LOS ÁNGELES, California, Estados Unidos (Enviado especial)
El show en la ciudad de los Oscars regaló muchos momentos de esos tiempos lindos que perdimos sin saber porqué. La pasión futbolera y el amor por la cumbia santafesina en un abrazo sanador.
LOS ÁNGELES, California, Estados Unidos (Enviado especial)
Se podía ver, desde arriba del escenario, una cabecita al lado de la otra. Mujeres solas, chicos en grupos, familias, salidita de novios de sábado a la noche en una ciudad gigante. El clima de Argentinidad flotaba a cada rato. Se podía apreciar en las banderas celestes y blancas dominando la escena.
Incluso, cuando se armaba la previa, los DJ locales que hacían de “teloneros”, llevaron todo al punto casi ideal en Hollywood: primero “Muchachos” con La Mosca; después “La Mano de Dios” con Rodrigo. Así, cuando subieron Los Palmeras, la noche estaba ya a punto caramelo. El lugar explotaba y terminó de explotar.
El Litoral, en la previa y en medio de la multitud, logró casi un milagro: sacar del lugar cerrado a tres santafesinos para contar sus historias. Los dos de Colón con sus camisetas; el de Unión con ese gorrito rojiblanco tradicional del “Dale Tate”.
Pero cuando arrancó el show se vieron escenas que debieran ser normal pero uno ya no sabe cuándo, cómo y porqué las perdimos. Bien abajo de donde canta el “Cabezón”, le tiran una bandera de Colón que “Cacho” cuelga del soporte/pie que sostiene el micrófono. Al lado, un señor de unos 60 años está vestido con la rojiblanca a bastones de Unión y aplaude igual.
“Soy la cuñada de Marcos Vergara (locutor y amigo), nos vinimos al concierto de Los Palmeras desde Reno, Nevada. Estamos súper emocionados de verlos”, cuenta emocionada a El Litoral en medio del griterío. Después se mezclan las camisetas para la foto.
“Yo fui a la escuela, allá en Santa Fe, con el querido Cachito; hacéle acordar”, nos dice uno de los tantos sabaleros. El que es hincha del Tate, manda saludos a Coronda, su tierra: “Qué boludo, me traje el gorrito de Unión y me dejé la camiseta en el auto”. A pedido del diario de Santa Fe se abrazan, unen los colores y se ríen a carcajadas. Como era antes, como debe ser y como debiera volver a ser.
La distancia, los recuerdos, el sentimiento, los olores a esos viejos lindos lugares de la querida Santa Fe y esta especie de exilio lo hacen posible. Colón y Unión juntos, cantando y saltando uno al lado del otro. Sin problemas, sin líos…sin nada. Entonces, a miles de kilómetros de Santa Fe, nos preguntamos “¿Che, tan difícil es hacerlo así, como era antes?”. La pregunta, dolorosamente, no tiene respuesta. Vale recordar que desde hace años, sea en Santa Fe o lejos de la ciudad, no se puede armar ni siquiera un clásico amistoso de verano para poder recaudar. Ya sea para los clubes o para tantas entidades de bien público que sufren hoy más necesidades que nunca.
Lo cierto es que las imágenes, en modo retro, son una caricia para el alma. Para pensar que, dentro de no tanto tiempo, se pueda cerrar esa grieta futbolera. Alguna vez leía que “la pandemia no nos hizo mejores ni peores: el que era bueno…fue más bueno; el que era malo o jodido, fue peor”.
El mundo es, por naturaleza, un lugar complicado como para empeorarlo por algo tan lindo como los colores de un club de fútbol. Es algo que, alguna vez, en medio de estos kilombos del día a día, debiéramos reflexionar.
Traigo lo de la pandemia porque pareciera ser que sólo las catástrofes nos hacen más humanos. Como cuando pasó lo de la inundación y no había diferencia de colores. Ni para el dolor ni para la empatía.
La distancia, el exilio, el Deja Vu y esa “saudade” lo hacen posible lejos de casa. ¿La excusa?: la cumbia popular de Los Palmeras. Colón y Unión juntos, abrazados, saltando, cantando y llorando a miles de kilómetros de casa. No importa porqué se vinieron. Lo que importa es que los mantiene vivos y alegres. Lo que en Santa Fe separa (muchas veces de mala manera), acá los junta. Como era antes en la ciudad de Garay. Como debe ser. Como, Dios quiera, alguna vez vuelva a ser.