Facundo bromea porque dice que “Houston se llenó de Fernández”. Nacido en Santa Fe, cuenta que vivía en Saavedra casi Santiago del Estero, muy cerquita de Unión y que “yo me crié en el club, donde pasaba la mayor cantidad de horas de mi vida”. Se vino a Houston hace 24 años, “llevo acá más de la mitad de mi vida” y se casó con una pampeana, con la que tuvo dos niños que son norteamericanos pero que “en casa sólo hablamos en español, los acostumbramos de esa manera”.
Cuando dice que los Fernández coparon Houston es cierto. “Eramos 14 cuando nos vinimos y ahora somos como 40… Ya a esta altura no sabemos ni de dónde somos”, cuenta entre risas, aunque sus emociones durante la charla con El Litoral dejan bien en claro que las raíces tiran y no se abandonan.
“Es re loco todo, porque los que nacieron acá y son ciudadanos norteamericanos, quieren hacerse ciudadanos argentinos y quieren irse para allá. Tengo sobrinos que viven en Virginia, en Nueva York, en California… Estamos los Fernández diseminados por todas partes… ¡Y mirá que este país es grande, eh…!”
Confiesa que las costumbres no cambian. “Nosotros nos juntamos a comer asado todos los fines de semana como lo hacíamos en Santa Fe hace 24 años, vivimos con el horario de allá, nos acostamos a la misma hora que lo hacíamos en Santa Fe, a pesar de que acá la noche no se extiende demasiado, nuestros hijos hablan español perfecto y mi vieja vende pizzas, empanadas, fugazzas, así que hasta comemos lo mismo que comíamos allá”, cuenta Facundo.
Cuando le preguntamos por el motivo de su ida de Santa Fe, se refiere a un hecho histórico que cambió en buena parte la vida de los argentinos. “Fue en el 2002, cuando la Argentina era un quilombo. Mi viejo tenía negocio y las cosas empezaron a ir mal. Yo lo veía muy amargado, lo veía muy mal. Así que tuvimos que irnos, esa es la realidad”, señala Facundo con lágrimas en los ojos, muy emocionado y mostrando su auto tuneado de verde claro y con la famosa frase de Messi luego del partido con Holanda (el ya histórico: “Qué mirá bobo, andá p’allá”) sobre el parabrisas delantero: “Esas son las boludeces de mi señora…”, cuenta despacito y como para que no lo escuche, entre risas.
Al estadio fue con los “chori” y el fernet y también indica con un poco de tristeza que “cuando volví a la Argentina en el 2008, me dí cuenta de que la mayoría de mis amigos y mis familiares ya no estaban, también se habían ido”. Es hincha de Unión y lo sigue, “aunque yo soy más fanático de los autos y las motos, pero mis hermanos, mi tío y mis sobrinos son fanáticos de Unión, así que la casa se convierte en una locura cada vez que juega. Te cuento algo: nos juntamos siempre a mirar los partidos y si Unión gana, la casa es una locura; y si pierde, se van al baño a llorar y se ponen mal… Básicamente me crié en Unión y tengo muchos amigos, que incluso trabajan de guardavida en el club, Pablo, Mauro o Iván, entre otros que no me quiero olvidar”.
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