(Enviado Especial a Doha, Qatar)
Scaloni está, con el torneo en marcha, en la búsqueda del equipo. Se le cayeron piezas clave, sobre todo en el mediocampo. Messi abrió el camino a la victoria ante México, demostrando lo que vale. Hasta ese momento, navegábamos en un mar de dudas.
(Enviado Especial a Doha, Qatar)
La cabeza es todo. Y como el fútbol es un fiel reflejo de la vida, queda claramente demostrado que cuando uno está bien de arriba, el resto del cuerpo funciona distinto. En Luseil se vivió una jornada de extrema ansiedad, cargada de presiones. Así se vivió afuera de la cancha, en el palco de periodistas y adentro de la cancha. Argentina jugó el primer tiempo atornillado a su propio tormento. Se vieron jugadores atados, previsibles, lleno de toques laterales, que no pateaban al arco, que no se animaban a la gambeta, que ni siquiera se advertía la toma de decisiones de riesgo para justificar la búsqueda obligada del único resultado que nos dejaba en carrera.
¿Por qué pasó esto?, es digno de un análisis que posiblemente tenga una apertura muy grande a lo sicológico, por esto que decía que la cabeza es todo. Menos mal que Scaloni tuvo un rapto de lucidez y acertó con los cambios. El esquema que armó con línea de cinco, cuando ganábamos 1 a 0, fue productivo. Al rendimiento sin inconvenientes que venían trayendo los dos centrales, ante un rival absolutamente leve a la hora de atacar, le sumó al Cuti Romero. Eso permitió un doble propósito: 1) liberar a los dos marcadores de punta para que hagan la banda y lleven sorpresa; 2) cubrir mejor los espacios para evitar que México reaccione.
Además de esta innovación en lo táctico, Scaloni refrescó el mediocampo pesado y sin brillo que tuvo en el primer tiempo. Sobre todo con el ingreso de Enzo Fernández, que en su desparpajo pudo quebrar cintura luego del toque corto de Messi a la salida de un córner y clavó la pelota en el ángulo asegurando el resultado.
Scaloni está armando el equipo sobre la marcha. Los mundiales muchas veces son así, el equipo va apareciendo con el correr de los partidos. Le pasó a Argentina en México. La formación inicial era con línea de cuatro y con Maradona de enganche. Se terminó acomodando cuando Bilardo metió línea de tres y aparecieron jugadores que no eran titulares al comienzo, como el Negro Enrique y el Vasco Olarticoechea. También ocurrió en el 78, aunque en este caso el cambio más importante se dio en el final, cuando Menotti confió en el aporte de Larrosa para equilibrar más el mediocampo.
Se le cayeron resortes fundamentales. Uno de ellos es el mediocampo, sector en el que Lo Celso se quedó afuera del Mundial por lesión, Paredes está en un nivel bajo y De Paul quiere, se esfuerza pero no es el mismo del año pasado. En el primer tiempo, le metieron un “cuerpazo” que lo dejaron tirado adentro del área. Inesperado o no, su imagen no viene siendo la del jugador luchador, sacrificado, de toda la cancha. Es el único que se mantiene “en pie” de ese mediocampo recitado de memoria. ¿Y el “5”?. Hoy es un problema. Paredes está bajísimo y Guido Rodríguez no hizo lo suficiente para dejar tranquilo al entrenador. Terminaron jugando Ezequiel Palacios y Enzo Fernández, con un esquema 5-3-1-1. El ex River y Defensa (Enzo) hizo lo suficiente para no quedarse afuera del equipo en el próximo partido. Por este y varios motivos más, la realidad es clara: Scaloni no encuentra el equipo, no tiene una base firme y sólida en la que se pueda apuntalar.
La jerarquía de Messi marcó el camino. Fue un partido vivido, sufrido y festejado como si fuese una final del mundo. Es que lo de Arabia obligaba a esto, a jugar bajo presión extrema sabiendo que no era posible un nuevo resbalón, pues allí sí que se convertirá en caída. El primer tiempo fue la clara demostración de ello. Hubo un equipo que jugó para el costado, que no tuvo coraje futbolero para atacar arriesgando. Se llenó de dudas, de prejuicios, de miedos. El toqueteo se hizo intrascendente, horizontes e inofensivo. No es el camino. Messi hizo lo suyo, el técnico respaldó con los cambios y hubo un equipo diferente en los últimos 30 minutos del partido. Y punto.
El partido del miércoles no tendrá diferencias. Lo único que cambia es que, al menos, ahora llegamos con una victoria encima y no con la mochila de esa derrota ante los árabes. Scaloni dijo el viernes que el fútbol es sólo un juego que no debería generar tantas presiones ni sentirse como una cuestión que nos da o se nos lleva la vida. Pero en el desborde emocional –que fue de todos- también entró él. Primero su cuerpo técnico (el llanto de Aimar en el gol de Messi), y luego el propio Scaloni después del golazo de Enzo Fernández, al que no puede ni debe dejar afuera del equipo titular.
Podrá tener razón desde lo conceptual, pero nunca desde lo experimental. Equivocados o no, así vivimos y sentimos el fútbol este bendito país. Y acá vamos, buscando la deseada clasificación, pero también asumiendo que con este nivel de juego, con el del segundo tiempo con los árabes y el primer tiempo con los mexicanos, indefectiblemente el vuelo no será muy alto que digamos.