Por Tomás Rodríguez
Por Tomás Rodríguez
La preparación de la última semana de Monzón, comenzó el domingo 1 de noviembre, con el trabajo diario en una plaza cercana al hotel, seis cuadras, especial para footing, caminatas y ejercicios. La barra de siempre junto a Carlos Monzón, el adiestrador Amílcar Brusa, el profesor Patricio Russo, José Menno, Juan Aranda y casi siempre algún periodista argentino; training de 45’ de resistencia, gimnasia, juegos recreativos, siempre en el Parque Villa Gloria, en la plaza Euclide; antes de correr el pugilista santafesino tomaba jugo de pomelo con glucolín.
Al regresar, otra vez jugo de pomelo, huevos, miel, tostadas; un desayuno fuerte, al mediodía sólo frutas, manzanas o peras, Tito Lectoure acompañante de la “barra” (en Italia le decían “Clan Monzón”), corría, hacía guantes, sombra jugaba al fútbol; su presencia era una garantía para todos los demás y no dejaba escapar la oportunidad de expresar su optimismo. Por la tarde, no hubo trabajo de gimnasia; el clan fue a ver Lazio-Roma y a cinchar por Juan Carlos “Toto” Lorenzo que le ganó 2 a 1 a su maestro, Helenio Herrera, aunque los dos jugaron con la reserva.
Monzón estaba en 73,200 Kg., Brusa tenía una pequeña infección intestinal, después del encuentro, caminata; la cena fue a las 19.15; otra vez la barra salió a caminar y a la vuelta siempre había juegos de trucos violentos o chinchón “a muerte” en la habitación que ocupaba el sanjavierino, que permanentemente escuchaba discos en un grabador.
Al día siguiente –lunes 2- el footing y los ejercicios cotidianos; por la tarde, guantes en el magnífico gimnasio construido dentro del estadio Flaminio; Monzón hizo dos asaltos de guantes con un mediano italiano, de apellido Romerci y otros dos con Menno; luego dos de bolsa, uno de punching colgante, uno de punching y uno de sombra; en total nueve asaltos.
El profesor Russo lo tomaba luego por su cuenta al desafiante oficial para los ejercicios abdominales, muy variados; después de la cena salieron a conocer Roma y anduvieron por Plaza España, visita a San Pedro, al Coliseo, Estadio Olímpico, a su par de las Estatuas y regresaron todos “enloquecidos por esa visita nocturna.
Mientras tanto, Monzón compraba escopetas para darle curso a su hobby, los diarios italianos hablaban de la lesión de Riva; todavía no se habían metido en la pelea, aunque el “Corriere Dello Sport”, en páginas del interior decía que el campeón Benvenutti quería vencer antes del límite. Este título: “Nino prepara un golpe-bomba”; Al Silvani, el director técnico del monarca y Bruno Amaduzzi, su manager expresaban opiniones desde Trani, donde estaba concentrado el campeonísimo; Monzón, a su vez, no sabía nada de golpes bomba…
El martes 3, el “Clan” sufría una baja de importancia; durante los ejercicios recreativos de la mañana, jugando al fútbol, Juan Carlos Lectoure sufre un doloroso esguince de tobillo izquierdo que lo recluye hasta el viernes 6 en la habitación 661 del Hotel Sporting, que a partir de ese momento ñpasa a ser el lugar obligado de reuniones, teniendo en cuenta que “Tito” no puede dar un paso.
Todos querían ganar la carrera para que “Tito” se levante cuanto antes; no hay variantes de ninguna naturaleza en los planes preestablecidos; Monzón seguía firme y hacía todo con ganas; era cada vez más optimista y seguía diciendo a todos que no conocía a Benvenuti; los periodistas italianos estaban algo desconcertados. El santafesino, en la balanza que tenía en la habitación 665, pesó 72,800 kg (el límie de la categoría 72,574), todo marchaba bien.
Comenzaban a llegar los santafesinos a Roma; el “Corriere” comentaba que Nino permanecía sereno en la concentración de Trani y por filmes había estudiado la técnica de Monzón. Del santafesino, a cuatro días de la pelea, comentaba que “tiene nervios y teme ser espiado…”.
El miércoles 4, prosiguió con la rutina ordenada, Tito seguía con “la gamba” al hombro y llegaba gente de todos lados a visitarlo; Monzón en cuanto podía, se hacía una escapada para charlar con el hombre que había conseguido convencer a Amaduzzi para su gran posibilidad; el “Toto” Lorenzo también lo visitaba, acompañado del médico del Lazio, quien sostenía que dos días después ya podría caminar, en tanto el púgil santafesino se mantenía en los 72,600 kgs, oscilando muy poco hacia arriba; no hablaba para nada el pupilo de Brusa, solamente contestaba las requisitorias periodísticas de algunos periodistas italianos, en la calle o en el hotel.
El “Clan” seguía al pie de la letra lo previamente indicado y nadie se quejaba; Aranda y Menno mostgraban que eran dos asistentes sensacionales ayudando a Monzón en todo; Brusa se convertía en el “guardaespaldas” y el profesor Russo no le perdía pisada al número uno del escalafón del mundo de peso medio. La prensa decía cosas como éstas: “Monzón tiene un golpe potente que puede ser o no”, manifestaba el ‘Corriere Dello Sport’, que Monzón boxeaba de una manaera brutal. Pero la brutalidad no estaba dada por los golpes macisos y el ataque con furia. Es una brutalidad –continuaba- si así se lo puede llamar, espiritual”.
Soslayaban que “Monzón dejaba de ser el hombre inteligente que habían visto trabajar en el gimnasio; no le veían rastros de sobriedad, lucidez y precisión…Monzón, “el indio Monzón”, como también le habían dicho por allí, aun que aclarando que “indio en Buenos Aires no es una palabra que agrade”, es así. Fue siempre así. ¿O los italianos lo iban a cambiar entonces o algunos de los periodistas o hinchas del campeón argentino y sudamericano?,
El jueves 5, en el último día de trabajo, el sanjavierino realizó footing con menor intensidad y cumplió actividad de gimnasio muy a su gusto, que estaba en el peso, ligeramente arriba, faltaban dos días todavía, en las últimas 48 horas habían llegado a Italia como 200 santafesinos. La habitación de Monzón era una romería, también habían arribado los periodistas de la televisión argentina; además de Juan Carlos Rousselot, Ponzo Navarro, Roberto Ruíz (Crónica), Horacio García Blanco, Horacio “Gordo” García Blanco y Hernán Santos Nicolini, entre otros; no existían problemas de peso y el boxeador argentino consumió las comidas normales, bien balanceadas.
Rómulo Busci, corresponsal del “Corriere” en nuestro país, envió un material diciendo que “la alarma viene de Buenos Aires y Monzón es favorito 2-1. Los argentinos creen ciegamente en la posibilidad de su campeón”, destacaba. Benvenuti había llegado a Roma y nadie pudo verlo, incluso no sabían donde estaba alojado. La noche anterior, la prensa del país sudamericano había cenado en el mismo restorán donde estaba Bruno Amaduzzi, el manager de Nino, lo consultaron donde estaba el campeón para entrevistarlo, respondiendo que “eso es imposible”.
Comenzó la cuenta regresiva, el viernes 6, el movimiento en el sexto piso del hotel, todo para argentinos, tenía otro cariz; la salida de “Escopeta” para el footing fue igual, corrió sólo 20 minutos, a marcha regulada; a las 10, apareció un cartel en la pieza del santafesino, firmado por el profesor Russo, que decía: “Monzón está descansando. Gracias”. La puerta se abrió a las 11,15.
Empezaron a llover telegramas, entre muchos otros, estaban los firmados por Ricardo Nuñez (Santa Fe), Federación Argentina de Box, Personal del Hotel Castelar de Santa Fe), familias Guido, Ernesto Simita, Gallardo Silva (Entre Ríos), Centro de Almaceneros Minoristas y Anexos Santa Fe, Cuerpo de Profesores y Cadetes de la Escuela Naval Argentina, Barra de Grúas Barcella, Casa Corti, Sección Usuarios Agua y Energía Eléctrica de Santa Fe, Rubén Cardozo, Personal Banco Sudamericano Santa Fe, Ricardo Fuica e Hijo, Clientes y Dueño del Quiosco Refugio Don Bosco, Bar Ring Side (al lado del Luna Park), etc.
Los santafesinos son cada vez más y los argentinos que de alguna manera u otra estaban por Italia, pasan por el hotel. Brusa le comunica a la prensa el “clan” iba hacer algunos movimientos en el gimnasio para tener la seguridad del peso y luego se iba a trasladar a la balanza oficial; los italianos se corrían la fija a mano del campionísimo: “Monzón no llega al octavo asalto”, se podía leer en algunos medios. Un colega local intentaba conocer toda la vida del sanjavierino, quería saber que pensaba, que decía, que hacía, como vivía, como esperaba la pelea con Benvenuti, para escribir una amplia semblanza.
La conclusión, estaba resumida en el título, en una apretada síntesis de lo que los periodistas argentinos sabían de Monzón, decía textualmente: ¿“Monzón, machi sei?, es decir: ¿Monzón, quien, sos? El púgil santafesino no dejaba traslucir nada, hablaba con los 10 o 20 que estaban en su habitación, contestando las preguntas del periodista romano, siguió escuchando los discos, su pensamiento era otra cosa, pero estaba con todo, además Benvenuti no lo impresionaba.
Cabe destacar finalmente que, por la tarde, tuvo lugar la lectura de la reglamentación, una ceremonia en que dtodos tuvieron cara de serios; en la que se aclararon aspectos que podían prestarse a confusiones y nada más; el rostro de Monzón era el mismo del primer día; la única diferencia en dicho campamento del sexto piso del hotel es que faltaban solamente 24 horas del combate y que el promotor argentino Lectoure había empezado a caminar…