Por Tomás Rodríguez
El fallecimiento de Edson Arantes do Nascimento, tras una larga lucha contra el cáncer de colon, en el hospital Israelita "Albert Einstein", de San Pablo, conmocionó al mundo porque fue considerado por la FIFA como el jugador del siglo XX y además fue el único futbolista que ganó tres campeonatos mundiales.
Por Tomás Rodríguez
La prensa mundial decía que el fantástico Pelé hacía lo que quería con la pelota; le puso "manija" con los pies, con los muslos, con el cuerpo y con la cabeza, dominó a la perfección todos los matices de la técnica. El suyo fue un espectáculo de incomparable belleza, de suprema emoción que llevó a los estadios incluso a espectadores que nada sabían de fútbol, como ocurre en la actualidad con el argentino Lionel Messi.
"Dico", "Gasolina" o "Pelé" nació el 23 de octubre de 1940 y se crió en un hogar modesto, allá en Tres Corazones, al sur de Minas Gerais, pero pronto se trasladó con toda su familia a Baurú, una ciudad del interior paulista. De nada valieron los insistentes consejos maternales de Celeste Arantes por volcarlo al estudio.
Una obsesión bullía en su mente, le hervía la sangre, le robaba el sueño: ser futbolista como su padre, Joao Ramos do Nascimento, más conocido como Dondinho, un jugador fracasado en Tres Corazones y en Atlético Mineiro de Belo Horizonte, que recibió lesiones tan graves que arruinaron su posibilidad de ingresar en el Flamengo de Río de Janeiro.
Su primera camiseta la estrenó en el Ameriquinha; después se colocó la del Radium, Noroestinho, el Sampaulinho y el Baquinho, equipitos de Baurú; hasta que Waldemanar do Brito visualizó el germen de su talento en esos potreros sin público y llevó su picaresca futbolística al Santos, el club de la ciudad.
El 7 de septiembre de 1956, antes de cumplir los 16 años, debutó en la primera del Santos F.C. ante el Corinthians, en el desaparecido pequeño estadio "Américo Guazelli", de Vila Alcira, en Santo André. Emanuel Del Vecchio (jugó también en Italia y Boca Juniors, fue suplente de Paulo Valentim) debió ceder su puesto, primero accidentalmente, después, por palpable superioridad de la nueva figura. Actuó los últimos 20 minutos y anotó su primer gol; su madre, desilusionada, decía: "jugando al fútbol nunca será nada, va a ser un pelé (algo así como un don nadie)" y se equivocó.
El 7 de julio del año siguiente, integró por primera vez el seleccionado de Brasil, cuando tenía 16 años, frente a Argentina por Copa Roca. Ganó el equipo blanquiceleste 2 a 1, con tanto suyo.
Fue campeón del mundo a los 17 años, el 29 de junio de 1958, en Estocolmo, al golear Brasil a Suecia 5 a 2, incluyendo dos goles suyos en el complemento, dirigió el francés Guigue y el equipo dirigido por Pedro Feola formó con Gylmar dos Santos Neve "Gilmar"; Djalma Santos, Hideraldo Luiz Bellini y Nilton Santos; José Ely de Miranda "Zito" y "Orlando" Pecanna de Carvalho; Manuel Francisco Do Santos "Mané" Garrincha, Waldir Pereira "Didí", Evaldo Izidio Neto "Vavá", Pelé y Mario Jorge Zagalo.
Con sus ojos saltones, su físico todavía endeble, 1,71 m. de altura y 70 kgs. de peso, al comienzo no era titular, pero Dida, un estupendo volante izquierdo de la mejor prosapia brasileña, le dejó su lugar en el segundo partido, porque entre Didí y Nilton Santos convencieron al "Gordo" Feola que ya era la hora de Pelé. Lloró de alegría en los hombros de Gilmar, en los brazos del corpulento Bellini, tras el debut ante Rusia, 2-0, ambos goles de Vavá el artillero de Botafogo y después de su tanto ante Gales -a los 70'- y de la seguidilla, tres contra Francia (5-2) y del golazo (el quinto) en la final ante el local.
El mundo consagraba a ese jovencito de piel morena, escurridizo y bailarín, que le había conferido otra fisonomía al seleccionado brasileño.
Santos, hasta entonces, vendía cada partido suyo, fuera de competencias oficiales, en 800 dólares; a partir de entonces su cachet subió a 20.000, trepó incluso hasta 50.000 y se estabilizó en 30.000 de esa moneda, con la condición de que actuara su astro, su cara, su fuera de serie, su atracción de lujo.
Por Pelé, al Santos F.C. le llegaban montañas de pedidos para que protagonizara espectáculos amistosos y al lado de él, agradecidos desfilaron delanteros centrales como Paulo César de Araujo "Pagao", Antonio Wilson Vieira Honorio "Coutinho" (quien mejor ejecutó sus "travelinhas", esa paredes milimétricas) o Toninho Guerreiro; punteros como "Dorval" Rodrigues, José Macía "Pepe" o "Edú" Antunez Coimbra, compañeros de mil hazañas, con el sapiente apoyo del "Gerente", el mediocampista Zito, talentoso, exquisito con su juego.
Con el Santos, logró siete títulos de campeón paulista; cuatro Copas de Brasil; cuatro Río-San Pablo; dos Copas Libertadores de América; dos Intercontinentales. Además se adjudicó de la fama, esa humildad de niño apegado; una foja impresionante que suscitó una oleada de interesados.
En 1962, el Real Madrid quiso comprarlo en un millón de dólares; en 1967 el Internazionale de Milan dobló la cifra; también Juventus lo codició y muchos otros; siempre surgía un millonario dispuesto a financiar la transferencia de Pelé para su equipo favorito. Todos ellos fracasaron; es que esa maravilla futbolística nacida en los baldíos pobres de la diminuta Baurú, conservó siempre, en la cúspide de la fama, esa humildad de niño apegado a su familia, a sus cosas telúricas.
"Nunca dejaré al Santos -sentenció una y mil veces- porque le debo todo lo que soy; cuando me canse del fútbol, antes de ser viejo, dejaré las canchas, por la apatía norteamericanera en mi patria". Tampoco, desde el punto de vista económico, era un mal negocio porque igual acumuló una fortuna incalculable con suelos, primas y ese porcentaje por amistoso estipulado en 800 mil dólares que percibió de semana en semana, durante muchos años.
Jugó en todos los continentes, despertó la admiración del público argentino que lo ovacionaba en cada presentación como en aquella exhibición que realizara en cancha de Huracán (Racing 2-Santos 4) en 1961. El porteño lo admiraba; palpitaba sus arabescos, se asombró cuando lo vio moverse en un partido decisivo de la Copa Libertadores, en el estadio de River Plate, frente a Peñarol y eludir sobre la línea final a varios rivales o cuando salía de un bosque de piernas, delicadamente, hilvanando combinaciones con Coutinho o cuando hizo la "pared"como poste las piernas de (Rubén) Magdalena.
Brilló en Suecia en 1958, en Chile vio la final en 1962 desde las plateas del estadio Nacional por una distensión muscular; cuatro años después en Inglaterra 1966, la violencia de los rivales lo suprimieron (lesión provocada por la despiadada acción del portugués Vicente). Sin embargo, en México '70 superó esos capítulos y volvió con toda la carga de su virtuosismo, donde tuvo el privilegio de ser el único futbolista tricampeón mundial.
A Brasil la prensa mundialista lo considera el último campeón de fútbol arte, tras la fantástica actuación de 1970, donde en la final golearon a Italia 4 a 1, en una formación dirigida por Mario Jorge Zagallo, el más campeón del universo como futbolista y conductor técnico. La final fue una demostración de alta jerarquía, donde el famoso portero azurro Enrico Albertossi fue a buscar el balón dentro de su arco cuando la verde-amarelha así lo dispuso, en un equipo donde actuaban, entre otros famosos, Gigi Riva, Sandro Mazzola y Giacinto Facchetti.
El campeón en la exhibición decisiva alineó a "Félix" Mieli Venerando; "Brito" Ruas, Wilson Piazza y "Carlos Alberto" Torres; "Everaldo" Marques da Silva y "Clodoaldo" Tavares de Santana; Roberto "Patada Atómica" Rivelino (217 goles en clubes brasileños), Jair Ventura Filho "Jairzinho", Eduardo Goncalves de Andrade "Tostao" (7 títulos brasileños con Cruzeiro), Pelé y Roberto "Patada Atómica" "Gerson" (El Zurdo de Oro).
Cabe señalar que Pelé, estoicamente, rechazó todos los ruegos para que reflotara la selección que jugaría el mundial de 1974; ansiaba el sosiego, con una imagen intacta, no ajada por cualquier circunstancia desfavorable, añoraba su hogar, estaba hastiado de viajes.
Además lo esperaba su condición de empresario multifacético: poseía un instituto de fisioterapia, una asesoría aduanera, negocios en el caucho y sus derivados e intereses en turismo, construcciones, publicidad, una editorial, una estación de radiofonía que lo convirtieron en uno de los hombres más adinerado de Brasil. Filmó películas, actuó en televisión, fue modelo para promoción de venta de diversos productos. Pelé saltó el contorno de las canchas para difundir su imagen ganadora, vendedora en todos los sectores de la sociedad.
El envión de esta proyección socio-económica se lo dio su eximio malabarismo con una pelota de fútbol, pero también su simpatía y magnetismo personales y una inteligencia manifiestamente superior; aunque él haya preferido recargar todo el peso de su fama en fuerzas sobrenaturales.
"Todo lo que tengo se lo debo a Dios", apuntó agradecido el recientemente desaparecido notable futbolista de las décadas del '50, '60 y '70 del siglo pasado desde las páginas del libro autobiográfico: "Yo, tricampeón mundial". Pelé era contraseña del fútbol perfecto, también del ídolo que respiraba humanidad.