La noche del Monumental no sólo dejó la fiesta de fútbol y goles que dio Argentina adentro de la cancha, sino la impopularidad de precios que castigan los bolsillos. Ver a la selección en familia es todo un presupuesto.
Se notaba en una previa sin tanto fervor ni tanta gente en los alrededores del Monumental. Se notó también en las tribunas, visión aumentada por la clausura de las populares bajas detrás de los arcos. Lejos estuvo el Monumental de ser el estadio de las 85.000 personas que habitualmente ven a River, algo que no se repite con la selección porque la capacidad se disminuye con el objetivo de que la gente esté más cómoda, sobre todo en el sector de las entradas generales. Se notó en una expectativa que no fue la de otras veces por la ausencia de Messi, factor fundamental y convocante por sí mismo. Y todo esto se dio en un marco de festejo: Argentina jugaba su primer partido luego de haber sido campeón de América una vez más, en Estados Unidos, y también porque había que despedir a un hombre que supo transformar las críticas y cuestionamientos en elogios, gloria e idolatría, como Angel Di María.
No es popular que una entrada cueste 75.000 pesos. Mucho más si de la selección se trata y teniendo en cuenta que el público de la selección es un público más familiar. Jugar de manera espaciada, estando Messi y después de lo que se vivió en Qatar, ha despertado una “furia selección” muy especial y que no se vivió en otras épocas, inclusive con otros equipos campeones del mundo. Pero una salida, sólo para padre e hijo, implica un gasto de más de 200.000 pesos (contando movilidad y algo para “picar” después del partido) que lo aleja del común de la gente. Y sólo para ir a verlo desde la tribuna popular, porque las plateas casi duplican el valor de la general y llega hasta los 210.000 pesos.
La cancha no estaba llena del todo, aunque el marco fue bueno y la algarabía mayúscula. Ahí entra a tallar lo otro: lo que da este equipo. Argentina jugó un segundo tiempo excepcional, lo pasó por arriba a Chile desplegando un fútbol vistoso y efectivo. La entrada quedó paga con lo que se vio, aunque el bolsillo la haya sufrido.
Se podrá aducir que somos los campeones del mundo, que está Messi (aunque no haya jugado este partido), que se juega en forma espaciada y cualquier tipo de especulación que posiblemente esté correspondida o justificada por la realidad, que se pone en vidriera un espectáculo de mucha jerarquía y que todo esto tiene su valor. Pero para los tiempos que se viven, ver a la selección cuesta.
Argentina homenajeó a Di María, ganó, y festejó. Crédito: Rodrigo Valle/Reuters
La selección también ha vuelto a ser “propiedad” de Buenos Aires. Ya sea en la cancha de River o en la de Boca, se juega lejos del interior. Es cierto que la cancha de River ofrece hoy la posibilidad de un aforo que ninguna otra tiene. Se le acerca el Kempes y hasta allí nomás. Pero El Litoral se cruzó en las adyacencias del Monumental con varios santafesinos y los cálculos que uno hace de lo que puede salir el viaje, por más prudentes que se hagan, se convierten en inaccesibles para la gran mayoría.
Argentina homenajeó a Di María, ganó, y festejó. Crédito: Rodrigo Valle/Reuters
Menos mal que el consuelo se encuentra con lo que brinda este equipo. “Caro, pero el mejor”, era el slogan de una marca muy tradicional en otros tiempos. La gente que fue al estadio –dicho sea de paso, desafiando el frio- vivió una linda fiesta, que tuvo emociones, pero también un disfrute futbolero que llegó de la mano de este equipo que no sólo está acostumbrado a ganar, sino también a meter las otras dos “G” que la gente quiere: golear y gustar.