Los Juegos Olímpicos dejaron a la vista un problema que pocos deportistas se animaban a reconocer en público: su salud mental. Los casos de la gimnasta Simone Biles y la tenista Naomi Osaka mostraron al mundo la otra cara de la moneda. La estadounidense, máxima exponente de la gimnasia moderna, se bajó de la final de la competencia en grupo y a manera de “disculpa” expresó: “tengo que centrarme en mi salud mental”. Mientras que la japonesa, quien encendió el pebetero en la ceremonia inaugural, quedó eliminada rápidamente cuando era la principal candidata a quedarse con la medalla dorada en tenis femenino.
Por otro lado, a nivel nacional, Delfina Pignatiello tomó la decisión de alejarse de las redes sociales. La nadadora argentina puso en privado su perfil de Instagram y borró todo el contenido de su canal de YouTube y Twitch. La atleta de 21 años acusó haber recibido tantos comentarios negativos y dañinos en Internet que decidió dejar de hacer stream. “La gente es muy cruel, y por más que lo ignore quiero cuidar mi salud mental por sobre todas las cosas”, dijo Delfina, luego de leer agravios por haber quedado última en su serie.
No es un problema que se presentó en una sola delegación ni en países subdesarrollados, donde los atletas no son lo suficientemente reconocidos. La cuestión explotó en la máxima competencia deportiva a nivel mundial, la cual pareció haberse llevado acabo de una manera forzada por los intereses económicos mas que por los deportivos.
“Siempre se asocia al deporte como salud y el deporte de alto rendimiento no siempre está asociado a la salud mental. Este implica muchas presiones y expectativas que las personas tienen sobre los deportistas, porque siempre hay que rendir y estar entre los primeros. Esto no cualquiera lo puede sostener. Generalmente se entrena lo físico y técnico, mientras que la cabeza es lo más complicado”, sostiene Carolina Ciuffo, psicóloga del deporte (Mat. 702)
Gentileza Delfina Pignatiello entrenó en la pileta de su casa para prepararse para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020
Delfina Pignatiello entrenó en la pileta de su casa para prepararse para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020Foto: Gentileza
Tal y como pasó en Tokio 2020, se comenzó a hablar de la salud mental de los deportistas cuando los resultados negativos estuvieron a la vista: eliminaciones sorpresivas, bajas inesperadas y rendimientos regulares. Si los entrenadores preparan a los atletas con antelación para una competencia, ¿por qué no prevenir estos “bajones”? “Generalmente el deportista viene a la consulta cuando está mal, desmotivado o quiere abandonar el deporte. Estaría bueno que se puede hacer una prevención desde las primeras infancias, por lo menos para conocer y que estén amigados con el rol del psicólogo, porque siempre quedamos del lado de que trabajamos con locos o enfermos y podemos tratar la salud también”, explica Ciuffo.
“Es difícil que consulten sólo para mejorar su rendimiento o para estar bien, llegan a la consulta cuando ya están mal o incluso cuando empiezan con trastornos de ansiedad, ataques de pánico, depresión”, agrega la profesional.
Cuando una entidad deportiva no puede brindar el acompañamiento necesario, para el deportista de alto rendimiento ocuparse de su salud mental se vuelve un lujo. “Los psicólogos tendríamos que estar ligados como parte del entrenamiento. En algunos clubes están pero en otros no. Acá en Santa Fe, los deportistas amateurs se tienen que solventar los gastos ellos, sus padres o con las becas que les dan. El gran problema que tenemos es que a veces ellos quieren tratarse, pero los costos de entrenamiento, instrumentos, kinesiólogo, psicólogo y demás termina siendo un costo muy elevado”, asegura Carolina Ciuffo.
Lo ideal siempre es prevenir, pero si no se puede hacer por cuestiones económicas o un estado ausente, hay que estar atentos. Cuando la desmotivación comienza a copar la cabeza del atleta, siempre se presentan signos comunes. “Si están demasiado agotados, en la psicología se habla del ‘síndrome de burnout’ porque ya están ‘quemados’, en ese punto ya no tienen ganas de entrenar, no encuentran una motivación para ir a practicar, no pueden proyectarse ni siquiera en una futura competencia”, explica la psicóloga. Mientras que “desde el punto físico siempre hay signos que denotan esto, pueden ser calambres, pequeñas lesiones o molestias que hacen hablar al cuerpo”.
Según Ciuffo, algunas recomendaciones podrían ser: “tomarse un descanso de un día o dos, una semana. Algunos profesores pueden no estar de acuerdo porque se puede perder lo físico, pero es aconsejable. Se le propone al deportista que haga otra cosa, para que pueda salir, desconectarse y hacer otras actividades que nada tienen que ver con el deporte. Por ejemplo, un jugador de fútbol juega y mira fútbol y hasta tiene juegos de fútbol en la play. Lo único que tiene en la cabeza es eso y no hacen otra cosa”.
Una de las primeras personas que puede llegar a notar estos “bajones” son los entrenadores, aunque no todos saben cómo reaccionar y ayudar. “Los entrenadores cumplen un rol fundamental, porque si presiona y exige al atleta pero no lo escucha se convierte en un factor más para que el deportista termine abandonando. A esto lo pueden llegar a ver la familia y/o el entrenador, pero sólo el deportista lo puede reconocer. Muchos siguen yendo a entrenar por las expectativas que hay puestas en ellos”
Pese a la falta de apoyo de parte de entes gubernamentales, Argentina logró presentar una abundante delegación en estos Juegos Olímpicos. En el medallero no ha estado ubicada entre los mejores puestos, como en otras ediciones, pero los deportistas han llegado a una cita olímpica aunque las condiciones de entrenamiento y preparación nunca fueron las optimas. “Cada deportista va a las competencias con un objetivo, puede ser clasificar o mejorar su propia marca o bajar un segundo. Y en después terminan quedando sexto y muchos dicen ‘qué fracaso’ y para ellos no es así, porque era el objetivo planteado. La idea es que pueda trabajar esto, cumplir su objetivo y saber que para ellos eso es exitoso”, aclara la psicóloga del deporte.