El último fin de semana, en la “Catedral del Rugby”, tal como se denomina a la cancha del Club Atlético San Isidro (CASI), se disputaron las semifinales del torneo de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA).
Se trata de Nehuén Jauri Rivero que dirigió Newman – Alumni, una de las semifinales de la URBA.
El último fin de semana, en la “Catedral del Rugby”, tal como se denomina a la cancha del Club Atlético San Isidro (CASI), se disputaron las semifinales del torneo de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA).
El sábado, se enfrentaron Newman y Alumni, con victoria para estos último. En tanto que el domingo, el San Isidro Club (SIC) derrotó a Hindú.
Es decir que Alumni y el SIC jugarán el próximo 11 de noviembre la final para ver quién es el mejor del campeonato más importante de Argentina y que se enfrentará en un partido único al vencedor de la final del Torneo del Interior que la disputarán, el mismo día, Universitario de Tucumán y Córdoba Athletic.
Más allá de todos estos datos meramente deportivos, hubo un episodio que lejos está de ser agradable y que nada tiene que ver con el deporte en general y con el rugby en particular.
Nehuén Jauri Rivero fue el réferi de la semi que disputaron el sábado Newman y Alumni, que concluyó con triunfo, sobre el final, para Alumni por la mínima diferencia.
Una vez que Jauri Rivero realizó el pitazo final, lo que siguió fue lamentable. Al retirarse de la cancha junto a sus asistentes, el árbitro principal tuvo que ser escoltado por unas 15 personas que estaba siendo parte de la seguridad privada del evento.
Los empujones, insultos, salibazos y amenazas fueron moneda corriente contra Jauri Rivero y sus colaboradores en todo el trayecto desde la mitad de cancha hasta desaparecer del rectángulo de juego.
Así se retiraba de la cancha del CASI el árbitro Nehuén Jauri Rivero y sus colaboradores.
Insultos, agresiones, salibazos y amenazas, el denominador común de ese recorrido.
En el presente 2023 hubo dos hechos contra árbitros que no terminaron de la mejor manera. Uno en la Plata y el otro en San Juan.
En la capital de Buenos Aires, Gonzalo de Achával se retiró de la cancha insultado e increpado por colaboradores e hinchas de La Plata Rugby Club, luego que este equipo perdiera con el SIC. La “excusa” del enojo: fallos con los cuales la gente local no estuvo de acuerdo.
Además, un réferi (Gonzalo Rivamar), se fue de un partido en el campeonato cuyano entre Banco Mendoza y San Juan Rugby “cansado de los gritos en su contra”. Las protestas, supuestamente, eran por “el bajo nivel de árbitro”.
Ahora ocurre esto con Nehuén Jauri Rivero. Uno de los mejores árbitros que tiene hoy el rugby argentino y en la mejor competencia del país.
Desde ya que estar considerado como “uno de los mejores” en lo que sea, no te exime que puedas cometer errores. Seas árbitro, jugador, dirigente o presidente de un país.
Y esto que pasó con Rivero, o con los otros dos ejemplo expuestos, es solo una muestra. Lamentablemente, son cosas que ya vienen pasando hace tiempo y en cualquier categoría o nivel.
Se necesita de manera urgente parar con esta locura.
La escasez de árbitros en el rugby en todo el país, es muy grande. Y episodios como estos, no son justamente los que favorecen para motivar a las personas a que se vuelquen a ser parte.
Ojalá que de una buena vez por todas, quienes tiene que tomar “cartas en el asuinto” lo hagan de manera seria. Con el compromiso adecuado y actuando como se debe actuar. Y esto es algo que va más allá de una sanción para personas o clubes (que también debe hacerse). Hay que trabajar para que el rugby transite una época en la cual los cambios son constantes, de manera permanente. Y no hay que darse el lujo de dar ventajas en ningún aspecto del juego.