Alguien lo había deslizado por ahí en esas nerviosas y tensas horas previas. “Al Pulga lo tenemos en una cajita de cristal”, se escuchó decir. Por un lado, la protección necesaria hacia ese hombre que se había convertido en capitán, abanderado y figura del equipo. Por el otro, la que en realidad era: Luis Miguel Rodríguez no llegaba bien a la final. Ahora, ¿qué tan cerca estuvo de no jugar el partido?.
Dicen que bastante. Más todavía, cuando al mediodía del partido –o un rato antes también- se decía que iba a haber una “sorpresa” en la formación, algunos llegaron a pensar que podía ser la ausencia del Pulga. Esa sorpresa era Cristian Ferreira de titular, otro enorme acierto de Domínguez a la hora de “patear el tablero” con el equipo, como ya lo había experimentado con Bernardi en el partido con Independiente. Pero repito la pregunta: ¿Qué cerca estuvo el Pulga de no jugar la final?
Así como Domínguez, a las 5 de la tarde del viernes y antes de subirse al micro para ir al estadio, le dijo a Vignatti que su equipo iba a salir campeón, también ambos sabían y tenían bien guardado el secreto. Y era que Luis Miguel Rodríguez no estaba bien, que su presencia en el partido era dudosa y que no querían “levantar la perdiz” por muchos motivos, no sólo para crear un caos en el hincha o dar que pensar al adversario.
El Pulga ha sido un jugador sin posición en la cancha. Siempre. Por eso, sorprendieron dos cuestiones en la final: 1) que se recueste mucho por izquierda; 2) que no forme parte de la mejor sociedad que construyó el equipo, que se dio por el sector derecho con Alexis Castro, Cristian Ferreira y la subida de Facundo Mura. Extrañaba verlo al Pulga allá, lejos de la pelota y del mejor circuito futbolístico que construía el equipo. Pero la razón era esa, que no estaba bien, que no podía meterse en el “barro del medio” ni exigirse demasiado.
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El Pulga jugó una final apenas discreta. Por suerte el equipo no lo necesitó, pues así como había sido clave y determinante en muchos partidos, la final tuvo otros artífices, otras figuras y un equipo que respondió, con un entrenador que supo cómo y con quiénes jugarlo. Así como había puesto a Bernardi contra Independiente, cambiando el esquema y saliendo a ahogar al rival, con un resultado altamente positivo, puso a un Ferreira que apenas había sido titular contra Rosario Central en la Liga y contra Argentinos Juniors en la Copa Argentina, sorprendiendo a todos (dicen que ni en el círculo íntimo del cuerpo técnico lo imaginaban) y convirtiéndolo en una de las figuras de la final. Clara y evidente muestra de que Domínguez absorbió algunas cosas de su suegro, de Carlos Bianchi, que sabía cómo hacer para tenerlos bien a todos, a los que jugaban y también a los que no jugaban.
Pero volvamos a esta historia: la cuenta Walter, su hermano, al querido amigo y colega Emiliano Nunia. “El jueves me llamó y me dijo que tenía una molestia en el aductor y que esto y que lo otro… Yo le dije: ‘Vos sos el referente del plantel, tenés que estar, tenés que jugar, tenés que romperte adentro de la cancha… Si te tenés que romper, hacélo, pero adentro de la cancha… No es lo mismo que juegue Colón con vos a que juegue sin vos… No los dejes solos a esos chicos’. Y también le recordé de qué manera jugó Maradona con el tobillo destrozado en el Mundial de Italia y que si se rompía adentro de la cancha, era preferible eso antes de que la gente lo trate de ‘cagón’ por no haber querido jugar la final… Yo soy el hermano mayor, no espero devolución, pero si le digo una cosa, se hace así”.
Ellos, los Rodríguez, supieron lo que es el hambre y la postergación. El Pulga ama a Simoca, que lo recibió este sábado como un héroe, con caravana y declarándolo ciudadano ilustre. Esa infancia fue “de perro” como la definió su propio hermano, quien se animó a contar aquélla anécdota cuando el Pulga donó el dinero de un sponsor (Cervecería Santa Fe) para ayudar a cambiarle la cara a los vestuarios del predio. Hoy, en su momento más glorioso a los 36 años, todo aquello que vivió de niño y que también sufrió de grande con la muerte de su padre, ha quedado sólo en el recuerdo, del que no se avergüenza.
¿Se quedará en Colón?, quién sabe. Su contrato termina, en el vestuario campeón le dijo a El Litoral que “de eso se ocuparán los dirigentes y mi representante” y Horacio Darrás fue claro y firme al hablar del Pulga y de Domínguez: “Vamos a ver, nuestro deseo es que sigan con nosotros, pero también sabemos que van a tener ofrecimientos muy importantes”. El presidente de Atlético Tucumán, Mario Leito, es el primero en recoger el guante: “Ante las permanentes declaraciones del Pulga Rodríguez manifestando su deseo de regresar a Atlético Tucumán, informo que mañana (por este lunes) le haremos una oferta formal para que vuelva a ponerse la camiseta de nuestro club”.
Mientras todo eso pasa y en Simoca lo veneran, el Pulga Rodríguez es feliz con su medalla de campeón… Y aguantó lo que pudo, en una final que estuvo cerca de no jugarla.