse una lesión. “Tengo malas noticias. En el entrenamiento de podio de los Campeonatos Asiáticos me lesioné durante el ejercicio de suelo. Estoy muy decepcionada”, escribió Chusovítina en sus redes sociales (en ruso, su lengua materna; ha confesado que su manejo del uzbeko no es el mejor).
Oksana ha manejado su exclusión de los Juegos Olímpicos con la gracia y dignidad que la caracterizan. A pesar de la decepción que supone no poder competir en sus novenos Juegos Olímpicos, Chusovítina ha recibido el cariño, respeto y honor de parte de colegas, entrenadores y jueces. Cabe recordar que en su despedida de Tokio 2020 (cuando parecía que ese era el día de su retiro), fue ovacionada por jueces, entrenadores y colegas, lo que demuestra el profundo respeto que la comunidad gimnástica tiene hacia ella.
Chusovítina ha afirmado anteriormente que tenía la intención de retirarse después de los Juegos de Tokio y que no cambiaría sus planes a pesar del aplazamiento debido a la pandemia. Su última participación en Tokio 2020, aunque no le permitió entrar en la final, fue un momento emotivo en el que realizó un corazón con las manos y se despidió de los jueces, vistiendo el maillot azul y verde con un 8 esbozado en blanco, representando el número de citas olímpicas que llevaba en los huesos.
Aquellas campeonas
La imagen nos remonta a los Juegos de Barcelona 92. En lo más alto del podio de la competencia por equipos, la victoria sabe agridulce: pocos meses atrás se ha disuelto la Unión Soviética y, mientras los líderes gambeteaban para crear una Comunidad de Estados Independientes, el Comité Olímpico internacional resolvió aceptar la creación del Equipo Unificado: una última oportunidad conjunta para los atletas que habían compartido ciclo olímpico en la nación desmantelada, con el Himno de los Juegos para los equipos y el de cada país en las competencias individuales (29 años después, obligado a competir como Comité Olímpico Ruso y bajo la misma canción internacional, el Estado sucesor de la URSS se subió al mismo podio, de la mano de Angelina Melníkova, Victóriya Listunova, Vladislava Urázova y Lilia Ajaímova).
Pero volvamos al podio catalán. Chusovítina, nacida en Bujará el 19 de junio de 1975, llegó allí tras tres años de competencia internacional, luego de ganar en 1988 el campeonato nacional junior de la URSS. También está allí la estrella del equipo, la bielorrusa Svetlana Boguínskaya, que venía por la revancha en el all around individual con la estadounidense Kim Zmeskal (producto de la factoría rumana que revolucionó el deporte, con Bela y Márta Károlyi como entrenadores y Géza Poszar como coreógrafo de suelo), que la había vencido en el mundial de Indianápolis 91, única vez que una soviética perdió con una norteamericana.
A la vuelta de los años, Boguínskaya seguiría siendo amiga y entrenadora de Chusovítina. Pero la que se llevó individual general fue la ucraniana de origen rumano Tatiana Gutsu, parte de un equipo que completaban su compatriota Tatiana Lisenko y las rusas Rozaliya Galiyeva y Yelena Grudnieva.
Odisea familiar
Siete años después, tras competir en Atlanta 1996 bajo bandera uzbeka, dio a luz a su hijo Alisher; antes se había casado con el luchador grecorromano Bajodir Kurbánov, musulmán y uzbekoparlante, lo que había generado alguna crisis familiar (ella es cristiana ortodoxa). Ambos atletas pensaban retirarse en Sidney 2000, con más desafío para ella: competir al máximo nivel al poco tiempo de dar a luz ya la puso entre muy pocas en la historia.
En 2002, su hijo Alisher fue diagnosticado con leucemia linfoide aguda y, para poder ofrecerle el mejor tratamiento posible, la familia se mudó a Alemania. Para poder sufragar los gastos de su tratamiento, Chusovitina volvió a competir a nivel internacional; y en agradecimiento, lo hizo bajo bandera alemana. En 2008, Alisher superó la enfermedad, y meses después Oksana ganó su primera medalla Olímpica individual en Beijing: plata en salto, su especialidad internacional (ganó ocho medallas individuales en Campeonatos Mundiales; en los campeonatos nacionales sigue compitiendo en all around). Sus prioridades eran claras: “Tener medallas o no realmente no importa cuando te dan una noticia así. No se puede comparar una medalla con esa llamada telefónica. Cuando tu hijo está sano, ningún éxito deportivo se puede comparar con eso”, dijo años después la gimnasta para ESPN.
En Londres 2012 volvió a competir con el águila germánica en el pecho, y finalizó quinta. “Por la noche le dije a todo el mundo que me retiraba, y a la mañana siguiente me desperté y había cambiado de parecer”, comentó. Representando de nuevo a Uzbekistán, Chusovítina compitió en Río 2016, donde fue séptima en el evento de salto, en el que ganó la por entonces ascendente Simone Biles: 22 años más joven que ella, y dos menos que Alisher. El único sueño deportivo por cumplir era ganar una medalla para Uzbekistán, el país que considera su patria (aunque en Rusia es recibida como una estrella más: por su pasado y su identidad; tal es el caso de su participación en las exhibiciones gimnásticas organizadas por Alexey Nemov, junto a figuras como Sieda Tutjalián, Mariya Pasieka y el matrimonio de Nikita Nagorny y Daria Spiridónova).
Ese proyecto hoy quedaría trunco, pero puede estar tranquila: su legado es enorme: rompió las barreras de la edad, superó lesiones y desafíos personales (como la enfermedad de su hijo), representó a tres países, e inspiró a generaciones de gimnastas a perseguir sus sueños sin importar las adversidades, lo que la vuelve en referente para el ambiente de su deporte, que la aplaude cuando se muestra en rehabilitación: como si tuviera 18 y buscará revancha en cuatro años.
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